El gran viajero hispano-judío por Oriente
El judío español Benjamin ben Zona, natural de Tudela era un rabino (sabio), según se sabe por el prologuista anónimo de su libro Sefer-Ma´asot (Libro de viajes), políglota, experto en telas, gemas, especias y perfumes. Con sus conocimientos sobre estas materias inició un periplo hacia Oriente que guardaba una doble intención. Por una parte, establecer nexos en la distancia con los diferentes grupos de judíos dispersos por Europa y Asia y, por otra, obtener recursos para los gastos de tan costoso viaje. Porque, según su relato, pudo haber llegado hasta China en constante observación de la situación de sus hermanos de religión, la política entre las naciones del mundo occidental cristiano y el oriental islámico y la descripción y situación de centros comerciales, así como las rutas que los unían y las que podían unirlos más en el futuro.
Podría considerarse que el objetivo de sus anotaciones era la construcción de un informe puramente comercial pero, en realidad, se trataba de un ambicioso producto cultural y literario en el que se dieron cita la crónica, la geografía, el ensayo costumbrista y, en cierto sentido, a modo de precedente, la etnografía y la sociología.
El viaje de Benjamín de Tudela se inició en Zaragoza, no se sabe con certeza si en 1159 o 1165 y duraría catorce años. Llegó al Mediterráneo por Tarragona, para seguir luego a Barcelona, Gerona, internarse en el Rosellón y la Provenza, y embarcar en Marsella hasta Génova. Cruzó la península itálica hasta el Adriático tras visitar Pisa y otras ciudades, y allí volvió a embarcar para llegar a Corfú y Corta, escala necesaria para arribar a Constantinopla, desde donde viajó a las islas del Egeo.
En Tierra Santa visitó Nablús, Jerusalén, llegó a Damasco, luego a Jama, Alepo, Racca y Mosul, e inició el camino hacia Bagdad por el valle del Tigris. Aquí se abre un paréntesis en su relato, pues a partír de aquí sus palabras parecen serle transmitidas, como atestigua la constante referencia a mitos y leyendas, mientras que hasta aquí sus palabras eran verosímiles. Es la parte correspondiente a su visita a Asia, a Ceilán, las islas de Qis o la misma China.
Un paréntesis que se cierra cuando su escritura retorna a la senda de lo creible, que coincide con el momento en que pisa territorio egipcio, con descripciones fabulosas de El Cairo, Fustat, Alejandría, el monte Sinaí y Damietta.
Sus andanzas terminan bruscamente en París, ciudad a la que llegó desde la costa del norte de Africa, por un curioso itinerario: Sicilia, Roma, Lucca y Verdún.
Nota: Todos los mapas que aparecen en estas entradas de viajeros españoles han sido escaneados del Atlas de los Exploradores españoles editado por la Sociedad Geográfica Española
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