En el año 844 naves vikingas llegaban por primera vez a las costas cántabras. Una tormenta las había desviado de su rumbo de navegación por el litoral oeste de Francia. Tras saquear algunas localidades, com Gijón, los fieros hombres del norte sufrieron una dura derrota en Galicia a manos de las levas del rey asturiano Ramiro I. Aún así, diezmados y todo, prosiguieron ruta por la costa portuguesa hasta llegar a Cádiz. Desde allí alcanzaron Sevilla, y procedieron a saquearla e incendiarla. Ver : http://palabrasalbit.blogspot.com/2010/03/los-vikingos-invaden-sevilla.html .
Los hombres del norte supieron que habían topado con una importante potencia militar, bien organizada y expansiva. Fue entonces cuando Abd-al-Rahman II encargó al erudito apodado al-Ghazal,”la gacela” (para los árabes el animal arquetípico de la belleza), que preparara una embajada a las peligrosas tierras del norte de las que procedían los llamados vikingos en respuesta a otra que estos habían enviado a Córdoba con la intención de prestar ayuda a los suyos, dispersos por Cádiz y el Algarve tras la derrota, y ya de paso establecer lazos comerciales conel apetecible mercado andalusí.
Al-Ghazal ya tenía experiencia en el terreno diplomático tras haber ido a Bizancio en el año 840, de la que apenas tenemos noticias. Los objetivos eran claros: frenar las incursiones vikingas en el ámbito hispano-musulman; establecer alianzas contra los peninsulares no islamizados y los francos cristianos; y conseguir acuerdos comerciales que incluían el intercambio de productos entre los que no faltaban las valiosas pieles de las tierras y mares del septentrión ni el músculo de los esclavos.
Al-Ghazal contaba por entonces con 50 años, sin que la avanzada edad hubiera hecho merma alguna en su fina inteligencia, su elocuencia y, sobre todo, en su ardiente carácter. El embajador cordobés, apoyado por un tal Yahya ibn Habib, experto astrónomo, acompañó al representante del rey de los vikingos en su viaje de vuelta a la corte de los majus.
No se conoce con precisión el destino exacto dela misión diplomática, las hipótesis más aceptadas son las que mantienen que al-Ghazal, aunque tocó Irlanda, recién invadida por los vikingos noruegos, llegó finalmente a Jutlandia (actual Dinamarca), que definió como una isla a pesar de ser una península.
Ambos partieron en dos knörr (embarcaciones de dos velas utilizadas por los vikingos en las largas travesías) bien equipados del puerto de Silvés, al sur del Algarve portugués, con rumbo a Noirmoutier. Era noviembre de 844. Doblaron Finisterre y se dirigieron a la península de Kerry, en tierra irlandesas, para dirigirse después a Clonmacnoise, punto de encuentro con los monarcas norteños. Por delante esperaban veinte meses de estancia en tierras vikingas, en las que al-Ghazal logró recopilar valiosa información que incluía estudios sobre etnografía, costumbres y descripciones geográficas.
El relato de los acontecimientos fue transmitido por el propio al-Ghazal a Tammam ibn Alqama y este, a su vez, pasó la información al valenciano ibn-Dihya, nacido en 1059, que fue quién finalmente escribió el texto que ha llegado hasta nosotros. A diferencia de otros escritores de viajes de su época, ibn-Dihya se limitó a transcribir los datos que le fueron aportados, sin incluir elementos mágicos, mitológicos ni productos de su propia imaginación, por lo que sus palabras gozan de gran credibilidad.
A pesar de que los vikingos prosiguieron con sus ataques por todo el Mediterráneo y Europa, al-Ghazal logró arrancarles un pacto circunstancial de no agresión, además de importantes acuerdos mercantiles y estratégicos. Un año y medio después de su partida regresó a la Península. Una vez allí, permaneció durante tres meses en Santiago de Compostela y partió finalmente para Córdoba, donde fue recibido con honores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario