lunes, 31 de agosto de 2009

La muerte de William Wallace

William Wallace fue capturado por los ingleses el 5 de agosto de 1305 cuando un caballero escocés, John de Menteih, leal a Eduardo I Longshanks (Piernas Largas) de Inglaterra, lo traicionó.

Wallace fue trasladado a Westminster en un viaje de 17 días. Fue juzgado por traición, cosa que negó ya que según él nunca había jurado lealtad a ningún inglés, sólo al rey de Escocia, John Balliol, a la sazón prisionero en la Torre de Londres.

Fue encontrado culpable de traición y el día 23 de agosto fue sacado de lo calabozos de Westminster Hall, desnudado y se le arrastró atado a la cola de un caballo por la ciudad, para que los buenos ciudadanos ingleses pudieran verlo, hasta el lugar del ajusticiamiento en Smithfield (actualmente el Hospital de St. Barholomew); una vez allí se le infligieron distintos escarmientos por diversos delitos (la traición tendía a que hacer que cayera sobre el acusado una catarata de acusaciones añadidas).

Por los crímenes de felonía, robo y asesinato se le colgó hasta que estuvo prácticamente muerto, lo descolgaron y le cortaron los genitales, después le abrieron el vientre y quemaron los intestinos: por haber cometido sacrilegio.

Todo esto entre las risas de los ciudadanos y forasteros que se habían congregado desde todas las partes de Inglaterra para disfrutar de la justicia del rey.

Por traidor su cadáver fue desmembrado y sus pedazos exhibidos por las cuatro esquinas del país, llegando incluso al norte de Inglaterra; su cabeza, empalada en una estaca, quedó expuesta en el puente de Londres, su brazo derecho causó sensación en Newcastle, el izquierdo se envió a Berwick, el pie derecho fue visto en Perth, y el izquierdo en Sterling. Los restos de su cuerpo que quedaban fueron enterrados en Aberdeen.

miércoles, 26 de agosto de 2009

La pólvora

Se cree que fue el fraile Bertold Schwartz (el negro) quien la descubrió allá por el año mil trescientos y pico. Pero parece que éste lo que ideó fue introducirla en unos tubos y aprovechar la fuerza de su expansión para proyectar piedras a larga distancia.

En 1292, el monje franciscano Roger Bacon escribió “...con salitre, polvo de carbón y azufre, si tú conoces el artificio puedes producir el trueno y el rayo...

Pero, 1.200 años antes que Bacon, se dice que los chinos ya conocía la fórmula, pero como eran gente civilizada la usaron para fuegos artificiales. No olvidemos que los chinos inventaron también la imprenta y no publicaron periódicos. Lo que sí es cierto es que los árabes emplearon la pólvora con fines bélicos y que ellos habían recibido la receta de los persas o los indios, y fueron los que la usaron en España por primera vez.

En la crónica de Alfonso XI de Castilla sobre el sitio de Algeciras, en el año 1332, se dice: “los moros de la ciudad lanzaban pellas de hierro grandes, tamañas como manzanas grandes, y lanzaban tan lejos de la ciudad que pasaban allende de la hueste algunas de ellas, é algunas de ellas ferian en la hueste”. En el capítulo 33 se lee: “en 24 de febrero de 1334 entraron en la ciudad cinco embarcaciones cargadas de harina, miel, manteca y de pólvora con que lanzaban del trueno

En los Anales de Aragón, Zurita habla de una invasión que los moros de Granada hicieron en Alicante en 1331, en la llevaban ciertas pelotas de hierro que se tiraban con fuego.

Abu Abdallah, en su crónica de España, refiere que en 1312 el rey de Granada Abulualid llevó consigo al sitio de Baza “una gruesa máquina que cargaba con mistura de azufre y, dándola fuego, despedía con estrépitoo globos contra el alcázar de la ciudad.

martes, 18 de agosto de 2009

Muerte de Unamuno

En la España nacional pronto se generalizó la idea de que los culpables últimos de la anarquía social española de 1936 eran los “intelectuales”, identificando a menudo a estos con los hombres de la Institución Libre de Enseñanza. La Institución se presenta durante estos primeros meses de guerra como una síntesis perversa del laicismo, la impiedad y el ateísmo: la idea cuajará y llegará a dominar el pensamiento tradicionalista durante todo el conflicto.

