La Primera Guerra carlista estaba en todo su apogeo; las principales acciones se realizaban en el Norte, entre las provincias vascongadas, Navarra, el norte de Aragón y la parte oeste de Cataluña. Como aún faltaban unos 50 años para que Sabino Arana se inventara la noción de la nación vasca, en los dos bandos, tan españoles ellos, había vascos, según fuesen sus inclinaciones tradicionalistas o liberales.
La Regencia isabelina ordenó en 1836 acuñar pesetas para hacer frente a los pagos a las tropas. La moneda fue la forma de cobro de los soldados liberales, los isabelinos recibían diariamente entre una y dos pesetas de sueldo mientras que los carlistas sólo recibían un real (¼ de peseta) al alistarse; de ahí que éstos llamaran “peseteros” a los soldados liberales.
Como ya hemos dicho los peseteros eran en su mayoría soldados vascos al mando del general Jáuregui. Se agrupaban en compañías de seguridad, chapelgorris (significa boina roja aunque los soldados llevaban un chacó rojo), tiradores, cazadores, etc. Recibían armas, munición y equipo pagado por el Gobierno, mientras que los carlistas tenían muchos problemas para surtir a sus soldados de la impedimenta necesaria. Al ser la primera guerra fratricida de la época contemporánea los ánimos estaban muy encontrados, los carlistas no hacían prisioneros entre los peseteros, a los que consideraban traidores y fusilaban a todos los detenidos.
En el diario del general carlista Uranga figura la siguiente anotación el 17 de marzo de 1836: “Permanecimos en Heredia, donde se fusilaron ciento dieciocho peseteros.”
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