martes, 2 de febrero de 2010

La campaña del Mediterráneo (1741- 1745) y la batalla de Cabo Sicié (1744)

A la muerte del Emperador Carlos de Austria, en 1740, sin descendiente varón, se produjo la guerra de Sucesión austriaca, llamada de la Pragmática Sanción. Fue una guerra europea, del lado de Austria estaban Inglaterra y Holanda mientras que enfrente estaban Francia, España, Prusia, Cerdeña, los electores de Polonia y de Baviera. En Italia, España defendió los derechos de nuestro Infante Don Felipe a los ducados de Parma, Plasencia y Toscana, a través de su madre Doña Isabel de Farnesio, apoyado por el Rey de Nápoles, su hermano don Carlos (futuro Carlos III de España), pero tuvo que declararse neutral por la fuerte reacción de Inglaterra que intentaba paralizar cualquier ensanchamiento del poderío de la Casa de Borbón en el Mediterráneo. Una escuadra inglesa se presentó en la bahía de Nápoles (1742) amenazando con bombardearla, Don Carlos nunca lo olvidaría.

Por mar se enfrentaban 51 buques españoles contra 115 navíos británicos. Los ingleses comenzaron bloqueando El Ferrol, pero llegaron tarde y se encontraron con la escuadra de Cádiz (12 navíos) mandada por Don Juan José Navarro y el jefe inglés Norris tuvo que levantar el asedio a El Ferrol. Las dos flotas se dirigieron hacia el Mediterráneo, otra flota inglesa al mando de Haddock estaba en Gibraltar pero no pudo interceptar el paso a Navarro. Haddock siguió a la flota española hasta Cartagena de donde salió una flota francesa que recalaba allí en virtud de los Pactos de Familia, el inglés sintió cierta desazón al ver que los españoles y franceses igualaban en número a sus navíos y puso proa a Mahón.

Navarro se dedicó a pasar tropas desde Barcelona a Génova (enero 1742), y mantuvo las comunicaciones con Italia abiertas para el abastecimiento y refuerzos a las tropas del Duque de Montemar.

Mientras tanto, los ingleses estaban reforzando su escuadra en el Mediterráneo con un total de 16 nuevos navíos, tomando el mando el almirante Mathews por enfermedad de Haddock, quién se propuso bloquear a la flota hispano-francesa en Tolón, lugar natural de reposo y avituallamiento de las naves francesas. En Saint Tropez fueron incendiadas 5 galeras españolas por el capitán de navío Norris (junio de 1742). Durante el verano los ingleses bombardearon Palamós y Mataró. En Ajaccio (Córcega) el comandante del navío español San Isidro tiene que incendiarlo para impedir que caiga en poder del enemigo.

A la vez la hostilidades seguían en América y el Pacífico donde no le iban las cosas tan bien a los ingleses, recordamos a Vernon derrotado en Cartagena de Indias por Blas Mediohombre de Lezo. En el corso tampoco les iba bien a los ingleses, los cronistas ingleses reconocen haber perdido 1158 buques desde el año 1741 hasta 1744, sí habéis leído bien, 1158 buques. Tal fue la sangría sufrida que en el Parlamento inglés se levantó un clamor unánime contra el jefe del gobierno Lord Walpole, esta pérdida sumaba un millón trescientas mil libras esterlinas. Y sobre todo, de la pérdida del prestigio, debemos tener en cuenta que, al igual que hoy, la prensa inglesa de la época sólo hablaba de victorias propias y de derrotas españolas. La opinión pública inglesa no entendía que los españoles les apresaran tal cantidad de buques. Se buscó con ansia tener un éxito resonante en el Mediterráneo reforzándose mucho aquella escuadra, como quedó dicho.

La batalla del Cabo Sicié

En el tiempo que la escuadra hispana estuvo en Tolón se hicieron muchas prácticas artilleras, especialmente la carga y puntería de los cañones y algunos ejercicios de tiro al blanco. Los franceses, en cambio, mejoraron su capacidad de navegar en escuadra practicando en las lanchas de los buques y en el manejo de las banderas de señales. Nos han llegado relatos, tanto franceses como españoles, de las críticas que los aliados se hacían entre sí.