Otros dos colectivos concretos sufren la represión desde el mismo inicio de la guerra, los masones y los protestantes. El 8 de diciembre de 1936 se produce un caso particularmente odioso, los nacionales fusilan en Salamanca al pastor protestante Atilano Coco, amigo de Unamuno. Había sido detenido en julio por masón; el propio Unamuno había intercedido ante el mismo Franco en octubre, sin conseguir nada. Impresionado por el asesinato, escribe Unamuno una carta al director de ABC de Sevilla el 11 de diciembre:

“...Yo dije que lo que había que salvar en España era la civilización occidental cristiana, pero los métodos no son civilizados sino militarizados, ni occidentales sino africanos, ni cristianos sino católicos a la española tradicionalista, es decir anticristianos. Esto procede de una enfermedad mental colectiva, de una verdadera parálisis general progresiva espiritual, no si base de la otra, de la corporal.....No es este el Movimiento al que yo, cándido de mí, me adherí creyendo que el pobre general Franco era otra cosa que lo que es. Se engañó y nos engañó. He hecho saber a todos los nobles e inteligentes españoles refugiados en Francia que no piensen volver. La más feroz tiranía nos amenaza. Entre los hunos -los rojos- y los hotros -los blancos (color de pus)- están desangrando, ensangrentando, arruinando, envenenando y -lo que para mí es peor- entonteciendo a España.”

Tras su enfrentamiento en octubre con Millán Astray, Unamuno había sido destituido de su puesto como Rector de la Universidad de Salamanca, y ahora después de esta carta, sufre arresto domiciliario.

En esta guerra irracional es ya un proscrito en las dos zonas enfrentadas. El 31 de diciembre, tras varios días de enfermedad, su corazón deja de latir.

jueves, 6 de agosto de 2009

Vacaciones

Mañana viernes, 7 de agosto, me voy de vacaciones una semanita. Necesito descansar del duro trabajo.

Recorremos parte de Lugo y visitaremos los Cañones del rio Sil. Luegos estaremos varios días en Santiago de Compostela y nos acercaremos al fin del mundo.

Nos leemos a la vuelta.

Anécdotas cortas

1.- Un dia Napoleón, con cierta ironía e incredulidad, le preguntó al príncipe Massimo, italiano célebre por su extensa genealogía:

- ¿Es verdad, príncipe, que creéis descender de Fabio Maximo Cunctator?.
- No lo sé, sire. Lo único que puedo deciros es que es un rumor que desde hace 2.000 años corre por nuestra familia.



2.- “Un hijo de casa noble abofeteará al insolente que ponga en duda la virtud de su madre; sin embargo, él mismo no oculta que su abuela tuvo ciertos devaneos; y, en cuanto a su taratabuela, si por ventura obtuvo favores de Alfonso XII su vanagloria es grande. De este modo la vergüenza de los nuestros, a medida que se aleja de nosotros, se convierte en gloria.”


3.- A la muerte de Lutero en 1546 los protestantes manifestaron frecuentemente su rebeldía contra la Iglesia. Carlos I de España, de acuerdo con el Papa y con su hermano Fernando, a quien había cedido los dominios hereditarios de Alemania, resolvió hacerles la guerra.
El 24 de abril de 1547 obtuvo el emperador español la victoria de Mühlberg. En ella hizo prisionero al príncipe elector d Sajonia, cuya vida ofreció a su esposa a cambio de la ciudad de Wittemberg, en cuya iglesia había clavado, años antes, Lutero sus célebres noventa y cinco tesis.
En la propia iglesia estaba enterrado Martín Lutero y el duque de Alba propuso a Carlos I que desenterrase el cadáver, lo quemase y aventase las cenizas, a lo que el emperador respondió:
- Dejémosle reposar: ya ha encontrado a su juez. Yo hago la guerra a los vivos y no a los muertos.


