jueves, 3 de septiembre de 2020

García de Silva y Figueroa

Zafra (Badajoz), 1550 – Océano Atlántico, 1624 

La identidad de los restos de la ciudad de Persépolis – a 70 kms de Shiraz, en el sur del actual Irán, fundada por Darío en 520 a.C.-, antigua capital del Imperio persa durante la época aqueménida, había permanecido oculta durante casi dos mil años. La urbe había sido incendiada y destruida por orden de Alejandro Magno en 330 a.C. y su paradero fue poco a poco difuminándose en la niebla del tiempo. 

  En 1612, Felipe III decidió enviar una embajada al sha Abbas de Persia, en respuesta a otra que había arribado a Madrid en 1610, con la intención de establecer una alianza entre ambas potencias contra el expansivo y amenazador Imperio otomano. El elegido para llevar a cabo tal misión diplomática fue García de Silva y Figueroa, antiguo paje de Felipe II, que se había hecho notar en la guerra de Flandes. 

La comitiva salió del puerto de Lisboa en febrero de 1614 y en noviembre llegó a Goa, capital de la India portuguesa. Allí permanecieron dos largos años retenidos. Consiguieron zarpar para Persia costeando Omán y atravesaron el estrecho de Ormuz, para descubrir que el sha no estaba en la capital, Kazwin, sino en el Caspio. García decidió invernar en Shiraz, para acudir al encuentro del soberano en la primavera. 

El 6 de abril de 1618, fecha estelar en los anales de la arqueología, Silva contempló las ruinas de Takht-e Jamsid y después de un pormenorizado estudio las identificó como las de Persépolis.

La noticia corrió como la pólvora en Europa después de que el diplomático enviara una carta contando sus descubrimientos a su amigo el marqués de Bedmar. También llegó a la conclusión de que los símbolos cuneiformes que adornaban los templos no eran ornamentales, sino una forma de escritura. En los años siguientes reunió una importante colección de objetos y obras de gran valor que intentó traer en su regreso a España, iniciado en 1619. 

En la India fue de nuevo retenido hasta 1624. Cuando, ya por fin, volvía encontró la muerte en alta mar por el llamado “mal de Luanda”. 

De su tesoro, ni rastro. 

Silva dejó escrita la que acaso puede ser considerada la mjeror descripción de Persia de su época: Totiuslegationis suae et indicarum rerum Persidisque comentarii, traducida al francés en 1667. El manuscrito original se encuentra en el Museo arqueológico Nacional de Madrid. 

 

Para saber más: La embajada a Persia de don García de Silva y Figueroa (1612 – 1614). Publicaciones de la Diputación Provincial de Badajoz, 1993

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