Un hidalgo medieval con pies ligeros
Hacia el año 1436, Pero Tafur era un hidalgo dueño de una gran fortuna material y con gran formación cultural. Residió durante muchos años en Sevilla, aunque no se sabe si nació allí.
Abandonó su vida acomodada para lanzarse a las distancias y recorrer sin descanso Europa, el Mediterráneo y los países del norte de África en cuatro viajes. Dejó para la posteridad un las obras maestras de la literatura de viajes medieval: Las andanzas de un hidalgo español, narrando con un estilo refinado y un explícito sentido del humor sus experiencias.
A pesar de que partió de Sanlúcar de Barrameda en el otoño de 1436, este hidalgo no era embajador ni comerciante sino un entusiasta de la idea de ver mundo, tomó como base la ciudad italiana de Venecia, desde donde inició una obligada peregrinación a Roma, no sin antes visitar Génova y Pisa. En un segundo viaje marchó hacia Oriente embarcado en una nave de peregrinos cuyo destino era la ciudad de Jaffa, en Tierra Santa. Durante tres semanas Tafur se adentró en los santos lugares anotando con fruición cuanto veía, para regresar después a Jaffa y tomar camino hacia Beirut, desde donde embarcó a Chipre. Allí le fue encargada una embajada al sultán de Egipto y desde allí alcanzó el desierto del Sinaí y las orillas del mar Rojo, para regresar a El Cairo y Alejandría y reembarcar hacia Chipre con los resultados de su empresa diplomática, y partir de allí a Constantinopla, no sin antes excursionar a Adrianópolis (enclave fundado por Adriano, el emperador romano nacido en Itálica) o Crimea.
Tras visitar Constantinopla y dar cuenta de sus costumbres, así como de sus monumentos, regresó a Venecia, adonde llegó en el año 1438.
En su libro, Tafur mostró un gran interés por dar a conocer lo “diferente”, realizando comparaciones de ciudades con otras de las que podrían ser mejores conocedores los lectores, en un momento en que esto no era lo habitual entre los escritores de culturas ajenas a la propia. Una de sus intenciones era dar a conocer a las potencias occidentales las costumbres de los pueblos considerados como enemigos de la cristiandad, ensalzando sus labores y logros, pero también deteniéndose en los puntos débiles de los mismos; especialmente en lo concerniente a la organización militar y defensiva, que podría ser en un futuro aprovechados en caso de conflicto armado.
En Ferrara se entrevistó con el papa, al que dio breve cuenta de sus andanzas, para posteriormente visitar al emperador de Constantinopla, que también se encontraba en aquella ciudad italiana. Tafur fue luego a Parma y Milán antes de iniciar un nuevo viaje, el tercero, este con rumbo a los países al norte de los Alpes, una frontera natural difícil de cruzar, en especial en los meses del crudo invierno. Que esta estación no mermó el ánimo del sevillano lo demuestra el hecho que hizo construir un trineo tirado por bueyes. Así, consiguió cruzar el Paso de San Gotardo y llegar a Basilea. Descansó unos días y se dirigió a Estrasburgo y después a Flandes, no sin antes darse unos baños calientes en Baden. Posteriormente acudió a la famosa feria de comercio de Frankfurt y pasó un tiempo en Colonia, de la que dijo que era la ciudad más rica de Alemania. Vuelto a Basilea se dirigió a Constanza y Breslau, con paradas en Ulm y Nüremberg, tras lo cual regresó a Ferrara, haciendo escala en Viena.
Su cuarto viaje y último fue el que supuso su regreso a España, pero no por la vía rápida, pues aún tenía mucho que ver y que anotar. Así que de Ferrara viajó a Florencia, pasando por Venecia, Vicenza y Verona; su curiosidad le hizo detenerse en Bolonia y, de nuevo, en Ferrara, desde donde volvió a Venecia. En la ciudad de los canales esperó durante un mes un embarque apropiado hasta que, al fin, una nave de Sicilia lo llevó por el Adriático parando en todas las ciudades importantes de la ruta comercial hasta parar en Messina, contemplar el volcán Strómboli desde las islas Lipari, rodear completamente Sicilia y toparse con el majestuoso volcán Etna. Malos vientos empujaron su nave hasta África, Túnez, desde donde llegó a la isla de Cerdeña, última etapa, esta vez sí, de su regreso a España.
La línea recta es el camino más corto entre dos puntos, pero como podría decirnos Pero Tafur no siempre es el mejor.
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