4.- El 3 de junio de 1898 la escuadra española en Cuba se enfrentó a la estadounidense, en cuatro horas se perdió la flota en un combate desigual. Los americanos mandaron sus botes y condujeron a bordo de sus acorazados y hospitales prisioneros y heridos, incluso los que cayeron en manos de los rebeldes cubanos que fueron reclamados.
Entre los prisioneros figuraba un oficial, Augusto Miranda, que llegaría a ser almirante y ministro de Marina. Frente a La Habana, solicitó desembarcar bajo palabra de nor, con objeto de atender a su familia que allí residía, y cuya situación no podía por menos de ser muy crítica en aquellos momentos. Se le concedieron dos horas.
Cuando había transcurrido poco más de la mitad del permiso, anunciaron a Miranda que un oficial del barco estadounidense preguntaba si estaba en casa. Miranda refrenó su cólera a duras penas: mediando la palabra de un marino español, no podía aceptar que se pretendiese vigilar su cumplimiento. Pronto tuvo que rectificar. El marino americano le dijo, sencillamente:
- Vengo a traerle su espada. El capitán no quiere que cruce usted la ciudad sin ella, en una hora tan concurrida.



5.- Decía Jonathan Swift que muchos nobles son como las patatas, que todo lo bueno lo tienen bajo tierra.


6.- En 1869, la emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, fue a Egipto a inaugurar el canal de Suez. El sultán Abdul Aziz la recibió como correspondía, y entre otros agasajos la invitó a visitar el harén. Curiosa, la emperatriz accedió. ¡Ahí es nada, conocer un lugar tan ligado a la fantasía popular y literaria!. La visita se realizó con un solo contratiempo. La entonces favorita del sultán, celosa de ver cómo su dueño trataba a la emperatriz, sin encomendarse a Dios ni al diablo, se acercó a ella y le dio una soberana bofetada. La real ofendida no dio mayor importancia al hecho y no lo transformó en un conflicto diplomático. Sabía la emperatriz lo que eran los celos y la dificultad de reprimirlos.


7.- El obelisco egipcio que se alza en la plaza de San Pedro, frente a la basílica vaticana, yacía, junto con otros que los emperadores romanos había hecho trasladar a la urbe, entre el barro y las hierbas que cubrían los vestigios de la Roma imperial. Sixto V encargó al arquitecto Domenico Fontana la erección del mismo en el lugar donde ahora se admira.
El 10 de septiembre de 1586, una vez trasladado un equipo de 140 caballos y 800 hombres, se encargó de levantarlo del suelo y ponerlo en pie. Una gran muchedumbre se congregó en la plaza para gozar del espectáculo. Se conminó, bajo pena de muerte, a guardar silencio para que así se pudieran oir las voces y gritos de los técnicos. Pero en un momento dado, las cuerdas que izaban el obelisco se distendían por el peso enorme de la mole y se cuenta que un marinero de San Remo, llamado Bresca, y capitán de una nave genovesa gritó: “¡Agua a las cuerdas!”. Así se hizo y la operación pudo llevarse a buen término. Pero, cumpliendo las órdenes del papa, los guardias detuvieron a Bresca, que debía ser ahorcado de acuerdo con lo establecido, pero el papa no sólo le perdonó, sino que le concedió el privilegio de izar la bandera pontificia sobre su nave y el de proporcionar a la Santa Sede las palmas que los pontífices usaban y usan en el domingo de Ramos. Este privilegio se ha conservado hasta hace relativamente poco.

martes, 4 de agosto de 2009

La muerte de Santa Teresa de Jesús

Murió un 4 de octubre y fue enterrada al día siguiente, 15 del mismo mes.

No, no es una errata. Veamos:

Antes de Julio César todos los años eran de 365 días; pero como la Tierra tarda 5 horas, 48 minutos y 48 segundos más en completar la vuelta de su órbita alrededor del Sol, se atrasaba un día cada cuatro años, de modo que el solsticio de invierno (el día más breve del año) caía cada vez más cerca de la primavera, y poco a poco llegaría a ser verano en enero.

Julio César, para corregir esta deformidad, mandó añadir al año un día cada cuatro años, de donde vino el año bisiesto. ¿Y de donde viene bisiesto?. Al día 23 de febrero lo llamaban los romanos sexto de las calendas; o sea, día sexto antes de las calendas de marzo. Como Julio César decidió que en el año que se debía intercalar un día sería en aquel mes y en aquel día, había dos días sextos (bis sexto)en el año que tenía 366 días.

Ya estaba todo arreglado, ¿todo?. No, una aldea resistía, ahora y siempre, al invasor........digo, el Sol en su giro alrededor de la Tierra no gastaba 365 días y seis horas exactas cada año, faltan 44 minutos cada cuatro años, los cuales al cabo de 100 años llegan a completar casi un día. El día del equinocio de primavera, el 21 de marzo, del 325 se celebró el Concilio Niceno; esta era una fecha importante para la historia de la Iglesia (pero esa es otra historia), los estudiosos del año 1580 se dieron cuenta que contando hacia atrás el día del Concilio sería el 1 de abril. ¡Les sobraban 10 días!. El pagano Julio César se había equivocado en algunos minutos.

