Hasta la mecanización de las naves, el viento era la principal fuente de energía junto con el trabajo humano. De ahí que marinos y navegantes han sido excelentes observadores y avezados predictores del tiempo atmosférico. La observación y el análisis de los vientos es algo antiquísimo. Sin duda fueron los marinos los auténticos pioneros en los estudios de la meteorología, sobre todo a partir de la época de los descubrimientos geográficos, en la era de los grandes navegantes.
El anticiclón de las Azores
Y el primero de los grandes navegantes sin duda algunas es Cristobal Colón. Al completar su primer viaje Colón descubrió el anticiclón de las Azores; en el viaje de ida se apoyó continuamente en los vientos alisios. En el viaje de regreso, se encaminó hacia el norte para apoyarse en los vientos del oeste, que corresponden al borde septentrional de la célula atlántica del cinturón de altas presiones del hemisferio norte.
Con nuestros conocimientos actuales nadie recomendaría hacer ese viaje en esa época del año, Colón tuvo mucha suerte con el tiempo atmosférico, sabemos que la amenaza de los terribles huracanes tropicales es muy alta en esos meses. Si se hubiese encontrado con un huracán, muy probablemente la historia se hubiera desarrollado de otra manera; la colonización del Nuevo Mundo quizá se hubiese retrasado un par de generaciones y se habría realizado de norte a sur dirigida por los anglosajones y escandinavos.
Después de descubrir varias pequeñas islas y llegar a Cuba, que Colón pensaba era parte occidental del Catay, se hacía necesario volver a Europa para dar cuenta de tantas y transcendentales noticias. Pero, las naves habían llegado con vientos favorables casi todo el camino; se hacía evidente que no podrían regresar por el mismo camino pues el camino se haría interminable a base de bordadas para luchar contra el viento. De nuevo surgió el genio inconmensurable de Colón; se fue al norte, seguro de encontrar vientos favorables para el retorno. Hoy sabemos que el primer viaje de Colón fue un completo rodeo del gran anticiclón de las Azores.
Mientras Colón al mando de la Niña arribaba a Santa María de las Azores, donde fue arrestado por el gobernador portugués, Martín Alonso, al mando de la Pinta realizó un viaje directo desde La Española hasta Bayona de Galicia. Los temporales, sin duda las borrascas atlánticas muy activas del final del invierno, batieron duramente a la nave. Pinzón llegó muy enfermo y extenuado. Salió para Palos y llegó el mismo día que Colón. Ya no levantaría cabeza y un par de semanas después fallecía de agotamiento. El primero de una serie de grandes nautas que lucharon como titanes contra el mar embravecido y al llegar a tierra firme y segura, murieron.
El anticiclón del Pacífico
Correspondería a Andrés de Urdaneta, nacido en Villafranca de Oria en 1508. Tendría catorce años cuando sucedió algo de gran resonancia en toda Europa, un día de septiembre llegó a Sanlúcar de Barrameda la nao Victoria, y de ella desembarcó un puñado de hombres, casi espectros, terriblemente demacrados. Al frente de ellos, Juan Sebastián Elcano. Finalizaba la primera vuelta al mundo; como premio algunos sacos de especias que se pagarán a precios fabulosos.
La disputa entre España y Portugal por el dominio de las Molucas está en todo lo alto, el arbitraje del Papa Alejandro VI presente serias dificultades. Ningún bando quiere dar su brazo a torcer. Las conversaciones bilaterales fracasan tanto en Elvas como en Badajoz. Al año siguiente, julio de 1523, zarpa de La Coruña una expedición precipitadamente preparada, son siete naves, al mando de Gofre de Loaysa, el piloto principal es Juan Sebastián Elcano, quien lleva un paje llamado Andrés de Urdaneta.
Después de recorrer el golfo de Guinea, descubriendo la isla de Anobón, ponen rumbo al Estrecho de Magallanes que empezaran a cruzar en abril de 1524. Por fin, en junio, la escuadra tiene ante sí el infinito Pacífico, que no hace honor a su nombre porque el mismo día 2 una terrible tempestad dispersará definitivamente la flota. Tan sólo un navío, el de mayor porte, Santa María de la Victoria, llegará a las Molucas, tras quince meses terribles.
Comienza una nueva lucha, los portugueses están sólidamente asentados en Malaca. Los españoles, un sólo barco maltrecho, se disponen a la batalla. Cuando los españoles ponen pie en la isla de Gilolo, el jefe de la expedición es Zarquizano, ya que Loaysa ha muerto tres meses antes y, pocos días después, el 6 de agosto, fallece también Juan Sebastián de Elcano. Urdaneta se ha revelado como un navegante experimentado, soldado terrible y como un habilísimo interlocutor con los indígenas. Estos españoles se mantuvieron en las Molucas durante cinco años sin refuerzos, apoyándose únicamente en los reyezuelos indígenas en su lucha contra los portugueses. Hoy no nos vamos a centrar en la increible aventura la expedición a las Molucas, sino en como se descubrió el régimen de vientos que permitió realizar el denominado Tornaviaje desde las Molucas hasta Méjico.
En los treintas años siguientes hubo numerosos intentos fallidos para alcanzar Méjico desde Filipinas: fracasa Grijalva en 1536; en 1543 también el descubridor de las islas del Coral, López de Villalobos, recorre 700 leguas en dos meses y medio, y al no poder seguir, las retrocede en sólo trece días. En 1545 falla también Iñigo López de Retes. Un correo desde Filipinas a Méjico habría de pasar por el cabo de Buena Esperanza y por España: más de dos años, sin contratiempos.
Mientras tanto, Urdaneta ha vuelto a España dando la vuelta al mundo, es un consumando navegante, cosmógrafo y político. Marcha a Méjico donde viste el hábito de San Agustín. Se propone al joven rey Felipe II una expedición a Filipinas, cinco años duran los preparativos. El 21 de noviembre de 1564 zarpa la expedición casi toda pagada por Legazpi, siendo el piloto mayor Andrés de Urdaneta, con 56 años, un anciano para la época. Descubren las islas Marshall, y en enero tocan en una isla que Urdaneta llama Guam. Poco después tocan y exploran las Filipinas, así llamadas en honor del rey de Castilla y Aragón. El viaje no ha tenido grandes problemas en el recorrido de ida. Pero, ¿y la vuelta?. Hasta ahora todos han fracasado.
Aquí vino la genial intuición de Andrés de Urdaneta; tuvo la luminosa idea de volver a Méjico, no por el camino de ida, sino desviándose hacia el norte, donde esperaba encontrar vientos del oeste, semejantes a los que encontró Colón en su regreso. Y el 9 de junio, zarpa con la nave San Pedro rumbo a Nueva España, pero dirigiéndose hacia el Norte. El 22 de agosto está ya a 34º N. Llegan hasta casi 40º N, a mediados de septiembre están ya bajando por las costas americanas y al amanecer el primero de octubre, están frente al puerto mejicano de Navidad.
Así quedó descubierta la circulación de los vientos en el anticiclón del Pacífico, al quedar comprobado que, en bajas latitudes reinaban vientos del este, y de poniente en latitudes superiores, cerrándose así la circulación de una célula anticiclónica, en la que los vientos siguen en nuestro hemisferio el giro de las agujas del reloj.
Como curiosidad podemos decir que a partir de este descubrimiento los mapas empezaron a mostrar ilustraciones de barcos que recibían el viento desde poniente cuando aparecían dibujados lejos del Ecuador, mientras que antes todos los barcos recibían el viento desde Levante
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