lunes, 8 de febrero de 2010

La caida de Bilbao

La ciudad de Bilbao y su cinturón industrial llevan 80 días y 80 noches resistiendo ante el ataque combinado de las fuerzas nacionales apoyadas por una gran cantidad de aviación alemana e italiana. La prensa republicana se hace eco con grandes titulares de la defensa de la conocida como "ciudad invicta" (ya que habia resistido varias veces a las tropas carlistas en el s. XIX). Se espera de los bilbainos una nueva resistencia victoriosa contra las tropas de la reacción.

Pero los tiempos han cambiado. En la guerra moderna un cinturón de hierro puede ser atacado por el aire, y la República apenas si ha enviado aviones al Frente del Norte. Después de tres meses las tropas vascas abandonan la ciudad; algunos batallones nacionalistas protegen las zonas industriales para que no sean destruidas por algunos comunistas que preconizan la teoría de la tierra quemada. Incluso liberan a todos los presos de tendencias derechistas y los pasan hasta la zona controlada por los requetés, incluso los proveen de picos y palas para que parezcan que van a trabajar en las trincheras, para que no sean fusilados por los exaltados. Bilbao sólo lamenta la voladura de los puentes sobre la ría, para ralentizar el avance de los nacionales.

Sábado, 19 de junio de 1937.

Bilbao ha caido, las tropas vascas aún fieles a la República se han retirado de la ciudad, dejando el camino franco a los nacionales. Bonito juego de palabras, ¿eh?.

Uno de los primeros en entrar en Bilbao es un vasco, Manuel, capitán de navio que en este momento es ayudante personal de Franco. El Generalísimo le ha confiado una delicada misión: recoger toda la documentación que haya quedado en el despacho de Jose Antonio Aguirre, en el hotel Carlton. Así lo narró el propio Manuel:

Voy con el requeté Ramón y se nos agrega Luis. Llevamos una maleta vacía. Entramos por Achuri. Hay un silencio sepulcral. Nadie en la calle, al sentir un paqueo de fusil nos resguardamos en un portal de la calle Belosti. Allí estamos agazapados cuando escuchamos un ruido en la escalera de la casa.....como de mucha gente apostada en ella. "Ramón...vete a ver quién es"."Son una compañía entera de gudaris. Están armados." "Ordéneles que bajen uno a uno con el fusil en alto." grito más que digo, con voz imperiosa. Y, uno a uno, van bajando y dejando los fusiles en el portal. Son 33 gudaris. Salen corriendo en todas direcciones. Silencio de muerte entre Ramón, Luís y yo. Sale bien la cosa....por casualidad.

En barcaza cruzamos la ría a la altura del Náutico, y vamos derechos al Carlton. Hay también gudaris, despistados y atemorizados, que aprovechamos para que nos ayuden a cargar las maletas y dos grandes sacos más, con todo lo que había en el despacho de Aguirre, en su mesa y sus cajones. Los mismos gudaris nos acompañan a la salida de Bilbao, donde tenemos el coche que con el cargamento nos lleva a Vitoria, para entregarlo al Cuartel General

Varios días después, este mismo capitán vasco estaba cenando con Franco, su cuñado Serrano Suñer y su asesor político Fuste. En la sobremesa se comenta la caída de Bilbao. Serrano habla con Franco pero mirando a Manuel dice que deben retirarse los fueros y privilegios de los vascongados. El capitán Manuel se exalta y le grita a Serrano: "Parece mentira, don Ramón, que aconseje usted eso al Generalísimo. ¡Menuda les daría el general a los enemigos de España que están exiliados!. Ya lo dijo Calvo Sotelo....que en el País Vasco hay una minoría separatista... pero que en Madrid hay una gran mayoría de separadores. ¿Por qué va usted a castigar a la parte sana de las Vascongadas?. ¿No merecen respeto sus muertos por España...?."

Al Generalísmo, impávido, parece gustarle la discusión, ya que cuando baja la intensidad él azuza a alguna de las partes para que continuen. Así hasta la cuatro de la madrugada. Al final Franco cede a la presión de su cuñado.

El día 23 de Junio, San Juan, Franco deroga por decreto los conciertos económicos de Vizcaya y Guipúzcoa, como castigo poque se alzaron en armas contra el Movimiento Nacional. Mantiene, sin embargo, los de Navarra y Álava, las dos provincias que desde el principio estuvieron de su lado.

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