En 1475, Sixto IV pensó en la reforma del calendario, pero no se pudo adelantar nada pues murió al año siguiente. León X, en 1516, emprendió esta reforma de nuevo y se habló de ella en el Concilio de Trento. Pero la gloria estaba reservada al papa Gregorio XIII.

Este papa se valió de los conocimientos del célebre matemático y astrónomo italiano Luis Lulio, y siguiendo sus consejos, mandó que en el año 1582 se quitasen diez días al mes de octubre, de modo que al día 4 no siguiera el 5, sino el 15.

Y para precaver en lo sucesivo semejante equivocación, ordenó que de cada cuatro años centenares, sólo uno fuese bisiesto; esto es, que fuese bisiesto el año de 1600, pero no los de 1700, 1800, 1900, siéndolo otra vez el 2000, y no los tres centenares siguientes, et al.

Y volvemos al principio de nuestra historia. Como Santa Teresa murió precisamente el 4 de octubre de 1582, el día siguiente fue, de conformidad con lo dispuesto por el papa Gregorio, el 15 de octubre. De aquí el nombre de nuestro calendario: Gregoriano.

Como en Rusia, que profesaban la religión ortodoxa, no se aceptó la reforma hasta después de la implantación del régimen comunista, la celebración de la Revolución de Octubre, se commemora en noviembre (1)

(1) Esto lo escribí en 1987, todavía existía la Unión Soviética.

Diario de Colón I

3 de agosto

Partimos el día 3 de agosto de 1492, de la barra de Saltes (1) a las 8 horas. Anduvimos con fuerte virazón(2) hasta el poner del Sol hacia el Sur sesenta millas, que son 15 leguas(3); después al Sudueste y al Sur cuarta del Sudueste(4), que era el camino para las Canarias.

(1)Colón mandó embarcar a toda su gente el día 2 de agosto en el puerto de Palos, y en la madrugada del día 3, media hora antes de salir el sol, mandó zarpar. La barra de Saltes es la ría que forman la desembocadura de los rios Tinto y Odiel
(2)Virazón es el viento que en las costas sopla de la parte del mar durante el día, alternando con el terral, que sopla de noche.
(3)La legua equivalía a 4 millas itálicas, y cada una de estas a 1477 ó 1480 metros. O sea, unos 22.200 metros (22 kms en 10 horas aproximadamente)
(4)En tiempos de Colón, la navegación no se hacía en función de grados no vientos. Los vientos principales eran ocho; los rumbos intermedios eran los medios vientos, y la cuarta era el nombre de cada una de las 32 divisiones que tenía la rosa de los vientos.


4 de agosto, Sábado

Anduvieron al Sudueste cuarta al Sur

5 de agosto, Domingo


Anduvieron su vía entre día y noche más de cuarenta leguas.

Disculpas

Ayer día 3 de agosto quise empezar una nueva serie de escritos recordando al mayor navegante de la Edad Moderna. Pero los duendes de la blogosfera se comieron el artículo.

Así que hoy lo repito, el copiar y pegar es una maravilla.

Con todos ustedes: El Diario de a bordo, de Don Cristobal Colón. Bueno, todavía no es Don, tendremos que esperar al año que viene.

Saludos

lunes, 3 de agosto de 2009

Represión sexual en la España de Franco

Los años de la autarquía

La influencia de la Iglesia Católica en cuestiones de moralidad fue preponderante, sólo la Iglesia poseía una ética social y sexual definida y elaborada. El nuevo régimen nacido del 18 de julio no sólo adoptó la moral católica, sino que dejó a la responsabilidad de las autoridades eclesiásticas la defensa del dogma, la supervisión de la enseñanza y el control de la moralidad pública y privada en todos los ámbitos. Esta omnipresencia del clero en los organismos y actividades del Estado fue lo que se llamó “nacional-catolicismo”.