La flota estuvo 18 meses en la rada de Tolón, estos ejercicios aparte de mejorar el adiestramiento mantenían la moral de las dotaciones en unas fuerzas bloqueadas. Navarro quería salir a mar abierto rompiendo el bloqueo pero el almirante francés De Court creía que faltaban hombres para ocupar todas las posiciones en los buques. Por fin Navarro consiguió convencer al octogenario almirante francés y se celebró consejo de guerra. Debemos recordar que Francia estaba en paz con Inglaterra pero por los Pactos de Familia debía acudir en ayuda de España si esta era atacada por los ingleses.

Existe la especie de que De Court estuvo en contacto con los ingleses, pudo ello ser cierto sin que demuestre traición, ya que pudo ir a comunicarles que tenía órdenes de ponerse del lado de los españoles. Es un hecho probado que cuando salieron a mar abierto, los buques franceses, más rápidos que los españoles, forzaron la vela con la vanguardia y dejaron atrás a los españoles.

La escuadra combinada se componía de 16 navíos franceses y de 12 españoles. Los ingleses sumaban 32 navíos en tres escuadras. La diferencia no era grande....si se podía contar con los franceses, pero en artillería sí había una diferencia apreciable: 1.806 españoles y franceses contra 2.280 ingleses. De los doce nvíos españoles tan sólo 6 eran de guerra, del Rey se decía entonces, el resto eran de la Carrera de Indias, marchantes se decía, aunque bien artillados para defensa (menor calibre). En cuanto al personal, las dotaciones de los buques españoles y franceses sumaban 19.100 hombres y las de los ingleses tan sólo 16.585. A menos hombres, menos peso de víveres y agua, cosa importante para buques que habían de mantenerse mucho tiempo en la mar durante los largos bloqueos.

En lo que a moral se refiere, los ingleses estaban naturalmente dispuestos a batirse, decididos a destruir la escuadra española. Los nuestros estaban igualmente dispuestos a luchar. Los franceses......tenían.....podían tener que hacerlo en defensa de la escuadra española si cumplían la palabra dada.

Un punto a favor de los nuestros que podía disminuir la eficacia de los ingleses y la disminuyó indudablemente: era la animosidad de Mathews y de Lestock, almirante en jefe y comandante de la retaguardia, respectivamente. Lestock había llegado a la flota antes que Mathews y la venida de éste le contrarió grandemente. Mathews era honrado y valiente pero no tenía la cualidad de hacerse seguir por todos, como Nelson.

El día 19 de febrero de 1744 se dió la orden de salida, en vanguardia iba la flota española apoyada por la francesa. Las órdenes eran avanzar hasta el atraque de la flota inglesa y atacar al abordaje, Navarro hizo ver al almirante francés que los navíos aliados tendrían que pasar por un paso estrecho donde no tendrían defensa alguna contra los brulotes ingleses. El almirante francés se reafirmó en sus órdenes, cuando los navíos españoles iban a iniciar la aproximación tuvieron la fortuna de ver a los ingleses iniciar el movimiento para salir de su propio fondeadero. Con ello se suspendió el ataque, De Court mandó que la escuadra española de Navarro se retrasase y quedase formando la retaguardia. Tomada esta nueva formación la escuadra navegó hacia el sur con viento suave del nordeste. Era el día 22. La escuadra inglesa se acercó describiendo una gran curva: poniéndose su vanguardia y cuerpo de batalla en una línea paralela a la banda de babor de la escuadra combinada, pero quedándose su retaguardia, al mando de Lestock, muy atrasada.

