martes, 24 de noviembre de 2009

La mujer y el pecado II

Peligrosa para los hombres por cuanto puede ajar su hermosura, la mujer es aún más dañina para los clérigos y nuestro obispo, Pedro de Cuéllar, no se cansará de llamarles la atención sobre los riesgos que comporta la familiaridad con mujeres: el confesor tendrá a sus pies al penitente, y si éste es mujer le ordenará “que non tenga la cara a él, que dize Abacuc que la faz de la muger es viento quemador”; también se le ordena al sacerdote que en ningún caso “visite mucho las mugeres nin fable con ellas en suspechosos lugares”

En las casas de los clérigos no debe vivir mujer que no sea madre, hermana, tía o sobrina, e incluso en estos casos debe irse con cuidado,pues las mujeres quieren tener criada; si esto es válido para el clérigo mucho más lo será para el obispo en cuya casa no se permite vivir a ninguna mujer “siquier vieja, siquier manceba, siquier parienta, siquier otra”. Si el clérigo tiene amiga, ésta será excomulgada y si viviera públicamente con el clérigo como si fuera su mujer, entonces ella y sus hijos serían reducidos a servidumbre; el clérigo en cambio sale mejor parado: se le amonesta por treces veces y sólo cunado hace caso omiso pierde una parte de sus beneficios (la sanción es mayor si la mujer es judía o musulmana) y el cargo, pero el obispo puede reducir la pena, ya “que este viçio es muy comunal e de liquero caen en él los ommes”; al clérigo que, amonestado por su obispo, fuere hallado en lugar sospechoso hablando con una casada puede darle muerte el marido “muy bien e sin pena ninguna”.

La fascinación por el sexo es constante en la obra de Pedro de Cuéllar, a veces sin razón aparente, acudiendo a él cada vez que tiene que poner un ejemplo para cualquier otro tema.

Bajo el mandamiento de “non serás mecho” se prohíben la masturbación, el adulterio, el incesto, la fornicación contra natura y la fornicación simple, excepto cuando ésta tiene lugar dentro del matrimonio, sacramento que fue instituido para canalizar el instinto de procreación y refrenar la maldad de los hombres, que “se yban al coyto de las mugeres así commo otras animallas”. El fin último del matrimonio sería la glorificación divina a través de los hijos, que estarían llamados a sustituir al lado de Dios a los ángeles expulsados del paraíso.

EL matrimonio justifica y legitima el acto sexual, pero sólo cuando tiene como objetivo la procreación; si se realiza porque el hombre no puede contenerse o simplemente “por dar el debdo a su muger” es pecado venial, y si es “por aver farta luxuria” es pecado mortal. También es pecado la copulación realizada en Cuaresma y no digamos si tiene lugar “en viernes de indulgencias o en otros días sanctos” pero sólo peca quién lo pide ya que, en virtud del matrimonio, el cónyuge está obligado a acceder no sin antes intentar disuadir a su pareja.

Puesto que los hijos son la razón de ser del matrimonio éste sólo es posible entre personas capaces de procrear, es decir, entre un hombre y una mujer de edad suficiente y no incapacitados para la procreación.

Los ministros del sacramento del matrimonio son los propios contrayentes, y de hecho basta el consentimiento mutuo para que se realice el matrimonio, pero la Iglesia obliga a que la aceptación de una persona por otra sea pública, a que se pruebe en presente del representante de la Iglesia, el sacerdote. Una vez consumado, el matrimonio es indisoluble aún cuando los cónyuges no vivan juntos: mientras vivan ambos, ninguno puede casarse de nuevo ni tampoco prometer continencia sin acuerdo del otro.

En nuestra literatura tenemos un claro ejemplo de esta vida nada ejemplarizante en la obra del Arcipreste de Hita, el Libro del Buen Amor.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Un lord inglés en la Guerra de Granada

El 29 de agosto de 1471 los embajadores del rey castellano Enrique IV firmaron con Eduardo IV en Westminster, un tratado mediante el cual Inglaterra autorizaba la libre navegación de los barcos de Castilla en sus aguas, comenzaba a consolidarse el cerco político a Francia.