La doctrina moral de la Iglesia Católica siempre ha tenido dificultades para conciliar sexualidad y cristianismo. La carne está viciada de raíz y su fruto, el amor sexual, es el origen de casi todos los pecados. En los primeros años de nuestra posguerra las pastorales de los obispos y los catecismos estaban llenos de estadísticas que recogían que “por culpa del sexo están en el infierno el noventa y nueve por ciento de los condenados”

Pero, ¡oh, asombro!, hasta para la Iglesia resultaba evidente que la especie humana necesita el sexo para reproducirse. Se toleró la unión sexual con vistas a la procreación, pero como un mal menor y con ciertas condiciones.

Primero y principal, la pareja debe contraer matrimonio monógamo e indisoluble. En segundo lugar, se autoriza el acto conyugal sólo con el fin de procrear hijos, ya dijo San Agustín “el uso del matrimonio sólo por placer comporta por lo menos pecado venial”. En el matrimonio cristiano no debe haber sitio para la concupiscencia. Se recomendaba no comulgar e incluso entrar en la iglesia si los esposos habían tenido relaciones. También se recomendaba no mantener contacto sexual en las fiestas religiosas y durante toda la Cuaresma. Se recomendaba a novios y esposos que se separaran en los actos de tipo religioso.

Reflejo de esta actitud ante el sexo es la costumbre de los esposos de hacer el amor a oscuras y con el pijama puesto, y rezando previamente para dejar bien claro que realizan el acto con fines procreadores. Según Amando de Miguel no toda la culpa era de la Iglesia, la clase médica oficial ha respaldado con afirmaciones de grueso calibre que el erotismo era la causa de todos nuestros males y que su represión nunca produce neurosis.

La familia se convirtió en la columna vertebral del sistema. “De un soltero puede temerse todo. De un hombre casado se sabe que será responsable, cumplidor, abnegado, que vivirá fiel a la empresa que le sustenta y sustenta a sus hijos”

La doble moralidad

Ante el peligro de que el nexo conyugal saltar por ambos extremos si la presión se repartía por igual entre los cónyuges, la moral tradicional ha cargado todo el peso de sus exigencias sobre el miembro más débil de la pareja, la mujer, para salvar de esta manera la institución familiar.

Esta represión selectiva, dirigida contra la mujer, cuya castidad es de más fácil verificación, viene desde la costilla de Adán, se la obligó a aceptar el supremo derecho del varón. Al esposo se le tolera que ponga los cuernos a su mujer cuantas veces lo desee, mientras no tenga manceba notoria. La mujer, en cambio, comete adulterio simplemente por yacer una vez con varón que no sea su marido.

En un texto escolar de 1959, se leía: “Mentir es una cobardía. Por eso las mujeres, seres débiles, mienten más que los hombres” (Lecturas Educativas, Herrero Antolín, Madrid 1959). Se procuraba apartarla de los intereses masculinos y alejarla del trabajo fuera de casa. La ley de ayuda familiar (los puntos) de marzo de 1946 castigaba el trabajo de la mujer casada con la pérdida del plus familiar.

La represión se encaminó, en la intimidad conyugal, a fomentar la pasividad sexual de la mujer. De soltera debe cuidar de su virginidad; su sensibilidad queda arrollada por el peso de una formación moral que le inculca que el sexo es algo sucio y despreciable. Su función como mujer en el matrimonio es la de servir de apaciguamiento de la concupiscencia varonil, pero sin la menor complacencia, con fría resignación. Se contrapone una mujer pasiva y frígida, o por lo menos fría y adusta en su comportamiento sexual a un hombre machista y virilizado, que tiene que buscar el placer fuera de casa. La frigidez se transmite de madre a hija por rigurosas presiones sociales y educativas.

Durante la guerra se comenzó a reducir y eliminar toda la mala influencia introducida por la II República, desde el mismo 1 8 de julio se condenó a la inmoralidad al ostracismo. Según evolucionó la guerra las distintas zonas nacionales fueron aplicando los diversos decretos de la Junta de Defensa Nacional. Por ejemplo, en Navarra, la zona más intransigente de España, se prohibieron los café-concierto, los cafés de camareras y los cabaret, todos los lugares de diversión nocturna. En cambio, en la zona Sur controlada por el liberal Queipo de Llano se hizo la vista gorda. En Asturias se llegó a publicar “Queremos un Oviedo con menos prostíbulos y más amor a Dios y a la Patria”.

