martes, 3 de agosto de 2010

Colonización

La Española fue el primer ensayo de colonización americana; es un hecho comprobado que los primeros viajeros que se han puesto en contacto con un país nuevo han exagerado considerablemente su población, esto pasó en Groenlandía, en Tahití... y también en las Antillas. La Española fue por unos años El Dorado americano.

Se le atribuye una población máxima en 1492 de 100.000 habitantes, en el 1508 tenía unos 60.000, unos 30.000 en 1514 y unos 500 en 1570, desapareciendo lentamente en los siglos siguientes, principalmente a causa del fenómeno del mestizaje. Todos los investigadores del tema convienen en que los indios, una vez sometidos, sufrieron una rápida disminución. La presencia de los españoles dislocó la economía indígena, introdujo enfermedades y les hizo sucumbir en un trabajo agrícola normal a ojos del europeo, pero insuperable para un pueblo primitivo.

Ya durante el reinado de Felipe II se evitaba la palabra “conquista” y empezaba a hablarse de “pacificación” o “población”. No creamos que es privativo de nuestra sociedad el jugar con las palabras.

Los trabajos en las minas y agricultura, la encomienda y los repartimientos; el alcoholismo -de tan gran importancia, que se pensó en implantar la ley de los incas que castigaban a los borrachos como a envenenadores públicos, y el mestizaje fueron causas coadyuvantes en la despoblación, pero desde luego de importancia secundaria. El motivo de mayor influencia es, sin duda, el aumento de mortalidad debido a las enfermedades que a América llevaron españoles y negros. La llegada del negro y su fracaso en las minas vino a perjudicar al indígena, al que suplantó especialmente en la agricultura.

Aunque lo hemos aprendido en el s. XX, el ejército de los microbios hace en toda conquista más víctimas que las armas. Las sucesivas epidemias de viruela y sarampión causaron efectos catastróficos entre los indígenas que estaban indefensos ante ellas. A lo que hay que añadir la monótona dieta impuesta por los conquistadores, basada en la ingestión de yuca, con una gran falta de proteínas. Con la llegada de los españoles no se había conseguido evitar las hambrunas.

Entre todo este cúmulo de circunstancias destaca el negativo efecto psíquico que los españoles produjeron en los aborígenes: los indios vieron aniquilada su vida espiritual, desintegradas sus estructuras económicas y sociales y desprestigiadas o anuladas sus jerarquías. Les era imposible adaptarse a las nuevas circunstancias, y como consecuencia, los abortos provocados, la huida en masa a tierras pobres alejadas de los conquistadores, las desesperadas rebeliones contra éstos, los suicidios que llegaron a hacerse colectivos, etc. Los efectos demográficos de tal desmoralización fueron graves, bajando la tasa de natalidad a niveles que hacían imposible contrarrestar la alta tasa de mortalidad infantil de la época.

La violencia en guerra no parece que tuviera efectos notables; la duración de la conquista fue corta, seguida de un régimen estable y pacífico si lo comparamos con épocas anteriores donde los indígenas estaban en guerra continua con otras tribus.

España, al considerar sus posesiones ultramarinas como parte integrante de su territorio, elaboró una legislación indiana más justa que la establecida por otras naciones en sus colonias. Los españoles del s. XVI no podían concebir mejor trato hacia el indígena que forzarle a “civilizarse”, es decir, a que adoptara el sistema cultural del occidente cristiano; esta ha sido la actitud colonizadora de las potencias europeas hasta bien entrado el s. XX. No puede sorprendernos que desconocieran hasta qué punto destruían las fuerzas físicas e intelectuales del indio, al que, en realidad, deseaban conservar y mejorar.

Como dice L. Hanke: “otras potencias que tuvieron colonias en el Nuevo Mundo no se preocuparon grandemente por las cuestiones teóricas. No surgió ningún protector de los indios en las colonias inglesas o francesas de América. Los puritanos consideraban a los indios como malditos salvajes, a los que era preciso destruir o esclavizar.”

Desde el primer momento surgieron protectores, tanto religiosos como seglares, de los indios. A la vez que se creaba todo un nuevo cuerpo jurídico para la administración de los nuevos territorios, un conjunto de leyes y ordenanzas en donde otras naciones aprenderían y ensayarían fórmulas de expansión y de dominación.

El gran homenaje a los españoles del s. XVI y XVII se encuentra en las calles de México, Perú, Bolivia y tantos otros lugares. La legislación protectora, la posibilidad de matrimonio legal entre españoles e indios, junto con la necesidad de mantener a la población para la obra de colonización, trajo consigo un fenómeno de importancia capital: el mestizaje. Al contrario que la América anglosajona que aniquiló al salvaje, mientras acusaba a los católicos españoles de genocidio y ansia de oro.

Independientemente de los saqueos de los aventureros, la empresa americana consistió, fundamentalmente, en una cruzada religiosa emprendida por los reyes de España para promover el catolicismo.

Como dijo Restrepo Mexía, (discurso ante la Academia Colombiana de la Historia, 12 de octubre de 1930):
"Sobre los horrores de la conquista, porque toda guerra los produce, hubo una acción piadosa, conciliadora, cristiana, mezcláronse las dos razas y resultó la hispanoamericana, prueba irrefutable del humanitario concepto con que estas tierras fueron conquistadas.”

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