El combate

Primer ataque

A eso de las doce y cuarto del día 22 estaban los buques ingleses a tiro de fusil de los españoles. El navío insignia inglés Namur seguido del Marlborough y del Norfolk cargó sobre el Real Felipe de Navarro. Imitando a su almirante arribaron varios buques ingleses sobre los españoles que formaban el grupo principal. Se trabaron dos o tres enemigos contra cada uno de los nuestros. El choque artillero, casi a tiro de pistola, fue terrible. Los franceses se había alejado al mandar el almirante francés De Court forzar la vela, señal obedecida por todos los buques franceses. La retaguardia inglesa al mando de Lestock permaneció inactiva, como ya hemos dicho.

Los ingleses nos superaban claramente, Mathews creyó tener la victoria en la palma de la mano. Pero los artilleros españoles habían practicado.... y mucho. Se respondió al fuego inglés con gran vigor. Según refirieron los propios ingleses “parecía un infierno durante todo el tiempo que duró la acción.” Pericia maniobrera y artillera y heroísmo, caracterizan el comportamiento de los nuestros en este choque. El Real Felipe de Navarro llegó a tener encima a cinco navíos enemigos, a los que causó enormes averías. El Marlborough fue el que sufrió mayores daños. El Hércules, matalote de popa (buque de apoyo de la nave insignia), rechazó vigorosamente el ataque de tres navíos ingleses. Fue un gran apoyo para su capitana; recibió muchos impactos en su costado de babor. El resto de los navíos españoles, incluso los marchantes aguantaron airosamente este primer ataque -que duró tres horas-.
Los ingleses, muy castigados, se retiraron también a reparar en lo posible sus averías.

Segundo ataque

A eso de las cinco de la tarde, el almirante Mathews volvió al ataque, contra el Real Felipe que se había quedado momentáneamente solo, llevando consigo dos navíos de 70 cañones y un brulote, el Ann Galloway, de gran tamaño. El navío Brillante acudió en ayuda de su capitana cañoneando al brulote. Seguidamente llegaron el San Fernando y el Santa Isabel. Fue rechazado este segundo ataque inglés en el que llegaron a tomar parte siete navíos enemigos. Mathews supo del acercamiento, ¡al fin!, de la escuadra francesa, y tal como estaba juzgó prudente retirarse, dejando a los españoles dueños del lugar del combate.

Con posterioridad De Court diría que hizo señal de virar a la vanguardia, que esta no vio la señal con el humo de los disparos de los buques enredados en la batalla. Conforme se acercaban los franceses se alejaban los ingleses. De Court propuso a Navarro ir juntos a atacar a los ingleses. Este le hizo ver el estado en que se hallaban sus buques después de tan duros combates, pero que estaba dispuesto si se interpolaban los buques franceses con los españoles, para que de esta manera no se separasen como había ocurrido durante la acción. De Court desistió de la idea de ataque, y se dedicó a auxiliar a los españoles.

Durante todo el día 23 ambas flotas navegaron a la vista una de la otra, con leves escaramuzas entre ingleses y españoles sin que los franceses actuaran firmemente. El día 24, al amanecer, no estaba a la vista la flota enemiga. Al amanecer del día 25 nuestra flota se encontraba sola, había seguido navegando durante la noche en dirección a Barcelona, mientras que la flota francesa se puso al pairo.

Durante esta navegación aún se hizo una presa: una fragata inglesa mercante que otras cuatro, escoltadas por tres de guerra, se dirigía a Mahón. La escuadra francesa había continuado procurando cubrir a la española, aunque no a la vista de esta. El día 7 se reunieron al fin ambas..... y se dirigieron en conserva a Cartagena. La española entraría el día 9 y la francesa el 11. Durante todo este tiempo Francia seguía en paz con Inglaterra.

Mientras tanto, la flota inglesa había intentado localizar la escuadra española, pero no consiguiéndolo y ante el estado de algunos de sus buques puso proa a Mahón, donde entró el 2 de marzo. El día 5 saldría de nuevo, 150 carpinteros trabajaron día y noche reparando las naves, queriendo interceptar la flota española ante Cartagena, pero el viento sopló del nordeste y las reparaciones no habían sido todo lo buenas que debieran; tuvo que volver a Mahon con tres navíos desarbolados. Estuvieron detenidos todo el mes de marzo.

