martes, 18 de enero de 2011

Vida y muerte en la Edad Moderna

La fecundidad elevada y la constante presencia de la muerte eran en esencia los rasgos más destacados de la demografía en el mundo moderno

La mortalidad llegaba a cotas muy elevadas (del 28 al 38 por mil), pero se situaba por debajo de la natalidad, lo que permitía el crecimiento continuado de la población. Entre las causas de la alta mortalidad estaban:

- una economía agraria de escaso desarrollo tecnológico, que no siempre era capaz de cubri las necesidades alimenticias.

- Un reparto de la riqueza muy desigual.

- Falta de higiene generalizada, con la consiguiente transmisión de agentes patógenos.

- Aceptación pasiva y fatalista de la muerte, que llevaba a un rechazo pasivo de las innovaciones higiénicas.

La fuerte tasa de mortalidad infantil (250 por mil) contribuía a elevar las tasas globales. Esto era debido especialmente a la deficiente alimentación de las madres y los partos en precarias condiciones higiénica, amén de la transmisión de enfermedades infantiles como el sarampión o la tos ferina.

Además debemos añadir la aparición de periódicas crisis demográficas provocadas por la guerra, el hambre o las enfermedades epidémicas (era muy conocida la jaculotaria medieval: A fame, peste et bello, liberanos Domine)


Las guerras provocaban pérdidas no tanto debido a los muertos en combate como a las destrucciones y a la desorganización de la vida económica que causaba el paso de los ejércitos en marcha.

En una Europa cerealista donde no existían aún los cultivos alternativos los accidentes meteorológicos (sequías prolongadas, lluvias excesivas) eran los causantes habituales de las crisis de subsistencia. Las zonas costeras y de recursos más diferenciados eran las más afectadas. Las capas acomodadas y ricas de la sociedad moderna rara vez vieron peligrar su salud a causa del hambre.

Entre las enfermedades infectocontagiosas las había lentas (tuberculosís, sífilis) que se suelen incluir en la mortalidad ordinaria. Otras, como el sarampión, eran universales y causaban graves secuelas. El tifus y la viruela se cuentan entre las grandes asesinas de la historia, pero la más temida era la peste, por su aparición periódica y por los estragos y perturbaciones que causaba. Sin embargo desaparecería paulatinamente a lo largo de la Edad Moderna, con un último caso de contagio en Provenza en 1720-1722.

La mortalidad presentaba en general un máximo a fines del invierno y principios del otoño, provocado por las enfermedades gastrointestinales y la peste. Un segundo máximo se presentaba a finales del invierno debido a las enfermedades respiratorias.

La consecuencia última de la mortalidad era una esperanza de vida muy baja, lastrada sobre todo por la mortalidad infantil, que se podía situar entre los 24 y los 38 años, según los países.

Por su parte, la natalidad era muy alta (entre 35 y 45 por mil), aunque el matrimonio era relativamente tardío: la mujer se casaba a los 25 ó 26 años y el hombre a los 28 ó 30 años, lo que limitaba el tiempo de fecundidad efectiva en las mujeres a 15 años. El máximo de nacimientos se solía dar en los meses invernales, lo que correspondía a una concepción primaveral. El número de hijos era aproximadamente de siete, aunque la mayor mortalidad relativa del hombre y el celibato de cierto número de mujeres casadas hacen descender ese número a cinco por mujer. La mortalidad infantil, como hemos visto, haría el resto por lo que la cifra real de descendientes apenas llegaba para producir la sustitución generacional.

1 comentario:

  1. ¿peroooooooo las principales causas de muerte solo eran esasssssss?

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