En 1797, el contralmirante inglés, Horacio Nelson pretendía atacar Santa Cruz de Tenerife para someter las islas Canarias a la Corona Británica, como hito de paso en el camino desde la Gran Bretaña a las posesiones del Sur de África.
El Contralmirante Nelson contaba con 3 navíos de 74 cañones, Theseus, Culloden y Zealous, un navío de 50 cañones, Leader; 3 fragatas de 38 a 32 cañones, Emerald, Seahorse, Terpsichore y la bombardera capturada con anterioridad a los españoles, Rayo. Se organizó una fuerza de desembarco con 900 hombres para tomar la ciudad.
En un primer momento, Nelson tenía la idea de desembarcar en la playa de Valleseco (a unos tres kilómetros al norte de la ciudad), avanzar hasta el montículo conocido como Altura, atacar por la retaguardia el castillo de Paso Alto y con este triunfo en su mano negociar la rendición de la ciudad. Si no se conseguía la rendición inmediata de la ciudad se enviaría otra fuerza de desembarco contra la ciudad misma. Nelson, con la soberbia típica de los ingleses no contaba con que los españoles ofrecerían una resistencia eficaz.
Los buques ingleses fueron avistados en la noche del 21 al 22 de julio. Rápidamente se dio aviso al gobernador de Tenerife, el teniente general Gutiérrez, quién dio la orden de aprestar las defensas ante el inminente ataque. Se tocó a rebato en las iglesias de la isla y los ciudadanos y campesinos se unieron a sus respectivas milicias, pues las tropas regulares eran pocas.
En la madrugada del día 22 de julio, las fragatas inglesas se pusieron al pairo a cinco kilómetros de tierra y comenzaron a botar dos grupos de lanchas de desembarco. La primera, con 23 lanchas, se dirigió hacia el Bufadero, un barranco donde estarían desenfilados de los cañones de la fortaleza de Palo Alto; la segunda, 16 lanchas se dirigió hacia Santa Cruz para iniciar la segunda fase del plan previsto. Los defensores ya estaban alertas y pudieron rechazar a los atacantes causandoles algunas bajas. Los ingleses no pudieron progresar hasta Santa Cruz quedando varados en el Bufadero.
Hacía las diez de la mañana de ese mismo día 22, las fragatas inglesas fueron remolcadas por las lanchas hacia el Bufadero, desembarcando unos 1.000 hombres en la playa de Valleseco. Cuando iniciaron la marcha hacia el castillo de Paso Alto sólo pudieron tomar una pequeña cota pues pronto se encontraron entre el fuego de los defensores del castillo y de otras posiciones que los milicianos canarios habían fortificado apresuradamente. Los ingleses fracasaron en tomar el castillo de Paso Alto; además el teniente general Gutiérrez envió refuerzos para frenar a los ingleses en los pasos de Valleseco hacía Santa Cruz. Hubo un intercambio de fuego, al día siguiente 23 de julio, y debido a lo escabroso del terreno, a que los españoles los tenían pegados al terreno y sin posibilidad de maniobrar y a la carencia de fuego naval de apoyo, los ingleses iniciaron la retirada y reembarcaron en la noche del 23 de julio. El intento había resultado fallido.
En la mañana del 24 de julio, las fragatas inglesas levaron anclas y se apartaron de la costa. El gobernador, teniente general Gutiérrez no había estado de brazos cruzados, esperando un nuevo ataque, cambió el despliegue de sus tropas; en Paso Alto dejó un pequeño destacamento, y reforzó la defensa de la ciudad, del puerto y de las diversas instalaciones defensivas.
A la vista de sus dos fracasos, Nelson tomó la decisión de atacar Santa Cruz frontalmente, comandando en persona las tropas de desembarco, sería su lugarteniente el jefe de las tropas, teniente de navío Troubridge. La idea era simple: desembarcar en masa en el muelle, tomar el Castillo de San Cristóbal y desplegarse por la plaza de la Pila para ametrallar cualquier intento del pueblo llano.
