miércoles, 24 de marzo de 2010

La conquista de la isla Tercera 1583

Felipe II ha sido nombrado Rey de Portugal y ya ha sido reconocido en todos los territorios del Imperio portugués, en el archipiélago de las Azores las islas de San Miguel y de Santa María han aceptado ya al nuevo monarca, y estando en tratos el resto de la población del archipiélago para someterse al nuevo monarca, aparece una pequeña escuadra francesa en la isla Tercera con 500 hombres de guerra y cartas acreditativas del pretendiente, el prior de Crato, prometiendo la próxima ayuda de una poderosa escuadra y 15.000 arcabuceros al mando de Felipe Strozzi, primo de la reina madre de Francia.

El ofrecimiento galo de ayuda, y el desbaratamiento del intento de D. Pedro Valdés -julio de 1581- consolidaba la esperanza de los partidarios del Prior en las Azores. Al año siguiente la campaña de D. Álvaro de Bazán consigue la victoria sobre la escuadra francesa de Strozzi, pero al retrasar el desembarco en la isla Tercera por el afán de proteger a la Flota de Indias que se acerca a la zona, un temporal propio de la época (principios del otoño) le impide el desembarco. El vencedor de los franceses se ve obligado a volver a Portugal con una importante victoria pero dejando las islas en poder de los seguidores del Prior de Crato.

Al enterarse de la derrota francesa, el pretendiente ordena a dos capitanes adictos y a uno francés que apresten cuatro naos y dos pataches con 400 hombres para que reduzcan a su obediencia a los habitantes de las islas de Cabo Verde. La expedición fracasa a pesar de contar con la ayuda de tres naos inglesas limitándose a apresar cuatro pesqueros y dos pataches portugueses antes de regresar con las manos vacías a la isla Tercera.

A principios del año 1583, el rey de Portugal, Felipe II da instrucciones al Marqués de Santa Cruz para anticiparse a la llegada a la Tercera de nueva ayuda francesa. La idea del rey es que las tropas partan antes de finalizar el mes de marzo. Se concentran en Lisboa 2 galeazas napolitanas, 12 galeras de España, 5 galeones, 17 naves mediterráneas, 7 naves cantábricas, 12 carabelas portuguesas y 7 barcazas de desembarco. Otras 7 naos gruesas, 12 pataches y 15 pinazas besugueras se estaban armando en los puertos del Cantábrico. Se van a incorporar 200 marineros de Cataluña y 400 de Génova para ser distribuidos entre los buques de la armada. En total, el Marqués de Santa Cruz dirigirá un centenar de embarcaciones de todas clases y unos 15.000 hombres de mar y guerra.

La armada de Bazán no estará lista para las fechas previstas, ni mucho menos, y la partida hacia las Azores no tendrá lugar hasta el 23 de junio, perdiéndose la ventaja que perseguía el rey de anticiparse a la llegada de ayuda francesa a la Tercera. En la última instrucción escrita por el Rey, fechada el 6 de junio en San Lorenzo del Escorial, ordena explícitamente la conquista de la isla más importante de las rebeldes, la Tercera. Aunque da como misión circunstancial la ocupación de las restantes si el tiempo lo permite.

Los franceses, mientras tanto,emprenden febrilmente intentos de organizar una nueva armada para vengar la afrenta del año pasado. Pero no existen en Francia buques en cantidad y calidad para medirse con los de la Armada española. Así que tiene que buscar ayuda en el Norte pero no consigue que los holandeses les apoyen a tiempo, sólo consigue 4 compañías de soldados ingleses, ya que la Reina Isabel no quiere enfrentarse directamente con el Rey Felipe. Incluso, el Rey Cristianísimo de Francia, pide ayuda al sultán turco. El almirante francés parte al mando de 15 buques, provistos de suficiente pólvora, munición, armas, instrumentos propios de la ingeniería militar y unas 100 pieza de artillería gruesa para reforzar la que ya está instalada en la Tercera. Unos 1.000 hombres de guerra se sumaran a los 500 soldados franceses que quedaban en la isla en el verano de 1582 después de la derrota de Strozzi. Según el Prior de Crato en la isla hay de 6.000 a 7.000 portugueses armados, que en los tres años de rebeldía contra Felipe II, han construido trincheras emplazado piezas de artillería a lo largo de la costa accesible desde el mar. Los partidarios del Prior tienen en total 31 navíos de todas clases para defenderse de los españoles, todos se mantendrán inactivos durante la acción de desembarco y caerán en poder de los vencedores.

