domingo, 15 de enero de 2012

El Cantón de Cartagena

Introducción


En el año 1873 la ciudad de Cartagena se separó de la Primera República Española y se constituyó en Cantón independiente. Este insólito hecho fue posible debido a dos circunstancias: en primer lugar, por la situación de absoluto descontrol que existió en nuestro país durante su primera experiencia republicana y, en segundo, por el poder militar de los sublevados, que contaban con una buena parte de los buques de la Armada y con el Arsenal y las inexpugnables fortificaciones de la ciudad. 



Durante los seis meses que duró la aventura, el Gobierno de Cartagena negoció con embajadas de otros estados europeos y americanos, organizó expediciones militares que ocuparon ciudades próximas y atacó puertos y embarcaciones utilizando su escuadra. Además, crearon una nueva bandera cantonal, acuñaron moneda propia, redujeron la jornada laboral hasta ocho horas y establecieron la enseñanza gratuita y obligatoria. 


La Revolución Cantonal

La Primera República se proclamó el 11 de febrero de 1873 tras la dimisión del rey Amadeo de Saboya. Los primeros meses del nuevo gobierno, presidido por Estanislao Figueras, fueron muy complicados debido a la crisis económica, los intentos de golpes de estado y los dos conflictos bélicos que asolaban España: la Guerra Carlista y la Guerra Grande de Cuba. Celebradas unas elecciones legislativas en el mes de mayo, las Cortes proclamaron la República Federal e iniciaron la redacción de la Constitución. El nuevo Presidente, el federalista Pi i Margall, impulsó estos trabajos con la idea de que España se transformara en una República Federal constituida por diecisiete Estados soberanos, incluidos Cuba y Puerto Rico, que dispondrían de su propia norma fundamental y órganos de gobierno, a semejanza de los cantones suizos.

La tardanza en la aprobación de la Constitución originó que los impacientes y más intransigentes de los republicanos federales se sublevaran, hacia el 12 de julio de 1873, creándose casi treinta cantones independientes a lo largo y ancho de la geografía nacional. La ideología en la que se basaba este movimiento era de naturaleza confederal: los cantones, plenamente independientes, se asociarían de forma voluntaria para constituir, en un momento posterior, la Federación Española. 

Los cantones más importantes por su actividad fueron los de Almansa, Loja, Sevilla, Málaga, Cádiz, Tarifa, Murcia y Cartagena. Como la ideología del presidente Pi i Margall coincidía, en buena medida, con la de los sublevados, no quiso ordenar la represión del movimiento y dimitió de su cargo el día 18 de julio (si yo fuera aficionado a las pseudociencias qué no diría de este santo día). Sin embargo, Nicolás Salmerón, su sucesor en la presidencia de la República, tomó la decisión de enviar dos divisiones del Ejército, bajo el mando de los generales Pavía y Martínez Campos, para conquistar las ciudades y pueblos rebeldes de Valencia, Murcia y Andalucía; objetivo que se logró entre los últimos días del mes de julio y la primera semana de agosto de 1873, excepto en el caso de Cartagena.

El Cantón de Cartagena

Algunas semanas antes, los republicanos federales de Cartagena proclamaron el Cantón colocando una bandera roja en el castillo de San Julián el 12 de julio de 1873. Además, ocuparon el Ayuntamiento, el Arsenal y las baterías costeras que protegían la ciudad, consiguiendo el apoyo de las tripulaciones de la importante flota de guerra que tenía como base de operaciones su puerto -cinco fragatas, dos vapores y una corbeta-. La bandera roja que ondeaba en el castillo de San Julián originó una conocida anécdota: el Capitán General del Departamento de Cartagena, que era fiel a la República, remitió un telegrama al Ministro de Marina con el siguiente contenido: "El castillo de San Julián enarbola bandera turca". Era lógico el desconocimiento de aquel militar, puesto que ésta fue la primera vez que aparecía en la historia de España la bandera roja revolucionaria.

Las autoridades cantonales permitieron caballerosamente que los oficiales del Ejército y de la Armada, que no apoyaban la sublevación, abandonaran Cartagena. También debe destacarse que prohibieron con firmeza los actos contrarios a la Iglesia y los excesos revolucionarios. El gobierno del Cantón recayó, primero, en una Junta Cantonal que tenía competencia sobre el territorio de Cartagena. Pocos días después, y como consecuencia de la derrota del resto de localidades sublevadas, se constituyó el Gobierno Provisional de la Federación Española, es decir, el teórico Gobierno de España. En septiembre de 1873 dimitió este ejecutivo y sus antiguos miembros se refundieron con la Junta Cantonal en la Junta Soberana de Salvación. Dentro de estos órganos, los líderes más destacados del movimiento fueron el guerrillero y diputado Antonio Gálvez, el filósofo y político Roque Barcia y el general Contreras.

