jueves, 27 de enero de 2011

Terror del Diablo

El año del Señor de mil y quinientos y veinte y nueve conoció un gran infortunio para las gentes del Rey de España.
 
En la primavera, “Terror del Diablo”, un renegado cristiano antes conocido como Aidin, y nombrado “Terror de los españoles” por los moros y por su aliados los malditos franceses, se hizo a la mar en una de aquellas terribles expediciones de corso contra las costas cristianas en las Baleares.
 
Después de haber hecho las habituales presas, incluyendo algunas embarcaciones y gran número de esclavos, recibió la información de que en Oliva, pequeño pueblo de la costa valenciana, se encontraban algunos moriscos que ofrecían pagar una suma considerable al que facilitase su fuga de España.
 
Llegado a la altura de Oliva, “Terror del Diablo” embarcó la misma noche doscientas familias moriscas; luego tomó rumbo a la isla de Formentera. Apenas desaparecido el corsario, se presentó en aguas valencianas el general Portando con ocho galeras españolas; el cual, al enterarse de lo sucedido se dirigió hacia las Baleares para dar caza al pirata. “Terror del Diablo”, encontrando dificultades en maniobrar su buque sobrecargado, ordenó desembarcar a los refugiados y se preparó para la desigual batalla. Ocho galeras españolas contra cuatro galeras (tres capturadas en días recientes).
 
Las galeras españolas se aproximaron; mas ¡cual no sería la estupefacción de los argelinos cuando las vieron pasar sin disparar un solo cañonazo!. El español se había abstenido de combatir, porque esperaba negociar un rescate de diez mil ducados con los dueños de los moriscos, devolviéndolos ilesos, y temía ahogar a los fugitivos si soltaba una andanada de su poderosa artillería sobre sus detentadotes. Los corsarios, imputando la vacilación del adversrio a la cobardía, pasaron inmediatamente a la ofensiva, y remando con furia, saltaron sobre el enemigo como águilas, cercando las ocho galeras antes de que los aturdidos españoles se hubiesen dado cuenta de lo que sucedía.
 
En un abrir y cerrar de ojos, el general Portando caía muerto, siete galeras se habían entregado y la última huía a toda velocidad para ponerse en salvo en Ibiza, a pocas millas del teatro de la batalla.
 
Entonces, los corsarios reembarcaron a las doscientas familias que desde la orilla habían presenciado con ansiedad cada fase de la lucha; y habiendo libertado a cientos de esclavos musulmanes encadenados en los bancos de remos, reemplazándolos con los cristianos supervivientes, regresaron a Argel.
 
“Terror del Diablo” había partido apenas un mes antes con una sola galera. Volvía con 10 galeras y 3 embarcaciones menores, doscientas familias moriscas, varios cientos de musulmanes rescatados de los remos y varios cientos de nuevos esclavos cristianos.
 
El recibimiento fue apoteósico.

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