Antecedentes familiares e infancia
Los
Drake eran modestos campesinos que se establecieron en Devon (a fines del s. XV) en
la abadía de Tavistock junto al río Tavy. Las
rentas que se conseguían eran bajas, pero el monasterio daba muchos servicios “gratis”:
hospital, contratos eventuales, hospicio, caridad, etc. Ésto permitía a muchas personas
vivir con pocos ingresos.
Cuando
Enrique VIII rompió con la Iglesia de Roma, en 1534, decidió expropiar los monasterios
para vender sus tierras y conseguir efectivo para sus empresas exteriores.
Las
condiciones de vida de los campesinos empeoraron, los nuevos propietarios querían
cobrar mucho más dinero por sus alquileres y no ofrecían ninguna ventaja
adicional. Eran
tiempo duros
Edmund
Drake pasó de ser un pequeño agricultor a esquilador de ovejas. En 1539 se casó
con Anna Myllwaye, naciendo en 1540 Francis su primer hijo. Edmund, fue “indultado” en 1548 por robar con violencia
(palos, cuchillos y espadas) un caballo por valor de 3 libras esterlinas (un valor altísimo para la época), y por robar a Roger Langiford 21 chelines y 7
peniques. En apenas dos semanas realizó dos atracos. No se
sabe por qué ni cómo fue indultado, se sospecha de sobornos a los jueces.
Edmund
abandonó a su familia y se marchó al condado de Kent. Donde llegó a coadjutor
de la parroquia de Upchurch (a pesar de estar casado y tener 3 hijos), en los años
de María Tudor (a partir de 1553) el reino volvía a ser católico. A la muerte de la Reina María el Reino volvió a ser protestante (1559), Edmund llegó a vicario, aunque al ser iletrado no podía dar
sermones. Vemos que no lo importaba cambiar de credo religioso según fuera
necesario (algo que hará también su hijo). Se cree que delató a muchos
criptocatólicos de su vecindario. El futuro Drake endulzaría esta versión con un padre
protestante fiel que tenía que huir perseguido por los vecinos católicos.
Mientras
tanto, la madre y los tres hijos pasaban hambre y penurias en Plymouth,
viviendo en un casco de barco abandonado. Edmund nunca volvió a ver a su
familia ni a su lugar natal.
La
familia abandonada, recordemos en 1548, se acogió a la buena voluntad de un pariente próximo,
William Hawkins, cuyo hijo, John, cuidaría de su primo pequeño (8 años)
Francis.
Este
Hawkins había tenido una patente de corso en 1544, apresando varios buques
franceses y uno español (a pesar de ser aliados por ese tiempo). Por eso terminó
en la cárcel, y ¿cual era la solución habitual? Sí, tuvo que pagar sobornos a la Corona para poder salir. Esos sobornos fueron cuantiosos, lo que le permitió presentarse ¡y ser
elegido! diputado al Parlamento por Plymouth.
Al igual que su primo lejano, no tenía
problemas en ser anglicano en Inglaterra, católico en España y Portugal, o
calvinista en Holanda. Asistiendo con completa naturalidad a los oficios
religiosos.
Algo que Francis aprendería muy bien.
Años de
aprendizaje
Los “merchant
adventurers” se dedicaban al comercio legal y, cuando nadie miraba, al contrabando; tenían patente de
corso, lo que les permitía atacar a los enemigos de su Rey; o directamente pirateaban buques pequeños sin importar la bandera que llevaran, todo
junto y revuelto. Sin olvidar la trata, sin duda el negocio más rentable.
El
principal problema estribaba en que Inglaterra era un pequeño país atrasado (en el conjunto de la Europa de la época) que no tenía
mercaderías apreciadas por otras naciones. Y demandaban el vino, el cuero y la
seda españolas. Pero la moneda inglesa
era muy inferior a la española o portuguesa.
Durante
el reinado de María Tudor, los ingleses tenían prohibido llegar hasta la Guinea
portuguesa en busca de esclavos, pero eso no detenía a aquellos más atrevidos.
Aunque, por el Tratado de Medina del Campo (1489), Inglaterra y España
comerciaban en buena armonía. Los Hawkins tenían incluso un agente comercial en Tenerife, de
donde conseguían cargas de azúcar y otros productos para Inglaterra. Allí
asistían a los oficios religiosos católicos y se portaban exquisitamente.
Cuando salían de los puertos canarios atacaban a barcos portugueses que iban hacia el sur
(de Guinea a Brasil o vuelta). Ahí se dio cuenta Hawkins del enorme beneficio que
supondría el comercio de esclavos con el Nuevo Mundo. Y tuvo una idea propia que le haría rico: organizaría una expedición propia para llevar esclavos de África a las posesiones españolas.
En 1552
partió de Plymouth una flotilla al mando de Hawkins: el “Salomon” de 140
toneles ingleses, el “Swalow” de 30, el “Jonas” de 40 y un cuarto de nombre
desconocido. El joven Drake, de 12 años, iba a bordo de alguno como aprendiz.
Navegaron
hasta Tenerife, allí contrató a un piloto español, porque no debemos olvidar que los ingleses de mediados del s. XVI no conocían apenas las grandes rutas del Atlántico, ellos sabían moverse por las aguas del Mar del Norte y del Canal de la Mancha; se dirigieron a Sierra
Leona donde cargaron esclavos (algunos comprados y otros robados a los portugueses).
Asaltaron un barco portugués, que fue enviado a Inglaterra con las mercancías
capturadas. En ese barco volvió el joven Francis a casa. Hawkins, mientras tanto, puso rumbo al Caribe español y vendió los esclavos en La
Española, volviendo a Inglaterra con un enorme beneficio.
Los embajadores español
y portugués presentaron denuncias por el contrabando. Consiguieron buenas palabras pero poco dinero en restitución. La Corona inglesa tenía mucho que ganar y, para el Rey español sólo era una pequeña molestia