Desde los primeros días, las autoridades del Cantón decidieron utilizar las unidades militares y navales, que tenían a su disposición, para extender la revolución a otras ciudades y conseguir recursos para su Hacienda. En ejecución de este plan, los buques cantonales surcaron las aguas levantinas hasta Alicante, Torrevieja, Águilas, Mazarrón, Vera y Almería. Cuando llegaron a los puertos de estas poblaciones utilizaron su poderosa artillería para exigir que se constituyeran en cantones. En ocasiones, y ante la negativa de las autoridades a secundar su movimiento, bombardearon diversos edificios y se apoderaron de las mercancías de las embarcaciones capturadas en los puertos o en mar abierto.

Ante esta situación, el Gobierno de la República dictó un Decreto el 20 de julio de 1873 en virtud del cual se declaraba piratas a los tripulantes de las fragatas y demás unidades de la escuadra cantonal. Aterrorizados por la situación en el Mediterráneo, los ejecutivos de Inglaterra y Alemania enviaron poderosos navíos para vigilar a estos modernos bucaneros. Como respuesta, el ofendido Gobierno Cantonal dictó otro decreto que, a su vez, declaraba reos de traición al Presidente y a todos los ministros de la República. Amparándose en el Decreto de 20 de julio, el buque alemán Friedrich Carl capturó al vapor de guerra cantonal Vigilante, que enarbolaba la bandera roja y que acababa de recaudar 80.000 reales en Torrevieja para la causa revolucionaria. 

Los gobernantes de Cartagena no aprendieron de la experiencia anterior y enviaron su flota con la misión de seguir obteniendo recursos y propagar sus ideas. De esta forma, tras bombardear Almería, las fragatas Vitoria y Almansa navegaron hacia Málaga, pero se encontraron en su camino con varios barcos ingleses y alemanes que las apresaron el 1 de agosto. Finalmente, las embarcaciones fueron devueltas al Gobierno de la República en Gibraltar e incorporadas a la Armada española.

Por lo que se refiere a las expediciones terrestres, el Ejército cantonal, compuesto por unos 2.000 hombres, llevó a cabo varias incursiones en las que atacaron los municipios de Hellín, Orihuela y Lorca. Estas operaciones militares concluyeron el 15 de agosto cuando, tras la batalla de Chinchilla, el Ejército español se presentó ante Cartagena y sometió la ciudad a un asedio que se alargaría durante cinco meses.

La declaración de independencia de Cartagena en 1873, y los demás sucesos que allí sucedieron, pueden parecer a primera vista un auténtico despropósito. Sin embargo, este hecho histórico resulta más comprensible si se enmarca en la lucha entre los partidarios de un sistema confederal y los defensores de un estado unitario durante el convulso periodo de la Primera República. La utilización de los barcos para las correrías por el Mediterráneo o las expediciones militares fueron, al fin y al cabo, actuaciones encaminadas a conseguir la victoria sobre el otro bando en el tercer conflicto bélico que soportaba España en ese momento -la Guerra Cantonal-. Igualmente, la adopción de medidas de gran calado en materia laboral y educativa, adoptadas en Cartagena, hay que entenderlas en el contexto de que allí residía un gobierno que pretendía extender su actuación sobre todo el territorio español. Finalmente, es digno de resaltar que los cantonales no cometieron los asesinatos, represalias y actos vandálicos que fueron desgraciadamente habituales en este tipo de revoluciones en los siglos XIX y XX. 

Un final sentimental

Antonio Alfaro Giménez fue uno de los condenados a muerte tras la rendición de los sublevados. En efecto, Antonio Alfaro fue diputado al Congreso Nacional por el Partido Republicano Federal, por la circunscripción de Hellín, y participó en los debates sobre la Constitución del año 1873. Luego, fue una de las personas que convenció al batallón de Mendigorría para que desertara del Ejército español y acudiera, desde la provincia de Albacete, a defender Cartagena. Asimismo, participó en la expedición militar que atacó Hellín y soportó el asedio del Cantón hasta su rendición. En ese crítico momento, consiguió escapar a Argelia embarcado en la fragata Numancia, junto al resto de autoridades de Cartagena. Gracias a ello, no se pudo ejecutar la sentencia de muerte que pesaba sobre él y volvió a su casa de Yeste en el año 1877.

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