martes, 23 de febrero de 2010

El último viaje de Colón

El 20 de mayo de 1506 moría Colón en Valladolid, ciudad a la que había acudido con la esperanza de mantener una entrevista con don Fernando, rodeado de sus hijos y los parientes más cercanos. Su muerte pasó completamente desapercibida a sus contemporáneos. Según una antigua tradición eligieron los Colón como lugar de sepultura del almirante la iglesia vieja de San Francisco de Valladolid.

Podríamos pensar que este es el fin de la historia, pero estamos hablando del más grande descubridor de todos los tiempos. Así que el descanso eterno no fue fácil ni siquiera 500 años después.

En aquel convento franciscano estuvo depositado el cuerpo de don Cristóbal durante tres años, el tiempo que tardaron sus descendientes en hallar un lugar adecuado para un enterramiento más o menos definitivo en Sevilla.

Primer traslado: De Valladolid a Sevilla

En 1509, la familia decidió trasladar el cuerpo del que ya llamaban el almirante viejo a Sevilla. Para su entierro eligieron la Cartuja de las Cuevas que, además de un lugar religioso, hacía las veces de una caja de depósitos. Al cuidado de fray Gaspar de Gorricio, habían quedado todas las escrituras y los documentos importantes de la familia Colón. El 11 de abril de 1509 se presentó el sobrino de don Cristóbal, Juan Antonio Colombo, ante la puerta de los cartujos, les entregó una pequeña caja diciendo que su contenido “era el cuerpo del señor almirante don Cristóbal Colón”. No sabemos nada sobre como se realizó la inhumación en Valladolid y su traslado hasta Sevilla. Los monjes aceptaron no entregar el cuerpo más que a requerimiento de don Diego. Fue enterrado en la capilla de Santa Ana.

Segundo traslado: De Sevilla a Santo Domingo

Nunca dijo Colón donde quería reposar eternamente, pero parece lógico suponer que deseara que fuera en la isla de sus sueños, en La Española. Siguiendo esa intención de don Cristóbal y el deseo de su hijo don Diego, fallecido en 1526, doña María de Toledo, su viuda, trasladó ambos cadáveres a Santo Domingo en 1544 (esta fecha es la aceptada literariamente pero sin ningún respaldo documental, no figura el traslado de ningún cadáver en la lista de embarque que aportó doña María cuando zarpó para las Indias).

En Santo Domingo se hicieron las exequias, en una caja (como parece normal no se llevaría dos féretros) los dos cuerpos, en la capilla mayor de la catedral, para lo que se había solicitado permiso por la viuda el 2 de junio de 1537 (siete años antes).

Tercer traslado: De Santo Domingo a La Habana

Para los dominicanos esta parte es falsa, aún hoy en día.

Los restos de don Cristóbal y de su hijo Diego, junto a los de otros miembros de la familia que se fueron sepultando sucesivamente permanecieron en la Catedral de Santo Domingo hasta el 21 de noviembre de 1795, fecha en que tras el Tratado de Basilea, por el que España entregaba su parte de La Española a Francia, fueron trasladados a La Habana.

Cuarto traslado: De La Habana a Sevilla

En la catedral cubana reposó el cuerpo de don Cristóbal hasta 1898. Tras la pérdida de Cuba, el Gobierno español decidió repatriar los restos del descubridor para que descansasen definitivamente en la sede hispalense, donde se enterraron en un monumento situado al lado de la epístola.

Don Cristóbal Colón viajó después de muerto casi tanto como en vida.

La polémica

Tanto trasiego cuadra muy bien al insigne descubridor. Pero ha supuesto una serie de polémicas nacionalistas que han enconado los ánimos de unos y otros. La historiografía dominicana sostiene que los restos del almirante nunca salieron de Santo Domingo y que lo que se entregó a las autoridades españolas fueron otras cenizas; los cubanos insisten en que el cuerpo del genovés aún reposa en su catedral, y los españoles aseguran que lo poco que aún queda de sus huesos está en Sevilla.

En el congreso colombino celebrado en Sevilla en 1988 se propuso que se reúnan los restos contenidos en las tres urnas y que con ellos se hagan tres partes iguales para ser repartidas entre las sedes que se disputan los restos.


Fuente: Consuelo Varela, Cristóbal Colón. De corsario a Almirante, 2005

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