Este tratado fue renovado en 1473, y en 1477, fallecido Enrique IV y entronizada en Castilla su hermana Isabel, se transformó en una coalición ofensiva-defensiva en la que entraron también el emperador Federico III y las casas de Bretaña y Borgoña. El rey francés se oponía a la expansión castellana y aragonesa en Europa, especialmente en Italia, y retenía las regiones catalanas del Rosellón y la Cerdaña. Inglaterra, por su parte, aspiraba a reconquistar algunos de los territorios continentales perdidos durante la guerra de los Cien Años (1339-1453). Ese mismo año de 1477 se entablaron negociaciones para casar a la hija primogénita de los RRCC, de siete años, con el Príncipe de Gales, de seis años. Esta boda no podría llegar a realizarse. Los RRCC buscaban también salvaguardar los intereses económicos castellanos en Bretaña, Flandes e Inglaterra, ya que los comerciantes de la cornisa cantábrica copaban el transporte de vinos desde Gascuña a la Gran Bretaña, surtían de hierro fundido el mercado inglés y mantenían fluidas relaciones con los centros comerciales del norte de Europa.

Al morir el rey inglés en 1483, su hermano Ricardo, duque de Gloucester, se haría con el poder eliminando a sus dos sobrinos, de 12 y 9 años; en su época fue conocido como el más cruel y malvado príncipe que hay en la Cristiandad. Este perverso usurpador, a quién Shakespeare en su drama Ricardo III incorporaría la conocidísima joroba, no interrumpió la correspondencia con nuestra reina Isabel. Los ingleses no aguantaron mucho tiempo a odiado Ricardo, acudieron a su primo Enrique Tudor, conde de Richmond. Este con sus tropas leales aniquiló a Ricardo en la batalla de Bosworth.

El conde de Richmond, ahora primer rey de la rama Tudor, siguió las buenas relaciones con Castilla y Aragón. En 1486 en plena guerra de Granada mandó a sus embajadores para negociar la boda del príncipe de Gales, Arturo con la infanta Catalina, la otra hija de los RRCC. La reina Isabel hizo grandes fiestas a los embajadores pues se reconocía prima del rey de Inglaterra, sucesor de la Casa de Lancaster, además de entender que la confederación con la casa de Inglaterra era muy provechosa a sus reinos. Esta unión no se llegaría a producir.

La victoriosa guerra de Granada era vista por los príncipes y reyes de Europa como una nueva cruzada. Soldados de los países de Occidente llegaban a Andalucía bajo el estandarte de la Santa Cruz que el Papa Sixto IV había concedido a los soberanos españoles para combatir al infiel.

Enrique VII Tudor envió en 1486 a 300 soldados y caballeros bajo el mando del tío carnal de su esposa Isabel de York, Lord Scales, conocido en tierras hispanas como el conde de Escales. Desembarcaron en Sanlúcar de Barrameda, dirigiendose a Sevilla para avituallarse, uniéndose en mayo de 1486 en Córdoba al grueso del ejército de 12.000 jinetes y 40.000 infantes que personalmente mandaba don Fernando; a los pocos días tomaron parte en el asalto a la ciudad de Loja.

La acción la inició el marqués de Cádiz, pues los moros le habían arrebatado la posesión de Albohacén cuatro años antes, la lucha se trabó fieramente, los granadinos llegaron a reforzar a su guarnición y en ese momento el rey Fernando lanzó a los ingleses a la carga. Estos, al llegar adonde estaban luchando los cristianos del marqués de Cádiz, echaron pie a tierra y lucharon a la manera inglesa: “el conde de Escales descabalgó del caballo armado en blanco y con una espada ceñida e un hacha de armas en las manos y con una cuadrilla de los suyos, asimismo armados, se arrojó delante de todos contra los moros con viril y esforzado corazón, dando golpes en unos y otros, matando,derribando, que ni le faltó valor ni fuerza.

