El 24 de agosto de 1704 tuvo lugar la batalla naval más importante de la Guerra de Sucesión española, tuvo lugar frente a Vélez-Málaga. Se enfrentaron 96 naves de guerra franco-españolas (unos 3.580 cañones y 24.200 hombres) contra la flota anglo-holandesa del almirante Rooke, de infausta memoria, compuesta de 59 navíos (unos 3.600 cañones y 22.500 hombres).
Las bajas totales se acercaron a los 4.200 hombres más un incontable número de heridos. Y de uno de esos heridos quiero hablar hoy.
En el buque-insignia de la escuadra franco-española del Conde de Tolosa estaba embarcado un joven guardiamarina de 16 años, al que una bala de cañón casi le arrancó una pierna. Tuvo que ser operado, sin anestesia de ningún tipo. Perdió la pierna.
El Conde de Tolosa, impresionado por el valor demostrado, cuentan las crónicas que aquel joven no emitió ni un sólo sonido en toda la operación, escribió una carta al Rey Felipe V quien le ofreció un hábito de una orden militar y que pasara aformar parte de su Casa Militar, pero aquel joven sólo pidió que se le permitiera continuar en la Marina, a lo que accedió el Rey nombrándole alférez de bajel de alto bordo.
Este guardiamarina fue el que años más tarde, siendo ya teniente general, y tuerto y manco además de cojo, infligió a Vernon la peor derrota de la Armada inglesa en la defensa de Cartagena de Indias, en el año del Señor de 1741.
Su nombre es Blas de Lezo, I marqués de Oviedo,
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