En septiembre de 1185 el emperador bizantino Andrónico Comneno había sido víctima de un destino particularmente horripilante; al final del golpe palaciego que le arrebató el poder, fue atrapado por quienes apoyaban a Isaac Ángelo, encerrado en prisión y torturado de forma grotesca.
Sus captores le sacaron un ojo, le arrancaron los dientes y la barba y le cortaron la mano derecha. Luego, se le hizo desfilar por las calles de Constantinopla a espaldas de un camello sarnoso para que se enfrentara a la ferocidad y el rencor de la turba.
Algunos le arrojaron excrementos humanos y de animales, otros le tiraros piedras y una prostituta vació sobre su cabeza un tiesto repleto de su propia orina. Una vez en el foro, fue colgado cabeza abajo y le cortaron los genitales. Algunos de los que estaban entre la multitud le hundieron sus espadas en la boca y otros entre sus nalgas, antes de que, por fin, el depuesto emperador expirara.
Con seguridad una de las muertes más públicas y atroces de toda la Edad Media.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar