En el año 1873 la ciudad de Cartagena se separó de la Primera República Española y se constituyó en Cantón independiente. Este insólito hecho fue posible debido a dos circunstancias: en primer lugar, por la situación de absoluto descontrol que existió en nuestro país durante su primera experiencia republicana y, en segundo, por el poder militar de los sublevados, que contaban con una buena parte de los buques de la Armada y con el Arsenal y las inexpugnables fortificaciones de la ciudad.
Durante los seis meses que duró la aventura, el Gobierno de Cartagena negoció con embajadas de otros estados europeos y americanos, organizó expediciones militares que ocuparon ciudades próximas y atacó puertos y embarcaciones utilizando su escuadra. Además, crearon una nueva bandera cantonal, acuñaron moneda propia, redujeron la jornada laboral hasta ocho horas y establecieron la enseñanza gratuita y obligatoria.
La
Revolución Cantonal
La
Primera República se proclamó el 11 de febrero de 1873 tras la
dimisión del rey Amadeo de Saboya. Los primeros meses del nuevo
gobierno, presidido por Estanislao Figueras, fueron muy complicados
debido a la crisis económica, los intentos de golpes de estado y los
dos conflictos bélicos que asolaban España: la Guerra Carlista y la
Guerra Grande de Cuba. Celebradas unas elecciones legislativas en el
mes de mayo, las Cortes proclamaron la República Federal e iniciaron
la redacción de la Constitución. El nuevo Presidente, el
federalista Pi i Margall, impulsó estos trabajos con la idea de que
España se transformara en una República Federal constituida por
diecisiete Estados soberanos, incluidos Cuba y Puerto Rico, que
dispondrían de su propia norma fundamental y órganos de gobierno, a
semejanza de los cantones suizos.
La tardanza en la aprobación
de la Constitución originó que los impacientes y más
intransigentes de los republicanos federales se sublevaran, hacia el
12 de julio de 1873, creándose casi treinta cantones independientes
a lo largo y ancho de la geografía nacional. La ideología en la que
se basaba este movimiento era de naturaleza confederal: los cantones,
plenamente independientes, se asociarían de forma voluntaria para
constituir, en un momento posterior, la Federación Española.
Los
cantones más importantes por su actividad fueron los de Almansa,
Loja, Sevilla, Málaga, Cádiz, Tarifa, Murcia y Cartagena. Como la
ideología del presidente Pi i Margall coincidía, en buena medida,
con la de los sublevados, no quiso ordenar la represión del
movimiento y dimitió de su cargo el día 18 de julio (si yo fuera
aficionado a las pseudociencias qué no diría de este santo día).
Sin embargo, Nicolás Salmerón, su sucesor en la presidencia de la
República, tomó la decisión de enviar dos divisiones del Ejército,
bajo el mando de los generales Pavía y Martínez Campos, para
conquistar las ciudades y pueblos rebeldes de Valencia, Murcia y
Andalucía; objetivo que se logró entre los últimos días del mes
de julio y la primera semana de agosto de 1873, excepto en el caso de
Cartagena.
El
Cantón de Cartagena
Algunas
semanas antes, los republicanos federales de Cartagena proclamaron el
Cantón colocando una bandera roja en el castillo de San Julián el
12 de julio de 1873. Además, ocuparon el Ayuntamiento, el Arsenal y
las baterías costeras que protegían la ciudad, consiguiendo el
apoyo de las tripulaciones de la importante flota de guerra que tenía
como base de operaciones su puerto -cinco fragatas, dos vapores y una
corbeta-. La bandera roja que ondeaba en el castillo de San Julián
originó una conocida anécdota: el Capitán General del Departamento
de Cartagena, que era fiel a la República, remitió un telegrama al
Ministro de Marina con el siguiente contenido:
"El castillo de San Julián enarbola bandera turca". Era
lógico el desconocimiento de aquel militar, puesto que ésta fue la
primera vez que aparecía en la historia de España la bandera roja
revolucionaria.
Las autoridades cantonales permitieron
caballerosamente que los oficiales del Ejército y de la Armada, que
no apoyaban la sublevación, abandonaran Cartagena. También debe
destacarse que prohibieron con firmeza los actos contrarios a la
Iglesia y los excesos revolucionarios. El gobierno del Cantón
recayó, primero, en una Junta Cantonal que tenía competencia sobre
el territorio de Cartagena. Pocos días después, y como consecuencia
de la derrota del resto de localidades sublevadas, se constituyó el
Gobierno Provisional de la Federación Española, es decir, el
teórico Gobierno de España. En septiembre de 1873 dimitió este
ejecutivo y sus antiguos miembros se refundieron con la Junta
Cantonal en la Junta Soberana de Salvación. Dentro de estos órganos,
los líderes más destacados del movimiento fueron el guerrillero y
diputado Antonio Gálvez, el filósofo y político Roque Barcia y el
general Contreras.
