En las postrimerías del segundo milenio a.C., los mercaderes asentados en la franja costera del Líbano deciden ampliar sus redes mercantiles y se hacen a la mar hacia occidente a la conquista no ya de países para fundar un imperio, sino de nuevos mercados. De las navegaciones de tirios y sidonios, a los que los griegos conocían con el nombre de phoinikes (fenicios), así como de las que posteriormente llevaron a cabo los griegos, tenemos numerosos testimonios en la literatura griega.
Prescindiendo de las interpretaciones de los poemas homéricos, en los que el mito se confunde con la realidad, tal vez la principal fuente sea Estrabón, quién en el libro III de su Geografía, dedicado a Iberia, se refiere con frecuencia a las fundaciones y comercio de los fenicios en España. Estrabón dedica íntegro el capitulo quinto de este libro a narrar la fundación de Cádiz por los fenicios.
Las hazañas de los fenicios no nos han llegado por relatos de sus gentes; no hay cronistas de la época que narren sus gestas. Su objetivo fue el comercio; no existe otro pueblo en la antigüedad que haya tenido la audacia marinera de los fenicios. Los fenicios abrieron el camino hacia el Mediterráneo occidental con un comercio marítimo activo, no sólo con sus famosos tejidos purpurados, sino que dieron a conocer el vidrio, crearon una poderosa industria metalúrgica, tallaron el marfil y fueron excelentes orfebres. No nos dejaron escritos sus hechos, pero sí nos legaron un alfabeto (al que los griegos añadieron las vocales), con el que los hombres de la actualidad pueden contar su historia.
La expansión fenicia hacia occidente comienza hacia el siglo XII a.C. Destruida la talasocracia minoica y perdida la hegemonía de Mecenas, los fenicios pusieron proa a occidente y, tras atravesar las Columnas de Hércules, fundaron Gañir hacia 1.100 a.C, al tercer intento, los dos anteriores fueron Sexi (Almuñecar) y Onoba (Huelva). En Ibiza se establecieron hacia 654 a.C.. La ocupación de Ibiza es altamente significativa para el control del mar y de las rutas comerciales a los puertos españoles, ya que la posesión de Cádiz, Ibiza, suroeste de Cerdeña y oeste de Sicilia, constituía una infranqueable barrera protectora de las aguas limítrofes de la costa africana.
Los fenicios en general, y los marinos de Tiro y Sidón en particular, eran poco proclives a escribir acerca de sus naves y ocultaban celosamente las rutas por las que navegaban. Sabemos que los fenicios encontraron en España grandes riquezas metalíferas, especialmente oro, plata, cobre y hierro. Diodoro Sículo nos dice: “desconociéndose el uso de la plata entre los nativos, los fenicios llevándola a la Hélade (Grecia), a Asia y a todas las demás naciones, obtuvieron grandes riquezas. A tal avidez de ganancias llegaron los traficantes que, cuando una vez ya cargados los barcos había aún gran exceso de plata, cortaban el plomo en las anclas y tomaban la plata a cambio del uso del plomo”. Se dice que fue tanta la plata llevada desde España, que en los mercados de Oriente la relación oro-plata bajó de ½ a 1/13.
Para los fenicios tuvo tanta importancia el estaño como la plata. Los tirios y sidonios habían tenido conocimiento no sólo de las riquezas estanníferas de España, sino de su obtención a través del comercio con las Casitérides, o islas del Estaño, con las que comerciaban los primitivos españoles, ya que el objetivo de los fenicios era conseguir el monopolio del estaño.
Otro lugar importante en el comercio hispano-fenicio lo ocupó la pesca y las salazones. El atún y las especies afines eran capturados por los pescadores en toda la costa del sur y sureste peninsular, y tenían una gran aceptación entre los fenicios, y mucho más importante fue la exportación de las salazones, especialmente el famosísimo “garum”. Existían industrias de salazón en Cádiz, Bailón (Bolonia, cerca de Tarifa), Carteia, Malaka, Sexi, Abdera y Cartagena. El “garum” se hacía a base de los intestinos, gargantas, fauces y demás restos del atún, la murena o el esturión. Todo junto se dejaba en salmuera y al sol durante dos meses. Luego se usaba como salsa para acompañar las carnes y legumbres.
Siglos más tarde fueron los griegos quienes navegaron hacia España, y nuevamente es Estrabón quien nos da noticia de sus viajes, los rodios fundaron la ciudad de Rosas. De Heródoto nos llegan noticias de los barcos que usaban los focenses: No navegaban en naves redondas (buques mercantes), sino en pentekontoroi (naves de guerra de cincuenta remos).
Los primeros navegantes griegos llegaron a España entre los años 700 y 650 a.C., eran los caldicios de Calceis, en las isla de Eubea, la mayor del Egeo; los rodios, de la isla de Rhodas, y los focenses, de Focea, una ciudad costera de Asia Menor. Venían atraídos por el renombre de las riquezas metalúrgicas de la Península. A mediados del siglo VII a. C. se produce una revolución en el mundo comercial, sujeto hasta entonces al trueque: la aparición de la moneda, inventada por los griegos. Es en este hecho donde podemos encontrar una explicación de la presencia griega en el mundo tartésico, concretamente en Huelva, que por su riqueza minera era un gran núcleo comercial del mundo tartésico. Los últimos trabajos arqueológicos fijan la fecha de la llegada de los primeros griegos a España hacía el 630 a. C.
No hay comentarios:
Publicar un comentario