Hernando de Soto, nacido en Jerez de los Caballeros en 1500, es uno de los mayores exploradores del territorio de los EEUU. Había formado parte de las tropas de Pedrarias Dávila que en 1514 conquistaron Panamá y Nicaragua. Allí ganó fama como experto baquiano (Práctico de los caminos, trochas y atajos) y amasó no poca fortuna. Se ofreció luego a Francisco Pizarro para conquistar Perú -participó en la captura de Atahualpa-, aunque a la larga se enemistó con él.
Regresó, rico, a España. Recién casado con Isabel de Bobadilla, hija de Pedrarias – aunque ya tenía varios hijos mestizos reconocidos- fue informado de que Cabeza de Vaca había aparecido tras permanecer ocho años en cautiverio y estar perdido por el sur norteamericano. Poco después lograba una Capitulación de la Corona en la que se le nombraba gobernador de Cuba y adelantado de la Florida. Como un imán, atrajo hacía sí, debido a su reputación, a cientos de personas que embarcaron junto a él en siete navíos y tres bergantines. Era abril de 1538.
Tras llegar a Cuba, De Soto inició los preparativos partió hacia Florida en mayo de 1539. Dejó en la bahía de Tampa, en el puerto de Espíritu Santo, a 100 hombres, hizo que volvieran los barcos a Cuba para que regresaran pasado algún tiempo y, con 600 hombres y 200 caballos, se internó tierra adentro.
Atravesó el actual estado de Georgia hasta el río Savannah, giró al noroeste, cruzó las Montañas Azules y allí, en la frontera de Tennessee, volvió hacia Georgia para adentrarse luego en Alabama, poner pies en Mauvilla e invernar en Chicasa.
Tras sufrir varios ataques de indígenas tomó el camino del noroeste y, después de avanzar con penalidad por ciénagas y pantanos, el grupo llegó hasta el padre de las aguas (Meact-Massipí en lengua india) y conocido por nosotros como Mississippí, al que llamaron Río Grande.
El 8 de junio de 1541 la expedición cruzaba la peligrosa corriente al sur de lo que hoy es Memphis. En Arkansas fueron bloqueados por la nieve, y la expedición empezó a mostrar signos de agotamiento; el propio De Soto enfermó de fiebres y murió el 21 de mayo de 1542; su sucesor hizo tirar su cuerpo al Mississippi.
Más de cuatro años después de la partida, el grupo llegaba sin su cabecilla a Tampico, en México. Quedaban poco más de 300, la mitad de los que habían salido.
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