El maestre de campo francés con unos 250 soldados franceses y más de 1.000 hombres bajo las órdenes del Conde de Torres Vedras seguirán por tierra los movimientos de la armada española, desplazándose por los viñedos paralelamente a la costa para contraatacar cuando los invasores pongan pie en tierra.

Por su parte, D. Alvaro de Bazán parte del estuario del Tajo el 23 de junio, al mando de 37 naves de ataque y defensa de otras 35 naves de transporte de tropas de desembarco. Catorce carabelas constituyen las fuerzas ligeras de descubierta, por último, 12 galeras serán las encargadas de batir con artillería las defensas costeras del sector de desembarco y remolcar las 29 barcazas de asalto hasta la playa. En total, parten de Lisboa 91 embarcaciones, con 684 cañones (562 de bronce y 122 de hierro colado) más 120 piezas artilleras en las galeras. La gente de guerra embarcada suma 8.841 hombres, a los que hay que añadir los 2.600 hombres del tercio de Agustín Iñiguez de Zárate estacionados en la isla de San Miguel desde el año anterior. La tropa embarcada es cuantitativamente poderosa, cualitativamente, la mejor de Europa.

El 13 de julio la armada está fondeada en la isla de San Miguel, hasta el 19 se dedican las actividades a distribuir la artillería de batir, municiones, los carros, mulos, e impedimenta en las barcas de desembarco. Se apresa a una embarcación que había salido en busca de información de la armada de D. Alvaro de Bazán, se convierten en informadores: localización de fuertes, lugares favorables para el desembarco, distribución de tropas, baterías y calibre de los cañones, etc.

Los vientos favorables permiten a toda la armada fondear frente a la villa de San Sebastian -a tres millas al sur de la ciudad de Plaia- entre el 23 y el 24 de julio. El día anterior han desertado tres naos francesas de la armada del pretendiente, el pánico cunde en la isla al conocerse el tamaño de la imponente armada de Bazán.

Don Alvaro de Bazán destaca un emisario a requerir la paz de parte del Rey, prometiendo la salida libre a los extranjeros con armas, banderas y equipajes. Pero el enviado es recibido con nutrido fuego salvando la vida de verdadera casualidad.

Después de este intento, la isla es reconocida en casi todo su litoral de forma minuciosa buscando la playa ideal para el desembarco. Después de un concienzudo estudio se decide desembarcar en una pequeña caleta junto a los Isleos, pero es una distracción pues se saben espiados por los partidarios del pretendiente; los maestres de campo han encontrado la cala de las Molas (Muelas) que se presta estupendamente para el desembarco, ya que sólo la defiende un fuerte con dos cañones y una trinchera de 3 metros de altura por 2,5 metros de ancho en un frente de 80 metros..

El día 25 de julio -festividad de Santiago- se dedican a los preparativos del desembarco. En la primera oleada de desembarco van 4.000 hombres en las distintas barcazas, al filo de la medianoche la gente está ya embarcada y las galeras listas para emprender la aproximación a la playa elegida, mientras que dos galeras se dirigen ala ciudad de Plaia para bombardearla. Al amanecer del día 26 D. Alvaro de Bazán embarca en la galera capitana, emprendiendo las 10 galeras la boga silenciosa hacia la cala de las Molas. Justo en la amanecida se largan los remolques y las galeras comienzan a batir la tierra con gran violencia. Los defensores son tomados por sorpresa, desde su trinchera sólo pueden hacer frente con fuego de arcabuces y mosquetes a los que desembarcan. Desde el fuerte, sólo un cañón responde a los asaltantes. La resaca dificulta el desembarco, pero no lo impide. Muchos soldados se lanzan al agua ya que la aglomeración de barcas impide el avance hasta la playa, Los primeros en llegar a tierra son el alférez Francisco de la Rúa, el capitán Luis de Guevara y el soldado Rodrigo de Cervantes quién envidia a su hermano que se batió en Lepanto perdiendo un brazo.
Los defensores son 50 franceses y 200 portugueses, se baten bien pero son superados por los correosos veteranos de los Tercios que asaltan la trinchera, los portugueses escapan, dejando solos a los franceses, que sufren 35 muertos. El asalto duró menos de media hora. Los españoles pudieron formar un escuadrón. Desde las posiciones enemigas próximas acuden refuerzos, pero el maestre de campo D. Francisco de Bobadilla ordena formar con rapidez las compañías, a medida que los hombres llegan a tierra.

