El 29 de agosto de 1471 los embajadores del rey castellano Enrique IV firmaron con Eduardo IV en Westminster, un tratado mediante el cual Inglaterra autorizaba la libre navegación de los barcos de Castilla en sus aguas, comenzaba a consolidarse el cerco político a Francia.
Este tratado fue renovado en 1473, y en 1477, fallecido Enrique IV y entronizada en Castilla su hermana Isabel, se transformó en una coalición ofensiva-defensiva en la que entraron también el emperador Federico III y las casas de Bretaña y Borgoña. El rey francés se oponía a la expansión castellana y aragonesa en Europa, especialmente en Italia, y retenía las regiones catalanas del Rosellón y la Cerdaña. Inglaterra, por su parte, aspiraba a reconquistar algunos de los territorios continentales perdidos durante la guerra de los Cien Años (1339-1453). Ese mismo año de 1477 se entablaron negociaciones para casar a la hija primogénita de los RRCC, de siete años, con el Príncipe de Gales, de seis años. Esta boda no podría llegar a realizarse. Los RRCC buscaban también salvaguardar los intereses económicos castellanos en Bretaña, Flandes e Inglaterra, ya que los comerciantes de la cornisa cantábrica copaban el transporte de vinos desde Gascuña a la Gran Bretaña, surtían de hierro fundido el mercado inglés y mantenían fluidas relaciones con los centros comerciales del norte de Europa.
Al morir el rey inglés en 1483, su hermano Ricardo, duque de Gloucester, se haría con el poder eliminando a sus dos sobrinos, de 12 y 9 años; en su época fue conocido como el más cruel y malvado príncipe que hay en la Cristiandad. Este perverso usurpador, a quién Shakespeare en su drama Ricardo III incorporaría la conocidísima joroba, no interrumpió la correspondencia con nuestra reina Isabel. Los ingleses no aguantaron mucho tiempo a odiado Ricardo, acudieron a su primo Enrique Tudor, conde de Richmond. Este con sus tropas leales aniquiló a Ricardo en la batalla de Bosworth.
El conde de Richmond, ahora primer rey de la rama Tudor, siguió las buenas relaciones con Castilla y Aragón. En 1486 en plena guerra de Granada mandó a sus embajadores para negociar la boda del príncipe de Gales, Arturo con la infanta Catalina, la otra hija de los RRCC. La reina Isabel hizo grandes fiestas a los embajadores pues se reconocía prima del rey de Inglaterra, sucesor de la Casa de Lancaster, además de entender que la confederación con la casa de Inglaterra era muy provechosa a sus reinos. Esta unión no se llegaría a producir.
La victoriosa guerra de Granada era vista por los príncipes y reyes de Europa como una nueva cruzada. Soldados de los países de Occidente llegaban a Andalucía bajo el estandarte de la Santa Cruz que el Papa Sixto IV había concedido a los soberanos españoles para combatir al infiel.
Enrique VII Tudor envió en 1486 a 300 soldados y caballeros bajo el mando del tío carnal de su esposa Isabel de York, Lord Scales, conocido en tierras hispanas como el conde de Escales. Desembarcaron en Sanlúcar de Barrameda, dirigiendose a Sevilla para avituallarse, uniéndose en mayo de 1486 en Córdoba al grueso del ejército de 12.000 jinetes y 40.000 infantes que personalmente mandaba don Fernando; a los pocos días tomaron parte en el asalto a la ciudad de Loja.
La acción la inició el marqués de Cádiz, pues los moros le habían arrebatado la posesión de Albohacén cuatro años antes, la lucha se trabó fieramente, los granadinos llegaron a reforzar a su guarnición y en ese momento el rey Fernando lanzó a los ingleses a la carga. Estos, al llegar adonde estaban luchando los cristianos del marqués de Cádiz, echaron pie a tierra y lucharon a la manera inglesa: “el conde de Escales descabalgó del caballo armado en blanco y con una espada ceñida e un hacha de armas en las manos y con una cuadrilla de los suyos, asimismo armados, se arrojó delante de todos contra los moros con viril y esforzado corazón, dando golpes en unos y otros, matando,derribando, que ni le faltó valor ni fuerza.
E como esto vieron los castellanos, no menos ficieron. Al momento siguiendo tras los ingleses, dieron tal priesa a los moros que les ficieron volver las espaldas e los cristianos con ellos corrieron e se encontraron en los arrabales de Loxa”
Los moros sólo pudieron recurrir a protegerse tras las murallas de Loja, lo que dio paso al mayor ataque artillero que hasta entonces se había efectuado en tierras de España. En el asalto a las murallas también se distinguió el lord británico. Cuando ascendía por una escalera, los moros, desde lo alto del muro, lanzaron piedras “e fue ferido el conde inglés de una pedrada que le quebró dos dientes e murieron tres o cuatro de los suyos.” Los moros repelieron este asalto, defendiéndose durante ocho largos días.
