Fernando de Magallanes descubrió las Islas Filipinas en los inicios del mes de abril de 1521, pero él mismo y buena parte de sus compañeros de viaje murieron a manos de los reyezuelos de Cebú y Mactán. Los supervivientes huyeron apresuradamente, regresando a España solamente dieciocho hombres al mando de Juan Sebastián Elcano. Tras otras tres expediciones desgraciadas en 1525, 1527 y 1542, Luis López de Legazpi logró la conquista del archipiélago en 1565.
El sistema tributario vigente en estas islas, durante los tres siglos de dominación española, fue sustancialmente diferente del que existió en la península ibérica. Las causas que justificaron esta discrepancia fueron la enorme distancia a la metrópoli y las particulares circunstancias sociales y económicas del aquel territorio.
De esta forma, todavía a mediados del siglo XIX, el régimen fiscal filipino se fundamentaba sobre el "tributo". Este era un impuesto o capitación que abonaba cada persona una vez al año y cuya cuantía se fijaba en función de la raza y de otra serie de variadas circunstancias. Así, en primer lugar, los filipinos pagaban "el tributo de naturales", que ascendía a diez reales anuales como norma general, si bien los habitantes conversos de determinadas misiones tenían el privilegio de contribuir solamente con cuatro o los habitantes de ciertas islas -Ilocos, Pangasinan, Abra, etc.- la desventura de pagar doce.
Por su parte, los chinos estaban sujetos a la "capitación de chinos". Dentro de ella existían cuatro categorías de contribuyentes según su riqueza personal, graduándose las cuotas entre los ciento veinte pesos anuales de los más pudientes y los doce pesos de los jornaleros.
A continuación, los mestizos, que eran los hijos de los chinos, aportaban veinte reales cada ejercicio. Desde la Administración española se justificaba que la cuota del tributo fuera mayor para los chinos y los mestizos alegando que los miembros de esa raza tenían una mayor capacidad contributiva, puesto que eran más activos que los filipinos y monopolizaban una parte importante del comercio.
Finalmente, el "reconocimiento de tribus infieles" era el tributo que satisfacían, en concepto de vasallaje, los habitantes que no se habían convertido al cristianismo. La cuota tributaria oscilaba entre un real y medio y diez reales por cada dos personas, en función de las tribus y de las diferentes islas.
Las diferencias raciales, a la hora de pagar el tributo, desaparecieron en el año 1884 para los naturales y los mestizos, pero la legislación específica siguió aplicándose a los chinos y los infieles hasta el final de siglo XIX.
Por lo que se refiere a los españoles, estaban sujetos a los"diezmos prediales". Dicha figura sometía a tributación la producción de arroz, trigo, añil y azúcar. De forma parecida, la minería y la extracción de perlas eran gravadas, en una quinta parte de su producción, por los "quintos reales o de oro".
A lo largo de varios siglos, las Islas Filipinas sufrieron frecuentes ataques de los piratas musulmanes. Con la finalidad de proteger la navegación y las costas de este peligro se estableció la "contribución de vintas", que era una exacción que se recaudaba para construir y mantener unas embarcaciones defensivas, denominadas "vintas".
En la parte más lúdica del sistema fiscal, el "ramo de gallos" se configuraba como un impuesto indirecto que gravaba las entradas a los locales donde se celebraban peleas de gallos.
Esta breve relación de tributos filipinos puede concluir mediante la descripción de la "renta estancada del anfión". Aunque el consumo del opio, o"anfión", estaba radicalmente prohibido en las Islas Filipinas, era muy difícil evitar que se fumase entre la importante colonia china. Por este motivo, y tras algunas vacilaciones morales, se instauró su renta estancada, permitiéndose que en una casa de Manila se reunieran los chinos, a partir de 1847, para consumir opio y dedicarse al juego.
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