Desde los primeros días, las autoridades
del Cantón decidieron utilizar las unidades militares y navales, que
tenían a su disposición, para extender la revolución a otras
ciudades y conseguir recursos para su Hacienda. En ejecución de este
plan, los buques cantonales surcaron las aguas levantinas hasta
Alicante, Torrevieja, Águilas, Mazarrón, Vera y Almería. Cuando
llegaron a los puertos de estas poblaciones utilizaron su poderosa
artillería para exigir que se constituyeran en cantones. En
ocasiones, y ante la negativa de las autoridades a secundar su
movimiento, bombardearon diversos edificios y se apoderaron de las
mercancías de las embarcaciones capturadas en los puertos o en mar
abierto.
Ante esta situación, el Gobierno de la República
dictó un Decreto el 20 de julio de 1873 en virtud del cual se
declaraba piratas a los tripulantes de las fragatas y demás unidades
de la escuadra cantonal. Aterrorizados por la situación en el
Mediterráneo, los ejecutivos de Inglaterra y Alemania enviaron
poderosos navíos para vigilar a estos modernos bucaneros. Como
respuesta, el ofendido Gobierno Cantonal dictó otro decreto que, a
su vez, declaraba reos de traición al Presidente y a todos los
ministros de la República. Amparándose en el Decreto de 20 de
julio, el buque alemán Friedrich Carl capturó al vapor de guerra
cantonal Vigilante, que enarbolaba la bandera roja y que acababa de
recaudar 80.000 reales en Torrevieja para la causa
revolucionaria.
Los gobernantes de Cartagena no
aprendieron de la experiencia anterior y enviaron su flota con la
misión de seguir obteniendo recursos y propagar sus ideas. De esta
forma, tras bombardear Almería, las fragatas Vitoria y Almansa
navegaron hacia Málaga, pero se encontraron en su camino con varios
barcos ingleses y alemanes que las apresaron el 1 de agosto.
Finalmente, las embarcaciones fueron devueltas al Gobierno de la
República en Gibraltar e incorporadas a la Armada española.
Por
lo que se refiere a las expediciones terrestres, el Ejército
cantonal, compuesto por unos 2.000 hombres, llevó a cabo varias
incursiones en las que atacaron los municipios de Hellín, Orihuela y
Lorca. Estas operaciones militares concluyeron el 15 de agosto
cuando, tras la batalla de Chinchilla, el Ejército español se
presentó ante Cartagena y sometió la ciudad a un asedio que se
alargaría durante cinco meses.
La declaración de
independencia de Cartagena en 1873, y los demás sucesos que allí
sucedieron, pueden parecer a primera vista un auténtico
despropósito. Sin embargo, este hecho histórico resulta más
comprensible si se enmarca en la lucha entre los partidarios de un
sistema confederal y los defensores de un estado unitario durante el
convulso periodo de la Primera República. La utilización de los
barcos para las correrías por el Mediterráneo o las expediciones
militares fueron, al fin y al cabo, actuaciones encaminadas a
conseguir la victoria sobre el otro bando en el tercer conflicto
bélico que soportaba España en ese momento -la Guerra Cantonal-.
Igualmente, la adopción de medidas de gran calado en materia laboral
y educativa, adoptadas en Cartagena, hay que entenderlas en el
contexto de que allí residía un gobierno que pretendía extender su
actuación sobre todo el territorio español. Finalmente, es digno de
resaltar que los cantonales no cometieron los asesinatos, represalias
y actos vandálicos que fueron desgraciadamente habituales en este
tipo de revoluciones en los siglos XIX y XX.
Un
final sentimental
Antonio
Alfaro Giménez fue uno de los condenados a muerte tras la rendición
de los sublevados. En efecto, Antonio Alfaro fue diputado al Congreso
Nacional por el Partido Republicano Federal, por la circunscripción
de Hellín, y participó en los debates sobre la Constitución del
año 1873. Luego, fue una de las personas que convenció al batallón
de Mendigorría para que desertara del Ejército español y acudiera,
desde la provincia de Albacete, a defender Cartagena. Asimismo,
participó en la expedición militar que atacó Hellín y soportó el
asedio del Cantón hasta su rendición. En ese crítico momento,
consiguió escapar a Argelia embarcado en la fragata Numancia, junto
al resto de autoridades de Cartagena. Gracias a ello, no se pudo
ejecutar la sentencia de muerte que pesaba sobre él y volvió a su
casa de Yeste en el año 1877.
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