Pasada la época de la guerra, obispos, gobernadores, párrocos, alcaldes y asociaciones de Acción Católica empezaron a tomarse mucho más en serio el tema de la moralidad pública. Se promulgaron las Normas de Decencia Cristiana: hubo que abandonar la falda corta que las muchachas de Auxilio Social vistieron durante la Guerra; las chicas de Coros y Danzas tuvieron que ponerse pantaloncitos bajo las faldas para bailar; breves escotes; medias incluso en verano; mangas hasta el puño y vestidos amplios. Una muchacha que llevara la ropa algo ceñida, provocaba la exclamación de rigor: “¡Va peor que desnuda!”.

Los obispos y prelados tomaron como cuestión capital la misión de marcar el largo de las faldas y mangas en sus diócesis respectivas. El cardenal Pla y Daniel mostró una vez su desagrado porque los pantalones cortos de los Flechas y Cadetes en una demostración del Frente de Juventudes, “podía excitar las pasiones de las muchachas espectadoras”. A las mujeres se les prohibía entrar en las iglesias sin medias y con los brazos al aire, además del preceptivo velo. La picaresca hizo que en verano las muchachas vistiesen con manga corta llevando en el bolso unos manguitos en el bolso hasta que llegaban a la puerta de la iglesia. A veces, a la hora de comulgar, algunas muchachas eran rechazadas por el cura al llevar demasiado escote, o carmín en los labios o mangas cortas. Las muchachas criadas en régimen de internado en colegios de religiosas se les recomendaba que no comulgaran cuando tenían la regla. Y siempre se acostaban con la luz apagada; en algunos se las obligaba a bañarse con el camisón puesto.

“Los bailes agarrados son un serio peligro para la moral cristiana”, aseguraba una de las Normas de Decencia Cristiana en los años 50. El cardenal Segura, arzobispo de Sevilla prohibió el culto en los pueblos y ciudades en que se bailaba “agarrao”. Incluso amenazó a sus sacerdotes con la suspensión de sus funciones sagradas si se atrevían a absolver a los que bailaban agarrados. La burguesía y la aristocracia sevillana se tenían que ir de la diócesis cuando tenían ganas de bailar.

El verano

Cuando se aproximaba la estación estival, un bando de los Gobernadores Civiles precisaba: “Se prohíbe la permanencia en las playas y piscinas sin el albornoz puesto”. El traje de baño tenía que ser “completo” para ambos sexos. Los hombres llevaban tirantes, con la espalda y el pecho cubiertos (sólo en los años 50 empezó a tolerarse el bañador simple, el famoso Meyba). Las mujeres habían de usar, además, la faldilla que cubría una parte del muslo. Por supuesto, era obligatoria la separación de sexos, las piscinas tenían un horario para hombres y otro para mujeres; en las playas había que acotar una “zona reservada para las señoras”. Un guardia uniformado de azul y con zapatillas blancas, vigilaba las posibles infracciones. F. Vizcaíno Casas recuerda en La España de la posguerra (1939-1953) que sus compañeros jugaban al fútbol en la playa haciendo con los albornoces los palos de las porterías, uno de ellos se quedaba vigilando y cuando veía al vigilante acercarse gritaba: “¡Que viene la moral!”, y todos corrían a ponerse su albornoz.

Por supuesto, la aplicación de estas normas variaban de una zona de playa a otra según la geografía nacional, corría una broma sobre Navarra: al no tener litoral se rumoreó que Fuenterrabía en Guipúzcoa se convertiría en el puerto de Pamplona. Alguien comentó que “ni las mentes más calenturientas serían capaces de imaginar la forma de los trajes de baño en una playa navarra”.

Al borde del abismo

El noviazgo, en cuanto preparación al matrimonio, es un mal necesario, se insistía. Un juego peligroso en torno al abismo de la lujuria. En modo alguno debía convertirse en un evacuatorio de descargas sexuales prematuras. Los novios tenían que conocerse, claro está. Pero, conocer, ¿qué?. Pues su manera de pensar, de juzgar a los demás y, sobre todo, de controlar los propios impulsos y pasiones.

