miércoles, 16 de marzo de 2011

El cañón del Colorado

Sugestivas leyendas,unidas a sueños de grandeza, fortuna y fama, inclinaron a muchos exploradores a acometer arriesgadas empresas en tierras difíciles. Una de esas leyendas, la de la existencia de als Siete Ciudades de Cíbola, de la cual había hablado Cabeza de Vaca, llamó la atención del virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza, quién organizó un nutrido grupo se adentrara en aquellos lares.

El elegido para encabezar la expedición fue el joven gobernador de Nueva Galicia (hoy Jalisco, Zacatecas y Aguascalientes, en México) Francisco Vázquez de Coronado, nacido hacía 28 años en Salamanca. Partió de Culiacán en 1540 al frente de un grupo de 300 españoles y más de 800 indígenas que llevaban consigo ganadería de cría, caballos y semillas. Tras alcanzar el río Yaqui y encarar el cauce seco del Mayo hasta Corazones, en el extremo sur del río Sonora, surgieron las primeras quejas de la tropa, puesto que aquellos caminos duros y ásperos no eran lo felices que esperaban.

En el valle de Sonora el ánimo mejoró, pues aquellas tierras eran fértiles, pero lo que vino luego no: el temible desierto de Gila, las montañas de Pina. Hambre y sed. Después de dos meses, llegaron al río Bermejo, estaban cerca de la primera ciudad de Cíbola. Pero lo que encontraron fue una mísera aldea de casas de adobe y techos de paja, los naturales vivían en condiciones poco menos que de supervivencia. Las casas les recordaron a algunas de los pueblos de España. Identificaron a los habitantes como “indios pueblo”.

Empeñado en localizar algo que mereciera la pena se conquistado o más bien colonizado, Vázquez de Coronado envió exploradores a investigar los alrededores. A los pocos días el capitán García López de Cárdenas vino con noticias: había localizado un profundo cañón por cuya base corría un poderoso río, al que, en un primer momento bautizaron como Tizón. Era el Cañón del Colorado.


Deseoso de hallar nuevas tierras, Coronado prosiguió a Acoma y, desde allí, al valle de Tiguex, atravesado por el río Grande. Tras un duro invierno la expedición se internó en Arkansas, entre las montañas Rocosas y el Mississippi, y alcanzó el sur de Nebraska. Pero allí no había oro, ni riquezas, ni siquiera pueblos.

Tras regresar a Tiguex para pasar el invierno de aquel año 1542, Coronado sufrió un accidente: su caballo se desbocó y fue a dar con sus huesos en el suelo golpeándose con fuerza la cabeza. Las lesiones fueron tan graves que no logró ya recuperarse del todo y mostraba evidentes signos de trastorno. Su estado y el fracaso de la empresa fueron determinantes a la hora de decidir el regreso. Al llegar a México fueron recibidos con frialdad, pues el gobernador le recriminó no haber colonizado el norte de México.

Fue destituido de sus cargos en 1545 y vivió retirado hasta su muerte en 1554 en México.

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