E como esto vieron los castellanos, no menos ficieron. Al momento siguiendo tras los ingleses, dieron tal priesa a los moros que les ficieron volver las espaldas e los cristianos con ellos corrieron e se encontraron en los arrabales de Loxa”

Los moros sólo pudieron recurrir a protegerse tras las murallas de Loja, lo que dio paso al mayor ataque artillero que hasta entonces se había efectuado en tierras de España. En el asalto a las murallas también se distinguió el lord británico. Cuando ascendía por una escalera, los moros, desde lo alto del muro, lanzaron piedras “e fue ferido el conde inglés de una pedrada que le quebró dos dientes e murieron tres o cuatro de los suyos.” Los moros repelieron este asalto, defendiéndose durante ocho largos días.

Al final tuvieron que claudicar después de conseguir garantías de vida del rey don Fernando. El lunes 29 de mayo, los cristianos entraron en Loja, al frente iban el rey don Fernando, el marqués de Cádiz, Lord Scales y un juvenil soldado llamado Gonzalo Fernández de Córdoba que hacía sus primeros hechos de armas.

El rey Fernando dejó descansar a sus tropas unos días, se interesó por la salud de lord Scales y “le consolaba por las llagas que en los combates había recibido, e dixole que debía ser alegre porque su valor le apartó los dientes que su edad o alguna enfermedad le pudieran derribar. E que considerando como y en qué lugar los perdió más le facían hermoso que disforme. Mayor precio le daba aquella mengua que mengua le facía aquella ferida.”

“El conde inglés dixo que daba gracias a Dios e a la Virgen gloriosa su madre porque se veía visitado del más poderoso rey de toda la cristiandad e que recebía su graciosa consolación por los dientes que había perdido; aunque no reputaba mucho perderlos en servicio de Aquel que se los había dado todos.”

La campaña siguió y el siguiente objetivo, la ciudad de Ilora, sucumbió ante el empuje cristiano. Entonces el rey Fernando mandó un mensaje a la reina Isabel, que se hallaba en Córdoba, para que acudiera al Consejo de Guerra que se debía celebrar antes de acometer el asalto a Granada. Cuando llegó la reina, el lord inglés “le fizo un recibimiento muy pomposo montado en un hermoso caballo castaño con los paramentos hasta el suelo de seda azul y las orladuras de seda rasa estrelladas en oro, y traía un sombrero blanco con plumaje e una cimera hecha de una nueva manera. E traia consigo cinco caballos encobertados con sus pajes encima, todos vestidos de seda y brocado; y venian con él gentiles hombres de los suyos muy ataviados.

E ansí llegó a facer reverencia a la reyna y a la infanta Isabel e después al rey; y anduvó un rato festejando a todos encima de su caballo e saltando de un cabo a otro muy correctamente e a todos paresció bien esto e sus altezas ovieron mucho placer.”

Tan satisfecha quedó doña Isabel del comportamiento y exhibición del inglés, que al día siguiente “envió muy ricos e grandes dones a aquel conde de Escales: dos camas de ropas guarnecidas con paramentos de brocados de oro, doce caballos, ropa blanca, tiendas en que estubiese e otras cosas de gran valor.”

Lord Scale volvió a Inglaterra en agosto de ese año de 1486 para servir a su sobrino y rey en la guerra contra Francia en Bretaña, ducado aliado de Inglatera y Castilla contra Luis XI, quién intentaba lograr la unidad definitiva de las tierras de Francia.

Los RRCC sólo pudieron mandar 5.000 hombres a apoyar a su aliado inglés en la guerra de Bretaña. El 27 de julio de 1488 se dió la batalla de Saint-Aubin, los franceses derrotaron a la liga anglo-hispano-bretona. Encontraron la muerte muchos guerreros que se negaron a rendirse “por no darse a prisión”; entre otros lord Scale, el conde de Escales de la guerra de Granada.