¿Cómo se podría manifestar su mutuo cariño?. La respuesta la debía dar el miembro más receptivo de la pareja, la buena novia española: “exige un respeto absoluto a tu cuerpo...es sagrado....no se puede tocar” (La muchacha en el noviazgo, E. Enciso Viana, 1967). A mediados de los años 40, la Dirección General de Seguridad dictó severas órdenes a los agentes para reprimir las actitudes indecorosas. El resultado fue que los guardias ponían un celo especial en vigilar a las parejas que se adentraban en parques y descampados. A la menor efusión amorosa, multa al canto. En las ciudades de provincias los periódicos locales solían publicar la lista de las parejas que habían sido multadas “por atentar a la moral con actos obscenos en plena vía pública”.

Se recomendaba a las novias que actuaran no como amigas o compañeras sino como reinas. Este amor devoto, idolátrico pero distante imponía un desentendimiento erótico. El noviazgo se convertía en el más eficaz y sofisticado sistema de represión sexual de los jóvenes. El peso de “controlar” a los jóvenes recaía sobre las novias, la sociedad esperaba de ellas que actuaran como buenas y cristianas españolas: “el hombre sólo piensa en “eso”...En cuanto lo consiguen se olvidan de tí...Tú no tienes nada que ganar y todo que perder”. Estas expresiones y otras de mismo cariz han conformado la mentalidad puritana y el retraimiento erótico de la novia española tradicional.

En el campo contrario el hombre tenía diversas posibilidades. El más ingenuo o paciente emprendía la ímproba tarea de convencer a su pareja de la legitimidad de las modestas gratificaciones que él reclamaba. Le dedicaban tardes enteras e interminables discursos. Perdían el tiempo, si alguna chica consentía era para atrapar marido. Cuando existía el peligro de la ruptura por desaliento del novio, se le toleraban a la chica algunas concesiones, que no pasaban de la caricia y el beso; pero con algunas restricciones mentales: “Cuando beses a un chico piensa en tu última comunión y en la santa hostia que se posó en tus labios”. Antes de esto, la chica debía de asegurarse de que su pareja ofrecía garantías de amor estable y duradero.

En los duros años de la posguerra, el novio celtibérico, machote y lanzado, advertía que en su “santa” novia y futura “santa” esposa no encontraría jamás el desahogo sexual que necesitaba urgentemente, así que recurría a otra aliviadoras – la prostitución, alguna amiga de clase humilde, la criada (tradicional iniciadora sexual de los delfines de la burguesía) o simplemente, la masturbación. También inmorales y condenados, pero que en la práctica gozaban de mayor tolerancia. Los jóvenes salían con sus novias mansos, relajados y pacientes, habiendo descargado clandestinamente sus tensiones eróticas. Una vez más, la doble moralidad. Contra la masturbación, “el vicio solitario”, se acumularon las maldiciones y advertencias. Debilitaba el cerebro, consumía la médula de los huesos y podía conducir a la tuberculosis y a la locura(en la época del hambre eran palabras mayores)

domingo, 2 de agosto de 2009

El baño en la Antigüedad

Bordello, origen de burdel, era el nombre de una casa de baños. Tal vez por eso, dos concilios recomendaron a los cristianos que se abstuvieran de visitar los baños mixtos. Ya los hebreos prescribían abluciones y los esenios (¿Jesucristo?) convirtieron el baño en baptismos: inmersión en griego.

A la era de limpieza que va de Knossos hasta Roma suceden mil años de suciedad. Luego, el Islam presta blancura a los cristianos y la Edad Media -cuando el dormitorio es una sola habitación de la casa y no existen las ropas de dormir- crea la tina colectiva.

En el Renacimiento vuelve a huir el baño, la lenta recuperación viene de mano de los médicos: el baño convertido en medicina para los pacientes no para usuarios normales. La higiene, ese hábito más saludable que los antibióticos que no existen, aún no está extendida.

Micénicos

Lawrence Wright en Limpio y decente. Historia del cuarto de baño y del WC, 1958, situa la primera bañera en el aposento de la reina en el palacio de Knossos hacia el 1700 a.C. Pero no es un capricho real, se han hallado diversos cuartos de baños en casas en la acrópolis de Tirinto tallados en terracota con ingeniosos sistemas de tuberias para que el agua no se estancara. Cerca del palacio de Knossos se ha encontrado un caravasar con baños de asiento con gradas para introducirse hasta la cintura para los viajeros; también se han encontrado bañeras individuales con barras para asirse.

