Allá por
el año 776 d. C. la hegemonía en la Europa occidental se la
disputaban dos grandes potencias: la cristiana y la musulmana, con
sus centros de poder en Aquisgrán y Córdoba, respectivamente
Carlomagno y Abderramán I, y sus áreas de dominio efectivo lo
alcanzaban la primera hasta el río Loira y la segunda hasta el Ebro.
En el espacio entre ambos existía una “marca”, extenso
territorio muy fragmentado con un status político difícil de
definir: desde monarquías locales hasta zonas de influencia.
Al
sur de los Pirineos encontramos al dux Lupo, que dominaba el
territorio de los vascones y el norte de la actual Navarra. Era
acérrimo enemigo de los carolingios quienes estaban presionando
sobre las Aquitanias y empujaban contra el sur del Pirineo. Los
carolingios idearon un plan para “hacer saltar el tapón” de
Lupo: envolver por el sur el área vascona. A tal objeto bastaba con
desembarcar un ejército en la bahía del Bidasoa, y remontando la
vieja calzada “vía ad O Easo”, tras pasar el alto de Velate,
presentarse ante la plaza fuerte de Pompiluna (Pamplona) a
retaguardia del centro de la resistencia de los rebeldes. Rebeldes
según la definición franca, claro está. Esta operación nos llega
por primera vez relatada en el Poema de Fernán González, ese
vascongado que crearía el condado de Castilla; redactado hacia el
1250.
En
el Poema se nos suministra la información de que fueron dos las
derrotas que hubo de encajar Carlomagno en suelo hispano, la del 776,
desembarco fallido en la bahía del Bidasoa con el fracaso de la
operación de envolvimiento por el sur del bastión vascón; y la del
778, masacre en Roncesvalles de la retaguardia y fuga de la
vanguardia y centro de su poderoso ejército.
El
plan estratégico de Carlomagno en el 776 era acertado: envolverlo
por el sur, ocupando Pamplona. Pero al concebirlo cometió un error:
para iniciarlo tenía que atravesar territorio del enemigo, al que
sin duda minusvaloró, habitual ignorancia gala de las realidades
hispanas. Pudo haberlo hecho actuando por sorpresa, pero faltó
discreción; sus planes eran conocidos por el enemigo, según dice el
Poema: “Sopo Bernald del Carpyo que franceses pasavan por conquerir
Espanna.” Después de adjuntar muchas fuerzas de montañeses “Non
dexó a ese puerto al rrey Carlos arribar.”. Los vascones hicieron
frente a los carolingios en el momento del desembarco. Lo que era
normal: en toda operación, cuya fase previa es el desembarco de la
fuerza invasora, el momento crítico es aquél en que éste intenta
tomar tierra, máxime si no juega a su favor el factor sorpresa.
No
tenemos detalles de la lucha que se produjo, sólo hay dos
expresiones en el Poema que pueden ser indicios:
1.-
cuando dice “a ese puerto” (antes dijo que era el que llaman
Fuenterrabía) lo que indica que la tentativa de invasión se efectuó
en uno de los varios que había en la bahía del Bidasoa.
2.-
cuando dice “non le dexó arribar”, este verbo significa llegar,
tratándose de un puerto alcanzar los atracaderos y ello quiere decir
que los vascones impidieron el desembarco carolingio.
No
tenemos ninguna información que nos diga que los vascones tenían
una flota capaz de enfrentarse a la carolingia, por lo que debemos
aceptar que los vascones presentaron una eficaz resistencia en los
muelles cuando la flota enemiga intentó desembarcar su primera ola
de asaltantes.
El
Poema nos cuenta que los carolingios de la primera oleada eran muchas
“assaz gentes” y la fortuna de las armas le fue adversa “Tovose
por maltrecho Carlos esa vegada”. Ante el fracaso no les quedó más
solución que la retirada. Su regreso fue penoso, sabían que la
empresa había fracasado: “Quando fueran al puerto los franceses
llegados/rendieron a Dios gracias que les avya guiados,/folgaron e
durmieron que eran muy cansados./ Sy essora tornaran fueran byen
venturados.”
O
dicho de otra manera: que fue gran suerte escapar con vida. Los de
Roncesvalles no pensarían igual dos años después.
José
Luís Banús y Aguirre
De
la Real Academia de la Historia, 1990
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