Al final tuvieron que claudicar después de conseguir garantías de vida del rey don Fernando. El lunes 29 de mayo, los cristianos entraron en Loja, al frente iban el rey don Fernando, el marqués de Cádiz, Lord Scales y un juvenil soldado llamado Gonzalo Fernández de Córdoba que hacía sus primeros hechos de armas.
El rey Fernando dejó descansar a sus tropas unos días, se interesó por la salud de lord Scales y “le consolaba por las llagas que en los combates había recibido, e dixole que debía ser alegre porque su valor le apartó los dientes que su edad o alguna enfermedad le pudieran derribar. E que considerando como y en qué lugar los perdió más le facían hermoso que disforme. Mayor precio le daba aquella mengua que mengua le facía aquella ferida.”
“El conde inglés dixo que daba gracias a Dios e a la Virgen gloriosa su madre porque se veía visitado del más poderoso rey de toda la cristiandad e que recebía su graciosa consolación por los dientes que había perdido; aunque no reputaba mucho perderlos en servicio de Aquel que se los había dado todos.”
La campaña siguió y el siguiente objetivo, la ciudad de Ilora, sucumbió ante el empuje cristiano. Entonces el rey Fernando mandó un mensaje a la reina Isabel, que se hallaba en Córdoba, para que acudiera al Consejo de Guerra que se debía celebrar antes de acometer el asalto a Granada. Cuando llegó la reina, el lord inglés “le fizo un recibimiento muy pomposo montado en un hermoso caballo castaño con los paramentos hasta el suelo de seda azul y las orladuras de seda rasa estrelladas en oro, y traía un sombrero blanco con plumaje e una cimera hecha de una nueva manera. E traia consigo cinco caballos encobertados con sus pajes encima, todos vestidos de seda y brocado; y venian con él gentiles hombres de los suyos muy ataviados.
E ansí llegó a facer reverencia a la reyna y a la infanta Isabel e después al rey; y anduvó un rato festejando a todos encima de su caballo e saltando de un cabo a otro muy correctamente e a todos paresció bien esto e sus altezas ovieron mucho placer.”
Tan satisfecha quedó doña Isabel del comportamiento y exhibición del inglés, que al día siguiente “envió muy ricos e grandes dones a aquel conde de Escales: dos camas de ropas guarnecidas con paramentos de brocados de oro, doce caballos, ropa blanca, tiendas en que estubiese e otras cosas de gran valor.”
Lord Scale volvió a Inglaterra en agosto de ese año de 1486 para servir a su sobrino y rey en la guerra contra Francia en Bretaña, ducado aliado de Inglatera y Castilla contra Luis XI, quién intentaba lograr la unidad definitiva de las tierras de Francia.
Los RRCC sólo pudieron mandar 5.000 hombres a apoyar a su aliado inglés en la guerra de Bretaña. El 27 de julio de 1488 se dió la batalla de Saint-Aubin, los franceses derrotaron a la liga anglo-hispano-bretona. Encontraron la muerte muchos guerreros que se negaron a rendirse “por no darse a prisión”; entre otros lord Scale, el conde de Escales de la guerra de Granada.
La guerra de Bretaña terminaría definitivamente en 1491 con la boda de Ana, la heredera del duque de Bretaña con Carlos VIII de Valois, Francia estaba definitivamente unida. Pocos meses después, los RRCC destruirían el último bastión musulmán en la Península Ibérica.
La muerte de Lord Scales fue un eslabón más en la relación entre Inglaterra y España, que llevaría al Tratado de Medina del Campo, en 1489, donde se acordó el matrimonio del Príncipe de Gales, Arturo, con la infanta Catalina; además de sentar las bases de una duradera alianza política, militar y económica entre ambos Estados.
Cuando se produjo la entrada en Granada, los RRCC mandaron una larga misiva a su primo Enrique VII, quién al conocer la buena nueva ordenó se reuniese el alcalde y los regidores de Londres en la iglesia de San Pablo para que escucharon la noticia, después escucharon el Te Deum laudamus y salieron en procesión por las calles de la city londinense.
P.S.: Tomado de Mariano González-Arnao, Historia 16, nº 93, Enero 1984
Emociónante leer ésta gesta de tan nobles guerreros y reyes de tan grande época.
ResponderEliminarQué historia tan interesante
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