Griegos

Agamenón volvió de Troya, se metió en el baño para reposar y su esposa Clitemnestra le descargó dos hachazos para que tuviera un reposo eterno. Las bañeras griegas no permitían al hombre tumbarse completamente debían permanecer rescostados con parte del cuerpo fuera del agua. La sala del baño estaba cerca de la zona de las mujeres (Thalamon) ya que las esclavas y las doncellas bañaban a los hombres antes de friccionarlos con aceite de oliva. Existía la posibilidad de mantenerse de pie: se ha encontrado un vaso donde se representa a un griego de pie y adosada a una columna una gárgola vomitaba sus aguas sobre el bañista.

En las casa familiares había baños privados pero abundaban más los públicos (particulares o del Estado). Al principio estaban adosados al gimnasio luego se independizaron y fueron ganando en complejidad: con piscinas (columbathra) calderas, tinajas para varios bañistas y grandes depósitos de agua.

Romanos

Agrippa impulsó las termas (del griego caliente), según avanzaba el Imperio y llegaba la decadencia mayores eran las termas. Famosas fueron las de Dioclesiano que podían aceptar a 3.200 bañistas a la vez, tenía, además, jardines, gimnasios, restaurante y salas de lectura.

Las termas fueron la cima del arte romano del baño, gracias a los trece acueductos que llevaban agua a la ciudad. En el año 50 d.C., los 8 más grandes tenían 354 kms de los que sólo 48 estaban al aire libre.

Cuatro siglos después de Jesucristo, Roma tenía once baños y 1352 fuentes públicas, tan importante era el agua que la palabra para designar un negocio redondo era balneare (baño). Los romanos gastaban al día más agua que los ingleses de mediados del siglo XX.

Roma incluso llevó el baño hasta sus campamentos militares; no pudo, en cambio, exportar el hábito, que caería junto con ella, sólo se mantuvo en el Islam.

Los pueblos germánicos fueron reacios a la limpieza a pesar de ser los inventores del jabón, según Plinio, quien cuenta que los celtas de las Galias hacían una mezcla de grasa de cabra y cenizas de haya (potasa).

sábado, 1 de agosto de 2009

Una salvación milagrosa y una muerte natural

Diciembre de 1936, mientras sigue la guerra en toda España, en Madrid se realiza un milagro, un milagro médico de singular importancia.

El médico canadiense comunista Norman Bethune, atendiendo a la llamada del internacionalismo obrero está en Madrid ejerciendo su profesión en primera línea de fuego, ha visto morir a muchos heridos debido a la falta de sangre: hasta ahora, las transfusiones sólo pueden hacerse directamente de una persona a otra. Bethune decide probar un nuevo modo de realizar las transfusiones sin que sea precisa la presencia física del donante: consigue dinero de su país, solicita donantes de sangre y el 23 de diciembre consiuge la primera transfusión de sangre de la Historia en la que el donante no tiene que estar junto al receptor.


Primera unidad movil de transfusión de sangre.
Origen foto: Wikipedia.org


El primer beneficiado es un chico en pleno shock por pérdida de sangre. Cuando el doctor le inyecta la aguja en el brazo, abre los ojos. Luego sonríe y le dan un cigarrillo. Y entona un “¡Viva yo!” que no es ninguna fanfarronada, porque acaba de volver a la vida.

En el año 1938 Bethune viajará a China al estallar la guerra contra el Japón y trabajará allí dos años hasta su fallecimiento, al contraer una septicemia. Mao Tse-Tung le dedicará unas palabras elogiosas en su funeral.




En el Madrid en guerra también hay quien muere de forma natural, es el caso de Leonardo Torres Quevedo, el ingeniero español más conocido en el extranjero, que muere el 18 de diciembre a punto de cumplir los 84 años. Su fallecimiento pasa desapercibido.

Torres Quevedo proyectó el primer dirigible español, construyó el trasbordador del monte Ulía de San Sebastián (el primero apto para el transporte de personas) y el Niágara Spanish Aerocar, que cruza todavía hoy, con leves modificaciones, sobre las célebres cataratas.


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Pionero del mando a distancia, había guiado en 1906 por control remoto un bote, en presencia del Rey Alfonso XIII, en el puerto de Bilbao, causando una enorme sensación. Su invento más llamativo fue el jugador ajedrecista: un autómata quejuega con el rey y la torre blancos contra un jugador humano que maneja el rey negro: el autómata lograba siempre dar jaque mate. Este ingenio se cita como precursor de la inteligencia artificial.