La Paz de París puso fin a la guerra de los Siete Años en 1763, en virtud de ella los británicos obtuvieron el Canadá –a costa de Francia- y la Florida –a costa de España-. Para vencer la resistencia de Carlos III a entregar la Florida, en compensación Francia tuvo que ceder a España la Luisiana, de menor valor estratégico que la península arrebatada, pero susceptible de oponer un frente al avance inglés hacia el virreinato mexicano. La Paz de París proclamó la victoria militar británica, pero pocos años después se presentaría a Francia y, en menor medida, a España una ocasión de revancha con motivo de la Revolución americana de las Trece colonias.
Pero antes de esto se daría la vuelta al mundo que dio el navegante francés Bougainville (diciembre de 1766-marzo de 1769) costeada con dinero español. ¿Por qué pagamos a los franceses?.
El coronel Bougainville volvió de la colonia francesa del Canadá con sus profundos sentimientos patrióticos intactos; quería compensar a su país de las pérdidas sufridas. La expansión colonial francesa ya no era viable en el continente americano, en el que sólo se le otorgaba el derecho de pesca del bacalao en las costas de Terranova, con base en la isla de San Pedro y Miquelón. Amén de unas pocas islas en las Antillas. Por lo que, para una expansión ultramarina de nuevo cuño, Bougainville pensó en las islas que comúnmente se llamaban Malouines, inspirado por el hecho de la incursiones pesqueras de los balleneros del puerto de Saint-Maló, con cuyo gentilicio secularizado las habían bautizado.
Estas islas habían sido descubiertas en 1520 por una nave española, y por su estratégica situación, desde la que se domina el estrecho de Magallanes, fueron visitadas más de una vez por marinos españoles; de hecho, España las consideraba tradicionalmente incluidas dentro de sus dominios de América, aunque faltase un registro con un nombre propio.
Desde fines del s. XVI, las Malvinas comenzaron a ser visitadas por los navegantes ingleses y holandeses, e incluso belgas, que hacían la ruta de las Molucas, los cuales les dieron diversos nombres efímeros. En 1690 el capitán John Strong exploró minuciosamente el archipiélago y se cercioró de que las dos islas principales estaban separadas por un estrecho, al que llamó de Falkland en honor de su protector, lord Falkland, cuyo nombre se extendió luego a todo el grupo en la cartografía inglesa.
En 1764, Bougainville organizó a sus expensas y con ayuda de los armadores de Saint-Maló la expedición francesa de conquista de las Malvinas, al este de las cuales dejó fundada una colonia. El gobierno español, en ejercicio de sus derechos, protestó contra esta ocupación y obtuvo de Luis XV (1 de abril de 1767) la orden de devolución, pero recibiendo de la corona española una indemnización de 603.000 libras que se destinaron a organizar el viaje francés de circunnavegación en busca de nuevas tierras de expansión. El mismo fundador francés de la colonia fue “invitado” a organizar la devolución tras su conquista, se concertó un encuentro en el Río de la Plata con el capitán de fragata Felipe Ruiz Puente.
Mientras tanto, el comodoro inglés Byron había establecido en la isla occidental de Port Egmont, con la intención de lograr el dominio de todo el archipiélago. Así lo comunicaron al destacamento español al que Bougainville había hecho recientemente entrega de la plaza, y lo intimaron a abandonarla.
Al saberse esto en Madrid, se dieron instrucciones al capitán general de Buenos Aires, don Francisco de Bucareli, para que mandara un contingente de tropas que desalojase a los invasores. La orden fue ejecutada por una expedición naval mandada por Madariaga el 10 de junio de 1770. La acción española provocó una fuerte tensión entre las Cortes de Madrid y Londres que puso a ambas naciones al borde de la guerra. España comprobó que, en caso de guerra, no contaría con la colaboración francesa. España tuvo que aceptar en 1771 la presencia inglesa por la fuerza de los hechos, pero sin renunciar al derecho que le asistía sobre ellas. A los tres años de esta ocupación, los ingleses se desentendieron de aquella poco rentable colonia.
Desde entonces y hasta 1811, España mantuvo un contingente en la isla oriental, a la que llamó isla de la Soledad, un bello nombre que podría restaurar Argentina al recuperarlas como heredera de los derechos de España. Desde 1820 las islas pasaron a la nueva república de Argentina; estuvieron bajo su control hasta 1833, en que el gobierno inglés se apoderó de nuevo de ellas para, en 1851, establecer la actual colonia.
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