La guerra de Bretaña terminaría definitivamente en 1491 con la boda de Ana, la heredera del duque de Bretaña con Carlos VIII de Valois, Francia estaba definitivamente unida. Pocos meses después, los RRCC destruirían el último bastión musulmán en la Península Ibérica.

La muerte de Lord Scales fue un eslabón más en la relación entre Inglaterra y España, que llevaría al Tratado de Medina del Campo, en 1489, donde se acordó el matrimonio del Príncipe de Gales, Arturo, con la infanta Catalina; además de sentar las bases de una duradera alianza política, militar y económica entre ambos Estados.

Cuando se produjo la entrada en Granada, los RRCC mandaron una larga misiva a su primo Enrique VII, quién al conocer la buena nueva ordenó se reuniese el alcalde y los regidores de Londres en la iglesia de San Pablo para que escucharon la noticia, después escucharon el Te Deum laudamus y salieron en procesión por las calles de la city londinense.



P.S.: Tomado de Mariano González-Arnao, Historia 16, nº 93, Enero 1984

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La herencia de Isabel la Católica

A primeros de septiembre de 1504 era una evidencia la enfermedad de la reina Isabel. El año anterior la reina había recorrido buena parte de las principales ciudades de Castilla, y la fiebre y la depresión había prendido en su cuerpo y en su alma. Las desavenencias conyugales de su hija Juana, la constatación de su demencia y un infinito cansancio presiden la percepción de una muerte que se siente próxima. El 23 de septiembre, su marido requiere de la Universidad de Salamanca la presencia junto a los reyes de un jurista, y de un médico, para que asistan a un final que se presume inmediato. Hacía más de una semana que la reina no encabezaba ni firmaba las órdenes escritas de la monarquía, y la soledad de la firma del rey presagiaba un desenlace cuyo primer signo fue la incapacidad debida a la gravedad de la enferma.

La reina dictó testamento el 12 de octubre de 1504, ante su secretario y con la presencia de los obispos de Córdoba, Calahorra y Ciudad Rodrigo. La reina dictó un codicilo ante su secretario, y lo firmó delante de los obispos. Tres días más tarde, el 26 de noviembre, la reina moría en una casa de Medina del Campo. La noticia llegaba a Murcia y Cataluña una semana más tarde y, a los 15 días, ya se conocía en Navarra y en Roma. Tenía 53 años de edad, daba fin a casi 30 años de reinado y abría el camino a una herencia singular y un recuerdo imborrable.

La sencillez de la decisión acerca del destino de su cuerpo, y de los auxilios espirituales que necesitaba su alma contrasta con el conjunto de disposiciones políticas, que son la parte más importante del testamento y del codicilo: si el testamento revela la preocupación de la reina por corregir desequilibrios nacidos de la burocratización del Estado, de la presión nobiliar y de una constante que es la incertidumbre de la sucesión al trono, el codicilo se desarrolla para complementar aspectos descuidados en el testamento: privilegiar a la Iglesia en sus tres realidades más concretas del momento (obispados, Órdenes Militares, Santa Sede), lograr un eficaz funcionamiento de la justicia y ampliar la solidaridad con 20.000 misas más por las almas de los difuntos que le prestaron servicio.

A partir de 1504 Castilla padece una crisis que reproduce en buena parte contradicciones políticas preexistentes; frente a un aparente poder monárquico fuerte a la muerte de la reina, continúan insistiendo en sus reivindicaciones de privilegio las viejas aspiraciones de los grupos sociales más estanentalizados y las ciudades. Se reproducen en formaciones sociales partidistas que si bien no cuestionan con problemas de fondo la sucesión, si se polarizan en torno a los intereses de los personajes más directamente afectados: por un lado, la princesa doña Juana, archiduquesa de Austria y duquesa de Borgoña, casada con Felipe el Hermoso, heredera del trono castellano por la desaparición física de su hermano el príncipe don Juan; y de su hermana Isabel, casada con Manuel de Portugal; por otro lado, el rey Fernando, quien a la muerte de su mujer Isabel dejó de ser rey de Castilla, y a quien sin embargo se le reconoce en el testamento la gobernación del reino en ausencia de su hija doña Juana, que vivía en Flandes.

