miércoles, 9 de septiembre de 2020

El descubridor de las fuentes del Nilo Azul

 Pedro Páez

Olmeda de las Fuentes (Madrid), 1664 – Gorgora (Etiopía), 1622


Pedro Páez fue explorador a su pesar, al igual que, dos siglos y medio más tarde, le pasaría al misionero anglicano David Livingstone. La tarea a la que encomendó su vida fue la evangelización del pueblo etíope y, en el curso de esa empresa, no solo llegó a las fuentes del mítico río, sino que fue también, años antes, el primer europeo que cruzó a pie los infernales desiertos de Hadramaut y de Rub´al Khali, en Yemen.

Páez viajó a Goa, en la India, para incorporarse a las misiones jesuitas de Oriente en el año 1588, y apenas un año después fue enviado a Etiopía, junto con el jesuita catalán Antonio de Montserrat, para reforzar la misión jesuita establecida años antes en el norte de Etiopía.

El barco en el que viajaban, disfrazados como mercaderes armenios, fue capturado por un navío pirata, y en la costa de la península arábiga fueron vendidos a los turcos. Atados a las colas de los camellos de la caravana turca, marcharon hasta la ciudad de Haydan. La región que hubieron de atravesar de tal guisa durante diez días fue Hadramaut “el recinto mortal”, un territorio de la península arábiga que limita al sur con el Océano Índico y al oeste con el Rub´al Khali “la habitación vacía”. Paéz dejaría, años más tarde, escrito en su libro Historia de Etiopía algunas notas de aquella penosa travesía, señalando que viajaron “sin hallar gente ni caminos, porque el viento nos cegaba con la arena”.

Eso era en 1589, hasta el año 1931, en que lo hizo Bertram Thomas, ningún otro hombre blanco cruzaría la región. Wilfred Thessiger atravesó Hadramaut en 1945, rindiendo homenaje a Páez y Montserrat en sus escritos sobre la región.

Durante su cautiverio, que duró 6 años, Páez y Monserrat recorrieron también la región de Rub´al Khali, obligados a viajar desde Haydan a Saná, reclamados por el pachá turco de la ciudad. Eso aconteció en 1590.

 
Rescatado en 1595, Páez intentó de nuevo entrar en Etiopía en 1603, viajando sólo en esta ocasión, y lo consiguió. Su tarea misionera lo llevó a convertir al catolicismo a dos emperadores, Za Denguel y su sucesor Susinios. Este último lo nombró su capellán y, de ese modo, en una expedición militar, Páez llegó a la montaña de Gishe en 1618 y se convirtió en el primer europeo que contempló las fuentes del Nilo Azul, el día 21 de abril de aquel año, al sur del lago Tana. Su humildad no lo llevó a proclamarse “descubridor” del río, sino que sencillamente escribió en su libro: “Y confieso que me alegré de “ver” lo que tanto desearon antiguamente el rey Ciro y su hijo Cambises, el gran Alejandro y Julio César”. Hasta diez años después no llegaría otro europeo, el jesuita portugués Jerónimo Lobo. El escocés James Bruce, que se atribuyó falazmente el “descubrimiento” fue el tercero en el año 1769, 151 años más tarde.

 

Por otra parte, el descubrimiento de las fuentes del Nilo Blanco, la fuente principal del río, se deberá a John H. Speke, que alcanzaría el lugar en 1862, 244 años más tarde que Pedro Páez.


Para saber más: Dios, el diablo y la aventura: la historia de Pedro Páez, el español que descubrió el Nilo Azul. Javier Reverte. Plaza & Janes. Barcelona, 2001

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