Durante el día 24 ingleses prepararon el desembarco. Unos 700 soldados embarcaron en seis grupos de lanchas, 180 embarcaron en la balandra Fox y otros 80 lo hicieron en una goleta apresada a los españoles. A primera hora del día 25 de julio, aún oscuro, las lanchas de desembarco comenzaron a dirigirse hacia el muelle en completo silencio. Las lanchas iban cubiertas con lonas para evitar ser descubiertas, pero la fragata española San José las detectó y dio la alarma, siendo repetida por el castillo de Paso Alto. Las baterías hicieron fuego sobre los invasores, los ingleses rompieron la formación y la resaca ayudó a dispersar las fuerzas de asalto. Sólo tres grupos de lanchas pudieron llegar hasta el muelle, de los que solamente lograron desembarcar los hombres de cinco lanchas. El resto se estrelló contra las rocas, los supervivientes tuvieron que soportar el fuego de la artillería y la infantería españolas. En ese mismo momento, las baterías del puerto hicieron fuego sobre la Fox, causándole 97 muertos y gran cantidad de heridos: tal fue la cantidad de hierro recibido que, desmantelada, la balandra inglesa se fue a pique, perdiéndose mucho material y hombres.
Nelson iba en la cuarta lancha que llegó al muelle, pero al ir a desembarcar recibió un impacto procedente del cañón Tigre, que le destrozó el brazo, hubo de ser evacuado sin poner el pie en Tenerife. Los tres grupos de lanchas restantes fueron arrastrados por el mar, siendo castigados reciamente por la artillería. Algunos consiguieron llegar al sur de la ciudad. Unas pocas, mandadas por Troubridge, lo hicieron en la playa de la Caleta, y pudieron llegar a la plaza de la Pila, donde esperaron la llegada de los demás. La mayoría de las unidades restantes desembarcó en la playa de las Carnicerías, tuvieron cierto éxito en su avance hasta que fueron copados en la plaza de Santo Domingo. Troubridge, viendo que nadie acudía a apoyarle, se cansó de esperar y dirigió a sus hombres hacia Santo Domingo, donde fueron rodeados por los defensores, teniendo que refugiarse en el convento del mismo nombre.
El teniente Vicente Siera capturó al retén de cinco soldados ingleses que Troubridge había dejado en la Plaza de la Pila y los entregó al General Gutierrez, dándole también informes sobre la situación sobre el terreno, lo que levantó el ánimo de Gutiérrez quien estaba mal informado y creía que las cosas iban mal para los españoles. Gutiérrez movió sus fuerzas y fijó a los ingleses en sus posiciones. Mandó tropas para cubrir bien el muelle ante la posible llegada de refuerzos británicos y cerró aún más el cerco sobre el convento de Santo Domingo. Todos los intentos de los ingleses embarcados por ayudar a sus sitiados fueron infructuosos. El capitán Troubridge tuvo que negociar con Gutiérrez y logró una capitulación honrosa para sus hombres.
La rendición se firmó el día 25 y los más de 300 soldados británicos copados en Santo Domingo desfilaron hacía la Plaza de la Pila y reembarcaron en sus naves.
Epílogo
Los ingleses como buenos piratas saben como explicar lo adverso de las situaciones fijándose en lo accesorio. Nelson afirmó que había tenido que luchar contra 8.000 soldados españoles, cuando en Tenerife sólo había unos 1.500 milicianos. Culpó también a las mareas del desperdigamiento de sus lanchas de desembarco. Y como el capitán Troubridge consiguió una rendición honrosa y pudo reembarcar todas sus tropas, Nelson nunca reconoció este asalto a Tenerife como una derrota.
Según el parte rendido por Nelson a Jervis, tuvo un total de 349 bajas (44 muertos en combate, 177 ahogados, 5 desaparecidos y 123 heridos). Las bajas españolas se redujeron a 72 (32 muertos y 40 heridos). Si esta proporción no es suficiente podemos engrandecer la resistencia española con el número de tropas que combatieron. Por parte inglesa: 4.000 soldados, 5 navíos de 74 cañones, 3 fragatas de 36 cañones, una goleta apresada. Mientras que por parte española 1.700 milicianos (comerciantes, campesinos y ciudadanos que servían a tiempo parcial), 150 soldados españoles y franceses.
Por cierto, no nos olvidamos del brazo de Nelson, el cañón que lo dejó lisiado se conserva hoy día en el Museo Militar de Canarias, junto con otros objetos del asedio como la bandera del buque insignia HMS Emerald.
Cide Hamete
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