martes, 15 de febrero de 2011

Piratas en Gibraltar

No, no vamos a hablar de los piratas que hay en Gibraltar, sino de otros piratas que atacaron a los cristianos de Gibraltar y alrededores.

Por orden de Argenali, rey de Argel, fue enviada para apoderarse de Gibraltar una  poderosa armada capitaneada por Tali-Hamet y su seundo el capitán Muely Hacen Caramani a quién llamaban Barbanegra, que había estado algún tiempo en Gibraltar como cautivo del padre de nuestro héroe y que había conseguido escapar el año anterior. Entre el resto de capitanes destacaba un tal Aliare, quien en realidad se llamaba Martín Juan, natural de Gibraltar y que conocía perfectamente todas las entradas y las casas de los acaudalados vecinos de la plaza. Prepararon una flota con 16 velas entre galeotas y galeras y una tropa compuesta por unos 3.000 hombres. Sabían perfectamente que las galeras reales se hallaban en Sicilia y que tenían el campo libre.

Reproducción galera s. XVI en Rimini

A pesar de que en la capital malagueña se supo de la poderosa armada que habían preparado y haberlo comunicado a Gibraltar, su gobernador en vez de cuidarse de fortificar y preparar las defensas, sólo informó de la llegada de flota a Tarifa y a Cádiz, para que esas ciudades estuvieran prevenidas por si acaso resultaban elegidas por tan despiadados depredadores. Podemos disculpar al gobernador pues está sería su primera acción de guerra, y es que sólo era un joven de apenas 14 años de edad, Don  Alvaro de Bazán, futuro primer Marqués de Santa Cruz, nacido el 12 de diciembre de 1526 en Granada, aunque se había criado en Gibraltar, ya que su padre, del mismo nombre, había sido capitán general de las galeras y naves destinadas a la guardia de las costas de Granada. Aún no tenía nueve años cuando fue nombrado por el César Carlos alcalde del castillo de Gibraltar, en marzo de 1535, mandando le sustituyese su padre en calidad de teniente durante su minoría de edad.

Cinco años después, en 1540, comienza nuestra historia.

En la noche del jueves día 9 de septiembre de 1540 se acomodaron los piratas tras el monte Calpe para esperar noticias de un bergantín suyo enviado como avanzadilla con gente cristiana a bordo, informando de lo descuidada que se hallaba la ciudad, pues muchos se encontraban vendimiando en la Sierra Carbonera y los pescadores en el mar. Inmediatamente desembarcaron y se repartieron para su asalto.
 
Barbanegra y Mujar Rael, alférez de la armada, entraron con sus hombres por los arrabales y ocuparon todas las posesiones estratégicas de la plaza, sembrando el pánico entre los incrédulos habitantes que no hacía caso de los avisos que llegaban de los que huían. La defensa se hacía calle por calle intentando refugiarse en la fortaleza, pero cada acometida de los turcos dejaba muertos y más cautivos, sobre todo mujeres y niños. Con la aglomeración de personas en la misma puerta de la fortaleza a la hora de abrirse el portillo para que entrara, murieron por aquel tropel 26 mujeres. Dicen varios testigos que “los turcos traían algunas armas extrañas, escopetas de tres cañones o ballestas que desparaban de una vez tres flechas.” El joven Álvaro de Bazán comandó la defensa de la fortaleza, lo que redujo las pérdidas cristianas pero no impidió el saqueo de la ciudad y los alrededores.
 
Después de saquear durante cuatro días todo cuanto pudieron; de hacer al menos 79 cautivos y 12 muertos (sin contar los aplastados en el portillo) entre las filas españolas y sufrir ellos unas sesenta bajas decidieron retirarse, aunque antes de hacerlo se pasearon por la bahía de Gibraltar tocando trompetas, añadiles y tambores mofándose de los que asombrados miraban desde la fortaleza. Luego desembarcaron algunos en Mayorga, destrozando campos y robando ganado hasta que aparecieron las fuerzas enviadas desde Jimena bajo el mando del alcaide Alonso Virués, quien fue el que envió el aviso de socorro a Jerez.
 
A las 7 de la mañana llegó el correo a uña de caballo con la desgarradora noticia a esta ciudad, tocándose a rebato y partiendo el jurado Pedro Riquel con el hijo del alcalde Martín Dávila y 30 caballos sin esperar al grueso de la fuerza, entrando en la Roca con otros tantos de Medina que se les unieron en el camino a todo galope dos días después
 
También salieron de Jerez el Duque de Medina y el conde de Niebla con el grueso de la tropa en dirección a Gibraltar, aunque por el camino encontraron un mensajero que les advirtió que el turco había abandonado el saqueo y se había retirado a la bahía, para esperar hacer negocio con los cautivos retenidos. No obstante entrarían en Gibraltar, donde se hallaron con todos los que habían llegado de toda la provincia.
 
Allí permanecieron tres días los turcos como mercaderes, a pesar de la fuerza que se hallaba a poca distancia de sus naves. Entre los cautivos se encontraba el alcalde Francisco de Mendoza, por el que pedía 800 ducados, sumando por el resto en total unos 6.000 ducados.
 
Estando negociando sucedió un percance con dos navichuelos cargados de vino y otras mercancías que se dieron de bruces con los piratas, siendo a su vez apresados, aunque durante la disputa un disparo acabó con la vida del capitán de la goleta turca que los apresó.
 
Esto enojó a Barbanegra quién hizo una última oferta por la liberación de los cautivos, además de solicitar el canje de los turcos que habían sido capturados durante el asalto. Los españoles quisieron dilatar más las negociaciones con la esperanza de que la flota de galeras reales apareciera en cualquier momento, pero nada de esto sucedió y poco a poco se fueron saliendo los turcos de la bahía alejándose en el horizonte el día 13 de septiembre con su botín de vino, cereales y cautivos. Mientras huían quemaron la famosa galera capitana “Bastarda” de Álvaro de Bazán.
 
Sería dos semanas más tarde, en el Peñón de Velez de la Gomera, donde su rey Muley Bahazon, feudatario de España, rescató por 5.000 ducados los cautivos gibraltareños, cobrando él 400 ducados más por el favor.
 
 

Bibliografía: Fray Esteban Rallón. Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera.  UCA 1998

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