Fin de la campaña

Aprovechando el parón de los ingleses se pasaron convoyes de aprovisionamiento para las tropas de Italia. En el mes de julio Navarro salió de Cartagena con diez navíos y otros buques menores, con la misión de hostilizar a los enemigos e interceptar sus convoyes. Volvió con muchas presas. Inglaterra puso bloqueo a Cartagena con una fuerte escuadra, fue largo. Era mayo de 1747 y aún continuaba. Mientras tanto Navarro fortalecía el arsenal de Cartagena, quedó desembarcado, nombrado comandante general del departamento.

Esta victoria del Cabo Sicié dejó un regusto amargo: el comportamiento de la flota francesa. Se puso de manifiesto un sentimiento de animosidad entre las dos Marinas, la francesa y la nuestra, que perduró por mucho tiempo. Navarro había sido felicitado por muchos capitanes franceses, pero conforme pasaban los días se fueron agriando las cosas. Navarro fue ascendido a teniente general de la Armada, le concedió el Rey el título de Marqués de la Victoria, poniendo así de manifiesto que consideraba victoriosos los dos combates de ese día.

Los enemigos son muchas veces buenos jueces de la propia actuación, especialmente cuando en ellos existe un clima de caballerosidad como había en los mandos de la escuadra británica, a pesar de las órdenes de su gobierno. Ellos ensalzan el comportamiento de los españoles en los combates de Cabo Sicié. El comandante del Poder, don Rodrigo de Urrutia, en Mahón, a donde había sido llevado prisionero, recibió muchos honores dirigidos a su propia persona por su heroico comportamiento, y también muchas alabanzas dirigidas a Navarro y a sus comandantes y dotaciones. “Todos los brindis -dice Urritia- después del Rey británico eran al almirante Navarro. Todas las sobremesas caían en el Real Felipe y en el valor de los españoles, confesando todos generalmente la superioridad a ellos mismos, y encendiendo el furor contra quien debiera imitarnos (los franceses)”. Los ingleses, con expresión muy británica, decían que los cañones del Real Felipe eran “el fuego del infierno”.

En el lado inglés

Nada más llegado a Mahón, Mathews quitó el mando a Lestock por su pasividad y lo envió a Inglaterra. Se realizó un consejo de guerra. Fueron juzgados dos almirantes, seis comandantes de buque y cuatro segundos comandantes. Mathews fue declarado inhábil para cualquier otro mando. El Rey no quiso confirmar esta sentencia pues Mathews se había batido con gran valentía. Su fama ha pasado impoluta a la posteridad. No así Lestock, quién fue el blanco de la siras de la opinión pública, a pesar de resultar absuelto.

Bajas

Nosotros tuvimos nueve oficiales muertos, de ellos tres comandantes de buques, y 140 individuos de dotaciones artilleras y 19 oficiales y 448 hombres heridos. De los heridos fallecieron muchos con posterioridad. De los ingleses se sabe que “entre todos les hemos muerto y herido más de 800, de los que pocos viven.” Las bajas inglesas, de ser ciertas estas estimaciones, son mucho mayores que las españolas. Además, no sirve la mera comparación aritmética de cifras, pues la superioridad de fuerzas inglesas, había 1.410 cañones ingleses por 812 españoles, debía haber supuesto un mayor número de bajas de los nuestros, y, al ser al contrario, la victoria se refuerza del lado español.
La batalla de Cabo Sicié tiene unas características muy peculiares por no saberse cuando y cómo intervendrían los franceses. Estos no toman parte en los combates principales. Sin embargo, sí auxilian después a un navío español cercano al enemigo, represan a otro, ayudan a los nuestros a reparar averías y cubren a la escuadra española en retirada.

Tomado de Carlos Martínez-Valverde. Revista de Historia Naval nº 2, 1983

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