En el País Vasco y Navarra se aplicaron tradicionalmente una serie de usos y costumbres que servían para regular diversas cuestiones de derecho público y privado y que recibieron el nombre de fueros. A partir del año 1200, los territorios de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa se incorporaron a Castilla, reconociéndoseles la exención en el pago de impuestos a la Corona, la liberación en la obligación de aportar soldados al Ejército Real y el respeto a determinados aspectos de su organización interna. Por su parte, cuando Navarra fue anexionada por las armas en 1512, Fernando II el Católico juró respetar los fueros de Navarra.
Al igual que ocurría en esos territorios, los antiguos reinos de la Corona de Aragón también gozaban de privilegios. Así, Aragón, Valencia, Baleares y Cataluña se regían por normas internas específicas y no contribuían con dinero o soldados a las necesidades del Estado.
El primer intento serio de acabar con esta situación tuvo lugar durante el reinado de Felipe IV, cuando el Conde Duque de Olivares consideró que era imposible que las innumerables guerras de su época se costearan sólo por unas cuantas regiones. Por tal motivo, pretendió que el resto de territorios aportaran también recursos. Esta idea se abandonó al provocar la sublevación de Cataluña y la guerra de la independencia de Portugal en 1640.
Setenta y cinco años más tarde, Aragón, Cataluña, Baleares y Valencia perdieron los fueros al ser abolidos por Felipe V, como castigo por su fidelidad al Archiduque de Austria en la Guerra de Sucesión. Desde ese momento, esos territorios pasaron a pagar impuestos para el sostenimiento del conjunto de España. En sentido opuesto, los fueros subsistieron en Navarra y en el País Vasco por su apoyo a Felipe de Borbón en la contienda, pero, a lo largo del siglo XIX, sufrieron varios procesos de eliminaciones parciales y restauraciones, como consecuencia de que la ideología liberal pretendía igualar las normas aplicables en todo el país.
En este contexto, la Primera Guerra Carlista estalló en 1833 como consecuencia de la disputa en la sucesión al trono de España entre Isabel II y su tío Carlos, pero, además, el conflicto tuvo entre sus orígenes la defensa del sistema foral frente al liberalismo por parte de las regiones del norte. A pesar de la derrota carlista en 1839, se mantuvieron los fueros en el País Vasco, aunque limitados, como consecuencia del acuerdo de paz entre los generales Espartero y Maroto en Vergara. Por su parte, Navarra perdió sus fueros al quedar excluida del abrazo de Vergara, siendo sustituidos por la Ley Paccionada de 1841 que estableció el sistema convenio, consistente en una contribución directa a tanto alzado que Navarra realiza a favor del Estado.
Con ocasión del final de la Tercera Guerra Carlista, los fueros de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava fueron derogados en 1876, quedando los territorios forales y sus ciudadanos sujetos a las obligaciones tributarias del resto de España. Pero, precisamente, es en ese momento cuando se crea el concierto económico de las Vascongadas que institucionaliza la contribución de estos territorios a través de un cupo. El primer concierto económico tuvo lugar en 1878, el segundo en 1887, el tercero en 1894, el cuarto en 1906 y el quinto en 1925, con una duración de veinticinco años.
Más tarde, en plena guerra civil, Guipúzcoa y Vizcaya pierden el sistema de concierto mientras que Álava y Navarra lo siguieron conservando. No obstante, tanto Guipúzcoa como Vizcaya lo vuelven a recuperar, a posteriori, mediante sendos decretos leyes de los años 1968 y 1976. Este Franco, cuidando de los suyos.
Finalmente, la Constitución Española de 1978 ampara los derechos históricos de los territorios forales, que han sido regulados con posterioridad en los Estatutos de Autonomía y en varias leyes ordinarias y orgánicas.
Y desde que nos unimos a la CEE, en diversas ocasiones la justicia de la Unión Europea nos ha condenado a varias multas por tener partes del territorio de la Comunidad con ventajas fiscales que no comparten otros ciudadanos del mismo país.
Pero así son los políticos españoles, se les llena la boca con la igualdad, la democracia y chorradas varias, pero a la hora de la verdad todos buscan quedarse con la tajada más grande y que le den al españolito de a pie.
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