Septiembre 1493 – junio 1496
Los RRCC tenían prisa por consolidar una conquista que podía ser impugnada por el rey portugués, razón por la que consiguieron que el Papa Alejandro VI les diera bulas, firmadas el 3 y el 4 de mayo de ese mismo año, concediendo a la soberanía española los hallazgos de Colón y se repartía el mundo oceánico entre las naciones ibéricas, trazando una línea imaginaria que corría “a cien leguas a poniente de cualquiera de las islas conocidas como Azores y Cabo Verde”
El 31 de marzo hizo entrada en Sevilla el descubridor acompañado de indios, papagayos y otras muestras de las nuevas tierras. En su viaje a Cataluña, las gentes le aclamaban por caminos y pueblos; a fines de abril llega a Barcelona para ser recibido con toda solemnidad por los Reyes, en una recepción pública, rematada por un Te Deum entonado por las voces de la capilla real. El Rey le hizo cabalgar a su lado, con el príncipe don Juan al otro. El cardenal Mendoza lo invitaba a comer, mientras adelantaban los preparativos para su siguiente viaje. Los reyes le confirmaron todos los títulos y privilegios contenidos en las capitulaciones, le obsequiaron con mil doblas de oro y le nombraron capitán general de la futura flota, con facultad para elegir a quienes deberían gobernar las tierras descubiertas.
El carácter de la empresa se va perfilando con las instrucciones reales: conversión a la fe de Cristo y buen trato a los indios, envío de religiosos, aportación de animales y semillas para cría y siembra, colonización en suma, siempre a nombre y con rigurosa dependencia de los soberanos españoles.
La flota se aparejó en Cádiz, y sus proporciones no recordaban en nada a aquel primer viaje. Eran 17 naves con unas 1.200 personas a bordo, que no necesitaban de grandes estímulos para enrolarse. Embarcaron también 20 lanceros con su correspondientes cabalgaduras. Entre las naves repetía la veterana Niña. Entre otros embarcó el cartógrafo Juan de la Cosa y Diego de Colón, hermano del capitán general.
La flota zarpó de Cádiz el 25 de septiembre, y el 2 de octubre tocó en Gran Canaria, iniciando el salto atlántico el día 14. Se comentó que mientras estuvo en la Gomera, el descubridor sintió cierta inclinación amorosa hacia Beatriz de Bobadilla, viuda entonces del que había sido gobernador de la isla.
El camino oceánico transcurrió por latitudes más bajas que en la anterior travesía y resultó más corto. El 3 de noviembre estaban en las Pequeñas Antillas, donde fueron descubriendo y nombrando la mayoría de islas de este grupo, totalizando casi un centenar de islas e islotes; para llegar en la jornada del 19 de noviembre a la isla de San Juan Bautista (hoy Puerto Rico), que sus naturales llamaban Boriquén, ya en la Grandes Antillas.
El día 22, arrumbados al oeste-noroeste, se encaminaron a la Española, presentándose ante el fuerte y puerto de Navidad (Haití) el 28. Las salvas artilleras no obtuvieron respuesta de la guarnición; el mal presagio tuvo explicación al saberse que el cacique Caonabó había destruido el fuerte y exterminado a sus defensores. El 7 de diciembre se hacían de nuevo a la mar, y el 6 de enero de 1494, en una gran llanura de la misma isla, fundaban la Isabela, primera ciudad europea del Nuevo Continente.
Una tropa mandada por Alonso de Ojeda exploró el interior de la isla y trajo muestras auríferas de la comarca de Cibao. La dureza de los trabajos y la mala alimentación fueron debilitando a la gente; razón que obligó al Almirante a enviar una flota de 12 naves de vuelta a España bajo el mando de Antonio de Torres; con el encargo de comunicar los nuevos descubrimientos y retornar con víveres, municiones y ropas, lo que Torres cumplió a entera satisfacción.
La paz entre los españoles se iba menoscabando por las dificultades del asentamiento, los trabajos, las enfermedades y las muertes. Cosa rara entre españoles, que siempre se han caracterizado por saber sufrir en silencio y con respeto hacia la autoridad. Colón hubo de prender al contador Bernal de Pisa, cabeza de una conjura. El 24 de abril, después de encomendar el gobierno de la isla a un Consejo presidido por su hermano Diego, el virrey zarpó con tres naves para llevar a cabo un nuevo reconocimiento de Cuba, que seguía creyendo tierra de Catay asiático. La recorrió por la costa del sur, y desde allí, el día 5 de mayo descubrió la isla de Santiago (hoy Jamaica). Volvió a Cuba y, sin poder terminar su circunnavegación (lo que le convenció de que era tierra china continental),remató la campaña en septiembre, más doliente que sano.
Durante la ausencia de Colón había llegado a la Isabela su hermano Bartolomé (24 de junio), con tres carabelas y título de Adelantado, y allí instauró una política represiva movida por el deseo de lucro y propicia a la exportación de esclavos. Don Cristóbal intentó remediar el desorden e hizo unos repartimientos que dieron lugar a muchos abusos y descontentos. El padre Boil y Margarit regresaron a España en noviembre de 1494 y denunciaron la mala gestión de los hermanos genoveses, por lo que los reyes mandaron en octubre de 1495 al visitador Juan de Aguado, a quien acompañaba Diego, el hijo del Almirante. Visitador y Almirante chocaron en sus actitudes y apreciaciones, por lo que resolvieron volver juntos a España y dar cumplida razon de sus desavenencias.
Partieron de la Española el 10 de marzo de 1496 y llegaron a Cádiz el 11 de junio, en dos carabelas abarrotadas con más de dos centenares de españoles y una treintena de esclavos indios.
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