El 23 de enero de 1505, las Cortes de Castilla reunidas en Toro reconocían a su viudo como Gobernador de Castilla, hasta el momento en que regresase al reino doña Juana, a quien proclaman su reina aún con las reservas propias que inspiraba una enfermedad de la que ya se tenían noticias bien ciertas. Desde febrero de 1505 hasta mayo de 1506, Fernando el Católico se empeñó en una triple tarea cuyo objetivo final era preservar la unión de los reinos castellano y aragonés; frente a la oposición interna de buena parte de la nobleza castellana, que lo considera un extranjero, ayudado por los Procuradores en Cortes, por el aparato burocrático del Estado, por el clero y por los escasos miembros de la nobleza que lograron coaligar Cisneros y el Duque de Alba, el segundo empeño de Fernando fue asociarse al poder que representaba su yerno; el tercer empeño utilizó los recursos diplomáticos que permitieran un cambio en las relaciones con Francia y con el rey francés tras una posición recelosa respecto a la vecindad de los Habsburgo: Fernando el Católico se comprometió con Luis XII a contraer matrimonio con Germana de Foix y si nacía un hijo a titularle rey de Nápoles y de Jerusalén. El contrato matrimonial entre Fernando el Católico y Germana de Foix fue el resultado de una larga negociación. El 19 de octubre se celebró la boda por poderes, y el 18 de marzo de 1506 los recién casados se velaron en Dueñas.

La proximidad de las fechas ayuda a explicar la aceleración de la crisis; a fines de abril de 1506 Felipe el Hermoso desembarcó en La Coruña siendo recibido por la gran mayoría de la nobleza castellana, obligando en cierta manera a que Fernando abandone Castilla y se refugie en Aragón. El rey Fernando a primeros de septiembre parte hacia el reino de Nápoles. Días más tarde, el 25 de septiembre, moría en Burgos Felipe el Hermoso; fue el punto de partida de una serie de revueltas nobiliarias y del afloramiento de una serie de reivindicaciones territoriales, que dividieron a la nobleza en dos partidos; uno, más cercano a Cisneros, defendía el respeto al testamento de Isabel y, solicitaba a la vuelta de Fernando desde Nápoles para que se hiciese cargo de la gobernación del reino. El otro partido nobiliario, más próximo a las tesis políticas del desaparecido Felipe, defendía la entrega de la gobernación de Castilla a Maximiliano de Austria, que actuaría como regente hasta tanto su nieto Carlos no fuera proclamado rey de Castilla.

Existirán otros problemas, la formación de un tercer partido nobiliario en torno a Fernando, hermano de Carlos, que residía en Castilla, y que más adelante sería nombrado en el testamento de Fernando el Católico regente de Castilla y maestre de las Órdenes Militares, en el caso de que el reino quedase vacante, decisión que se modificó en enero de 1516 en beneficio de Cisneros, que sería regente hasta tanto no llegase el futuro emperador.

Los problemas más importantes continúan siendo la nobleza hostil a Fernando y partidaria de don Carlos y la incapacidad de la reina doña Juana. Juana, apodada la Loca, vera cuestionada su posibilidad de gobernar; la certeza de una enfermedad, más declarada y agravada a partir de la prematura muerte de su marido, Felipe el Hermoso, convirtió a la reina en una reclusa encerrada en Tordesillas desde 1509 por orden de su padre. Aparte de las evidencias de la incapacidad debida a la enfermedad, existió una pugna por el control del ejercicio del poder y una separación efectiva de la reina de los asuntos del Estado, que primero fue decidida por su marido, después por su padre y, más tarde, por su hijo Carlos quien, el 14 de marzo de 1516, se proclamaría rey de Castilla y Aragón en su residencia de Bruselas, una vez conocido el fallecimiento del Rey Católico, ocurrido el 23 de enero de 1516 en el pequeño lugar extremeño de Madrigalejo.

