Lo cuenta Tito Livio en su Ab Urbe Condita. Sexto Tarquinio, hijo de Tarquinio el Soberbio soberano de Roma, se encapricha ciegamente de una aristócrata romana, casada por más señas, llamada Lucrecia.
Como correspondía a una digna matrona romana, ella se negó a ceder a los avances del Tarquinio, y éste la forzó. Ultrajada, Lucrecia opta por el suicidio, no sin antes reclamar venganza: el exterminio de su violador.
El padre y el esposo se ocuparon, junto con otros patricios, de que los Tarquinios fuesen los últimos reyes de Roma. El pueblo juró solemnemente que jamás aceptaría la autoridad de un rey, y a continuación se instituyó la República. Lucrecia quedó encumbrada como la "heroína de la castidad".
Se la consideró la primera republicana.
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