viernes, 27 de septiembre de 2019

Francis Drake, pirata I


Antecedentes familiares e infancia
 
Los Drake eran modestos campesinos que se establecieron en Devon (a fines del s. XV) en la abadía de Tavistock junto al río Tavy. Las rentas que se conseguían eran bajas, pero el monasterio daba muchos servicios “gratis”: hospital, contratos eventuales, hospicio, caridad, etc. Ésto permitía a muchas personas vivir con pocos ingresos.

Cuando Enrique VIII rompió con la Iglesia de Roma, en 1534, decidió expropiar los monasterios para vender sus tierras y conseguir efectivo para sus empresas exteriores.

Las condiciones de vida de los campesinos empeoraron, los nuevos propietarios querían cobrar mucho más dinero por sus alquileres y no ofrecían ninguna ventaja adicional. Eran tiempo duros

Edmund Drake pasó de ser un pequeño agricultor a esquilador de ovejas. En 1539 se casó con Anna Myllwaye, naciendo en 1540 Francis su primer hijo. Edmund, fue “indultado” en 1548 por robar con violencia (palos, cuchillos y espadas) un caballo por valor de 3 libras esterlinas (un valor altísimo para la época), y por robar a Roger Langiford 21 chelines y 7 peniques. En apenas dos semanas realizó dos atracos. No se sabe por qué ni cómo fue indultado, se sospecha de sobornos a los jueces.

Edmund abandonó a su familia y se marchó al condado de Kent. Donde llegó a coadjutor de la parroquia de Upchurch (a pesar de estar casado y tener 3 hijos), en los años de María Tudor (a partir de 1553) el reino volvía a ser católico. A la muerte de la Reina María el Reino volvió a ser protestante (1559), Edmund llegó a vicario, aunque al ser iletrado no podía dar sermones. Vemos que no lo importaba cambiar de credo religioso según fuera necesario (algo que hará también su hijo). Se cree que delató a muchos criptocatólicos de su vecindario. El futuro Drake endulzaría esta versión con un padre protestante fiel que tenía que huir perseguido por los vecinos católicos.

Mientras tanto, la madre y los tres hijos pasaban hambre y penurias en Plymouth, viviendo en un casco de barco abandonado. Edmund nunca volvió a ver a su familia ni a su lugar natal.

La familia abandonada, recordemos en 1548,  se acogió a la buena voluntad de un pariente próximo, William Hawkins, cuyo hijo, John, cuidaría de su primo pequeño (8 años) Francis.
Este Hawkins había tenido una patente de corso en 1544, apresando varios buques franceses y uno español (a pesar de ser aliados por ese tiempo). Por eso terminó en la cárcel, y ¿cual era la solución habitual? Sí, tuvo que pagar sobornos a la Corona para poder salir. Esos sobornos fueron cuantiosos, lo que le permitió presentarse ¡y ser elegido! diputado al Parlamento por Plymouth.

Al igual que su primo lejano, no tenía problemas en ser anglicano en Inglaterra, católico en España y Portugal, o calvinista en Holanda. Asistiendo con completa naturalidad a los oficios religiosos. 

Algo que Francis aprendería muy bien.
 

Años de aprendizaje

Los “merchant adventurers” se dedicaban al comercio legal y, cuando nadie miraba, al contrabando; tenían patente de corso, lo que les permitía atacar a los enemigos de su Rey; o directamente pirateaban buques pequeños sin importar la bandera que llevaran, todo junto y revuelto. Sin olvidar la trata, sin duda el negocio más rentable.

El principal problema estribaba en que Inglaterra era un pequeño país atrasado (en el conjunto de la Europa de la época) que no tenía mercaderías apreciadas por otras naciones. Y demandaban el vino, el cuero y la seda españolas. Pero la moneda inglesa era muy inferior a la española o portuguesa.

Durante el reinado de María Tudor, los ingleses tenían prohibido llegar hasta la Guinea portuguesa en busca de esclavos, pero eso no detenía a aquellos más atrevidos. Aunque, por el Tratado de Medina del Campo (1489), Inglaterra y España comerciaban en buena armonía. Los Hawkins tenían incluso un agente comercial en Tenerife, de donde conseguían cargas de azúcar y otros productos para Inglaterra. Allí asistían a los oficios religiosos católicos y se portaban exquisitamente. 

Cuando salían de los puertos canarios atacaban a barcos portugueses que iban hacia el sur (de Guinea a Brasil o vuelta). Ahí se dio cuenta Hawkins del enorme beneficio que supondría el comercio de esclavos con el Nuevo Mundo. Y tuvo una idea propia que le haría rico: organizaría una expedición propia para llevar esclavos de África a las posesiones españolas.

En 1552 partió de Plymouth una flotilla al mando de Hawkins: el “Salomon” de 140 toneles ingleses, el “Swalow” de 30, el “Jonas” de 40 y un cuarto de nombre desconocido. El joven Drake, de 12 años, iba a bordo de alguno como aprendiz.

Navegaron hasta Tenerife, allí contrató a un piloto español, porque no debemos olvidar que los ingleses de mediados del s. XVI no conocían apenas las grandes rutas del Atlántico, ellos sabían moverse por las aguas del Mar del Norte y del Canal de la Mancha; se dirigieron a Sierra Leona donde cargaron esclavos (algunos comprados y otros robados a los portugueses). Asaltaron un barco portugués, que fue enviado a Inglaterra con las mercancías capturadas. En ese barco volvió el joven Francis a casa. Hawkins, mientras tanto, puso rumbo al Caribe español y vendió los esclavos en La Española, volviendo a Inglaterra con un enorme beneficio. 

Los embajadores español y portugués presentaron denuncias por el contrabando. Consiguieron buenas palabras pero poco dinero en restitución. La Corona inglesa tenía mucho que ganar y, para el Rey español sólo era una pequeña molestia