Nominalmente la reina doña Juana continuó figurando en los documentos reales, aunque hacía mucho tiempo que había sido apartada del poder y, contra lo dispuesto en el testamento de Isabel la Católica, existieron suficientes intereses y tensiones como para poner en peligro una compleja herencia familiar.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Las mujeres y el pecado

En 1325 para conocimiento de los clérigos segovianos que ignoraban el latín, el obispo Pedro escribía en romance un amplio catecismo que finaliza con la relación de los pecados más corrientes entre los obispos, abades, miembros de los cabildos catedralicios, monjes sacerdotes, reyes, caballeros, mercaderes y campesinos. Su conocimiento es básico para entender la sociedad de la época.

Según se prueba por el décimo mandamiento la mujer es considerada un objeto, un bien mueble, susceptible de tener un dueño; “non desearás la muger de tu prójimo, non el siervo, non la sirvienta, non el buey, non el asno, nin otras cosas suyas.” Este mandamiento se entiende tan solamente de las cosas muebles, ya que los bienes raices están protegidos por el noveno mandamiento.

La mujer es inferior al hombre y, con frecuencia, un peligro, especialmente cuando el hombre pertenece al mundo clerical y ha recibido las órdenes sagradas. La inferioridad de la mujer no deja de presentar algunas ventajas como la menor gravedad de un pecado si es cometido por una mujer que si el pecador es un hombre; pero tiene inconvenientes considerables: la mujer no puede recibir las órdenes porque “...non debe servir al altar”. La condescendencia hacia el ser inferior que es la mujer llega hasta a reconocer la validez del bautismo administrado por un lego, aunque sea hereje o pagano, e incluso por la madre, en caso de peligro de muerte, pues del mismo modo “que el sol passa por muchos logares suzios” sin perder su brillo, el bautismo mantiene sus efectos aunque lo administre una mujer.

Los pecados de la mujer sí se resienten de su condición femenina: el coito entre casado y “suelta” es una simple fornicación, mientras que si un hombre, sea casado o no, yace “con muger de otro” se comete el grave pecado de adulterio porque a través de la mujer se ofende a su dueño, el marido. Para el obispo Pedro de Cuéllar hay que distinguir dos posibilidades: que una mujer yazga con un hombre y que un hombre haga el amor con una mujer; lo primero no debe hacerse nunca fuera del matrimonio, ni siquiera aunque la mujer se halle en gran menester y pobreza, porque el hombre “es fecho a serviçio e ymagen de Dios e devemos catar en él la reverencia de la fermosura divina” y sería grave pecado ensuciar esta imagen de la divinidad; si es el hombre el que yace con una mujer, realiza un acto natural y necesario para la perpetuación de la especie, pero comete un pecado porque el acto deja de ser natural en cuanto se realiza fuera del matrimonio, y “tal coyto...es commo, comer mezclado con veneno.”

Declaración de principios

En ente vlog, políticamente hablando, nos adscribimos a una izquierda de “tercera vía” que, además de vomitar sobre todos los apóstoles del liberalismo económico, también lo hace sobre los progres bienpensantes.

Así, creemos que lo de la diversidad cultural es un engaño (el 90% de las “culturas” del mundo podrían desaparecer ya mismo y el planeta sería un lugar mejor), que la pobreza es una lacra que hay que erradicar siendo paternalistas con los pobres – gente con tendencia desaforada a la superstición, el meapilismo y el machismo - y, por supuesto, que TODAS las religiones – y demás muestras de pensamiento mágico – son, sin excepción, una puta mierda que eliminar a sangre y fuego.

Robado descaradamente del vlog Vicisitud y Sordidez, uno de sus dueños, mantenedores, es un hombre de Argesira Mare; así que podeís imaginar la porquería que escriben

Saludos.