Cuando llegan dos compañías francesas los españoles ya se encuadran por cuerpos y naciones, los defensores se ponen en una disposición defensiva a la espera de más tropas desde Plaia. Se reúnen así unos 1.000 hombres. Pero los españoles ya están lanzando la segunda oleada de barcazas que trae consigo la artillería de campaña. Los franceses tienen 8 piezas de artillería que hacen daño en las filas españolas, aunque las dificultades del terreno no permiten emplazarlas adecuadamente. Durante 16 horas los franceses resisten los ataques frontales de la infantería española, pero al final son embolsados por el tercio de Don Lope de Figueroa obligándoles a abandonar sus posiciones. Los españoles han sufrido 70 muertos y 300 heridos.

Recién finalizado este combate llegan las tropas portuguesas del Conde de Torres Vedras con sus 1.000 hombres y un rebaño de 300 ó 400 vacas para lanzarlas contra los españoles. Pero no llega a emplearse la vacada porque la noche se echa encima. Durante toda la noche los españoles permanecen en formación de combate, por si se produce un ataque. Al alba se ordena el avance hacía la villa de San Sebastián, que los franceses abandonan en retirada ordenada mientras que los portugueses se dispersan al contemplar aquella máquina militar en ordenado despliegue, que parece incontenible.

Para explotar el éxito, Bazán ordena forzar la marcha hacia Angra, y da orden a las galeras de que ataqune a los buques fondeados en la bahía para impedir que los franceses se hagan fuertes en la ciudad. Pero ésta y las naves se ocupan sin resistencia, porque dotaciones y habitantes han escapado hacia el interior de la isla con todas sus pertenencias. El saco de tres días concedido por el Marqués de Santa Cruz a su gente proporciona un botín bien escaso a los vencedores.

Los franceses se dirigen a la montaña de Nuestra Señora de Guadalupe, áspera y propicia para ordenar una tenaz resistencia. El gobernador portugués trata de resistir mientras tenga seguidores.

Al ver a portugueses y franceses tan desavenidos, el Marqués de Santa Cruz decide liquidar cuanto antes las resistencias de las otras islas rebeldes, delega la misión en D. Pedro de Toledo al mando de 12 galeras, 16 pinazas y varias embarcaciones menores, con 2.500 hombres de guerra. El 30 de julio toma las islas de San Jorge y Pico, desde ésta última parte la expedición contra la isla de Fayal, defendida por seis compañías de soldados franceses e ingleses, unos 600-700 hombres. El desembarco se produce el día 2 de agosto sin oposición. Se ordena el ataque contra el atrincheramiento del adversario rompiendo su resistencia y obligándole a la rendición. Cuatro navíos, 6 banderas, 54 cañones y munición en abundancia constituyen el botín de guerra.

Las islas Graciosa y Cuervo se someten sin oposición.

El almirante francés negocia la rendición con sus antiguos compañeros en Malta, Iñiguez de Zárate y D. Pedro de Padilla. El Marqués de Santa Cruz exige la rendición con armas y banderas, concediendo la conservación de sus armas a los mandos y oficiales.

El gobernador Silva, progresivamente abandonado por sus hombres, acaba por esconderse en los montes de la isla hasta que cae en manos de los españoles, siendo de inmediato juzgado y condenado a muerte por tirano, matador, alterador de las islas y recogedor de herejes. Otros catorce portugueses son ajusticiados por traidores; también mueren en la horca unos cuantos franceses y otros cien son condenados a galeras.

Como colofón debemos recoger la petición de don Alvaro de Bazán al Rey Felipe II, para preparar una expedición contra Inglaterra para el año siguiente, seguro del éxito que puede obtener un ejército tan armado y experimentado.

Desafortunadamente, el retraso en la expedición de Inglaterra y la muerte de Don Álvaro de Bazán privaron a la historia de una experiencia irrepetible

Tomado de: Ricardo Cerezo Martínez, Revista de Historia Naval, nº 3. Madrid 1983

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