En la España nacional pronto se generalizó la idea de que los culpables últimos de la anarquía social española de 1936 eran los “intelectuales”, identificando a menudo a estos con los hombres de la Institución Libre de Enseñanza. La Institución se presenta durante estos primeros meses de guerra como una síntesis perversa del laicismo, la impiedad y el ateísmo: la idea cuajará y llegará a dominar el pensamiento tradicionalista durante todo el conflicto.
Otros dos colectivos concretos sufren la represión desde el mismo inicio de la guerra, los masones y los protestantes. El 8 de diciembre de 1936 se produce un caso particularmente odioso, los nacionales fusilan en Salamanca al pastor protestante Atilano Coco, amigo de Unamuno. Había sido detenido en julio por masón; el propio Unamuno había intercedido ante el mismo Franco en octubre, sin conseguir nada. Impresionado por el asesinato, escribe Unamuno una carta al director de ABC de Sevilla el 11 de diciembre:
“...Yo dije que lo que había que salvar en España era la civilización occidental cristiana, pero los métodos no son civilizados sino militarizados, ni occidentales sino africanos, ni cristianos sino católicos a la española tradicionalista, es decir anticristianos. Esto procede de una enfermedad mental colectiva, de una verdadera parálisis general progresiva espiritual, no si base de la otra, de la corporal.....No es este el Movimiento al que yo, cándido de mí, me adherí creyendo que el pobre general Franco era otra cosa que lo que es. Se engañó y nos engañó. He hecho saber a todos los nobles e inteligentes españoles refugiados en Francia que no piensen volver. La más feroz tiranía nos amenaza. Entre los hunos -los rojos- y los hotros -los blancos (color de pus)- están desangrando, ensangrentando, arruinando, envenenando y -lo que para mí es peor- entonteciendo a España.”
Tras su enfrentamiento en octubre con Millán Astray, Unamuno había sido destituido de su puesto como Rector de la Universidad de Salamanca, y ahora después de esta carta, sufre arresto domiciliario.
En esta guerra irracional es ya un proscrito en las dos zonas enfrentadas. El 31 de diciembre, tras varios días de enfermedad, su corazón deja de latir.
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